Prefacio

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Año 128 de la Nueva Tierra



―¿Caléndula?

―Era la flor favorita de mi hija Miah ―respondió el presidente Kilian mientras se quitaba las gafas, cerraba los ojos y los masajeaba.

Solo nombrar a Miah entristecía a Kilian.

El recuerdo de su muerte todavía era demasiado reciente como para rememorarla sin dolor.

Miah había sido su mano derecha en toda la investigación. De hecho, la idea del Proyecto había sido suya.

Mientras estudiaba Historia, había quedado fascinada con el siglo xx y la destrucción de la Vieja Tierra. Le sorprendía cómo los gobiernos habían llegado a tal egoísmo que habían preferido destruir su planeta a dar su brazo a torcer.

Las grandes potencias seguían luchando entre sí por el dominio económico y armamentístico, aunque de forma indirecta y sin llegar a enfrentarse. Había alarmas de ataque casi todos los días, pero siempre contactaban a tiempo para corroborar si eran reales o falsas.

Hasta que un día no consiguieron contactar.

Estuvieron horas tratando de averiguar si el ataque se iba a producir o no. Estaban tan asustados y paranoicos que todo les parecía sospechoso.

Algo que un día normal no alteraría la calma, ese día lo hacía: un movimiento sospechoso en una de las bases de la potencia enemiga hizo que comenzara el ataque real.

Nunca se supo que nadie había respondido a la alarma porque el oficial al cargo estaba dormido. Ni que el movimiento sospechoso era la eliminación de materiales en desuso de un almacén.

Una de las potencias atacó y las otras respondieron hasta el exterminio total del planeta.

Miah llegó a la conclusión de que todo hubiera podido evitarse si alguien hubiera despertado a ese oficial y hubiera respondido, corroborando la falsa alarma.

Esa idea fue rondando cada vez más y más en su cabeza hasta el punto de obsesionarla.

Cuando terminó Historia, estudió Ingeniería solo para dedicarse de lleno a la construcción de la máquina del tiempo. Ya no solo porque de verdad pensaba que aquel siglo era mejor, sino porque todos estaban empezando a darse cuenta de las intenciones de los mutados.

La relación entre los representantes del comité era cada vez más tensa y los humanos sabían que estaban tramando algo.

Kilian organizó el Proyecto, al que llamaron Proyecto Sol. Buscó adeptos y seguidores. Todo aquel que pudiera aportar a la causa de cualquier forma era bienvenido, y todos comenzaron a trabajar muy duro en la construcción de la máquina del tiempo con Miah al mando de los ingenieros.

Solo se quedó al margen durante su embarazo, pero en cuanto dio a luz a la pequeña Luah y se recuperó, volvió a liderar el Proyecto.

Kilian estaba tan orgulloso de ella... Su hija era un referente no solo por su dedicación al trabajo de construcción de Libélula ―como decidieron llamar a la máquina―, sino también por sus ideales y opiniones que no se molestaba en ocultar.

Frecuentemente, daba charlas a los integrantes del Proyecto, recordándoles lo valiosos que eran: humanos, mutados o mestizos. Hacía hincapié en la necesidad de volver al pasado para reparar los errores cometidos y ser una sociedad mejor, menos egoísta.

Kilian recordaba la ilusión de todos con ese Proyecto, cómo Miah los había cautivado y motivado a trabajar. Por eso los avances fueron bastante rápidos.

Las Cenizas Que QuedenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora