36 - Sebastián

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Apenas entramos, Ali caminó al frente, guiándome hasta el despacho de Romi, que por suerte estaba vacío. Cuando abrió la puerta me olvidé de mis modales y entré primero, ella lo hizo después cerrando a su espalda. No me pareció escuchar el seguro y tampoco le di importancia, esto no duraría.

—¿Por qué, Ali? ¿Por qué tus padres siguen creyendo que estamos juntos? Y ¿por qué carajos parece que vamos a comprometernos?

—Porque eso es lo que va a pasar, Sebas. Estamos por formar una alianza que llevará a Casa Ruiz a otro nivel que no puedes imaginar.

—Estás loca.

—No, cariño, verás, Casa Ruiz tiene varios problemas financieros y mi familia tiene el dinero necesario para evitar que se vaya a la quiebra.

—No es cierto. —Me apoyé sobre el escritorio para encararla.

—Sí que lo es, lo sabrías si en lugar de jugar al cantinero hubieras estado aquí. Sabes perfectamente lo costoso que fue el tratamiento de Diego, los hospitales, los especialistas traídos desde lejos, eso acabó con gran parte del dinero, y luego Romi se vio en una situación similar. ¿No te lo dijo?

No, no lo había hecho. Al menos no el día que nos vimos en el hospital. No ahora que apenas habíamos podido conversar.

—Si es verdad lo que dices, buscaré otra forma.

—Para cuando lo hagas será tarde, además, en los últimos meses Casa Ruiz se ha visto obligada a vender parte de las acciones y ¿adivina quién compró la mayoría?

—Ja, no me digas. ¿Tus padres?

—¡Bingo! —Sonrió—. Pero, bebé, no pongas esa cara. Todo va a arreglarse, en unos minutos nos vamos a comprometer, tú serás nombrado el heredero de Romi y listo. Las cosas volverán a donde tendrían que estar.

Conforme decía todas esas tonterías se fue acercando poco a poco hasta quedar parada frente a mí, sin dejar de sonreír en ningún momento.

—En ese caso —crucé mis brazos sobre el pecho—, pueden quedarse con Casa Ruiz, pero no conmigo.

Sus ojos se abrieron como platos por la sorpresa, frunció el ceño y entonces fui capaz de ver esa maldita máscara que hasta ahora había logrado ocultarme.

—¿Por qué? ¿En serio es por ella? ¿Vas a renunciar a todo, a tu futuro, al negocio familiar, a TODO por ella? —Agitó un brazo hacia un lado.

—Sí.

—Pero, Sebas, ¿perdiste la cabeza acaso? ¡Apenas la conoces! Esa zorra nunca podrá ser una Ruiz, yo sí.

—Cuida tu boca, Alina, es en serio. Porque si crees que voy a permitir que hables así de ella...

—¡No lo entiendo! —gritó furiosa—, estuvimos juntos NUEVE AÑOS, teníamos planes, Sebas, y... ¿cómo? ¿Cómo es que puedes tirarme a la basura como si nada?

El enojo con el que empezó a hablar poco a poco se fue tiñendo de tristeza, logrando que se me ablandara un poco el corazón. Bajé los brazos y permití que mi postura fuera más relajada.

—Lo siento, Ali, de verdad siento no haberte podido corresponder.

—¿La amas, Sebas? ¿De verdad estás enamorado de ella?

—No lo sé, Ali. No lo sé.

—¿Cómo no vas a saberlo? Es una pregunta fácil, ¿sí o no?

—No lo sé porque... —miré hacia el techo y solté un suspiro, Ali se animó a dar otro paso hacia mí, permitiendo que viera en aquellos ojos verdes la última esperanza a la que se aferraba—, nunca me he enamorado.

—Vaya, gracias entonces.

—¿Tú estabas enamorada de mí? —pregunté con una genuina curiosidad.

—Claro que sí.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque mi corazón lo gritaba cuando te tenía cerca, porque siempre busqué lo mejor para ti, aún ahora. Sebas —me acarició la mejilla—, nuestro destino es estar juntos. Ya te divertiste con ella, cumpliste con nuestro trato. Ahora es tiempo de que dejes de estar en la luna y vuelvas a la Tierra, conmigo.

—Nunca hubo ningún trato, Ali.

—Lo sé —sonrió—, por eso me vi en la necesidad de pactar con otro.

Antes de poder exigir una explicación se inclinó hacia adelante, sus dedos se enredaron en mi cabello, me besó. Podía sentir su lengua tratando de abrirme la boca y en ese instante la puerta del despacho se abrió.

Empujé a Alina hacia atrás, al tiempo que mi corazón iba a todo galope, y mi mirada se encontró con un mar de estrellas fragmentadas en esos ojos café.

Tori.

Me fue imposible no sonreír, porque justo en ese maldito segundo me llegó la respuesta a la pregunta de Alina. Sí, estaba completa, absoluta e irrevocablemente enamorado de Victoria Ferrer.

Número equivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora