Mi closet quedó completamente vacío luego de que desechara cada outfit sin terminar por convencerme de que cumplía con la sugerencia del último mensaje que Sebastián mandó anoche: ponte algo cómodo.
—¿Qué demonios es algo cómodo? —grité hacia el teléfono donde tenía a Pablo en altavoz.
—Ammm, ¿ropa deportiva? Dudo que se refiera a la delgada tela que tú llamas pijama.
—Mi pijama es bastante cómoda, gracias. Sin mencionar fresca.
—Y transparente, también podrías ir desnuda. Me apuesto a que así estarías bastante cómoda.
—Cierra la boca. No me estás ayudando.
—¿Por qué no le preguntas a dónde van y ya está?
—Porque sospecho que es una sorpresa.
—Bueno, ponte unos leggins, la blusa azul cielo que te compraste hace dos semanas y unos tenis con suela antiderrapante.
Suspiré resignada, aquella sugerencia pintaba como mi mejor opción.
—Bien, te llamo cuando regrese.
—Más te vale y, Amore...
—¿Sí?
—Asegúrate de combinar bien tu ropa interior.
—Lo creas o no, es lo único que había escogido. —Colgué sin dejar de sonreír.
Cuando terminé de vestirme, recibí otro mensaje de Sebas diciendo que llegaría un poco más tarde porque tuvo que pasar a comprar algo. Lo primero que vino a mi cabeza fue que serían condones y rogué que no me equivocara. No porque yo no tuviera, aún sobraban bastantes en la caja del cajón inferior de mi buró, sino porque eso significaría que la cita cerraría —o abriría— con broche de oro.
Para cuando dieron las once y veinte ya había vuelto a guardar todas las prendas en el armario, no me preocupaba que Pietro pudiera destrozarlas como el hecho de que les dejaría cientos de pelitos negros como muestra de amor. Sujeté mi cabello con una liga y entonces sonó el timbre.
Por el interfono confirmé que se trataba de él, le di un beso en la cabeza a Pietro que, tras darme una bendición mental, regresó a la recámara a echarse una siesta.
Conforme bajaba las escaleras, las mariposas en mi estómago emprendieron vuelo, cosquilleándome las tripas al mismo tiempo que mi corazón latía a marchas forzadas. Este hombre sin duda me afectaba. Él y sus maravillosos dedos, su talentosa lengua y su prometedor... Tragué saliva, forzándome a estabilizar mi respiración.
Abrí la puerta del edificio, mi boca empezó a salivar cuando lo vi recargado sobre una moto negra. Traía puestos unos jeans flojos, tenis blancos y una playera de manga corta color cereza por la que se asomaban unos bíceps que me dieron ganas de morder. Los lentes oscuros le aportaban una pinta de bad boy de película, estilo Mario Casas. Un auténtico milagro que mi cabeza no empezara a escribir guiones con escenas porno, seguro se había quedado tan en shock como el resto de mi cuerpo.
Con paso dubitativo me acerqué a él, mientras me cuestionaba si debía saludarlo de beso en la mejilla, en la boca o solo con la mano al aire. Y entonces me vio, se quitó los lentes, sonrió y me dio un vuelco el corazón.
—Espero que esto sea lo suficiente có... —Me tomó por sorpresa al sujetarme las mejillas, y ni hablar del beso que le siguió. Sí, justo en la boca. No fue ni muy intenso ni muy inocente, la presión necesaria para convertirme las piernas en un par de fideos—... modo.
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Número equivocado
RomansaCuando Victoria Ferrer, la influencer con un pasado escandaloso, y Sebastián Ruiz, un hombre en busca de redención, se encuentran por accidente, sus vidas se entrelazan en un giro del destino. Ella, conocida como #ParisTapatia, guarda un corazón pr...