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La relación que ambos tenían era especial, Enzo no creía que tuviera la misma conexión con nadie más en el mundo. Para él, Julián era único, alguien muy preciado a quien le debía mucho. Principalmente el hecho de que fuera tan abierto y hubiera logrado quererse a sí mismo por cómo era, y no por lo que otros esperaban de él.

Se conocían desde que eran chicos y habían empezado a jugar en las inferiores juntos. Desde ese momento, habían formado una amistad bastante fuerte y firme. A pesar de que a veces tenían altos y bajos, tanto personales como en el club, ellos siempre se acompañaban en las buenas y en las malas, por eso Enzo lo apreciaba tanto, porque sabía que siempre iba a tener un hombro en el que apoyarse.

O al menos así era antes.

Cuando le llegó la noticia de que sería mandado de préstamo a Defensa y Justicia, no lo pensó demasiado. No estaba teniendo muchos minutos en la primera de River y él quería jugar a la pelota, por más que no fuera en el club tan preciado para él. No sabía si era un acto egoísta o no, pero tampoco quiso darle muchas vueltas al tema para no arrepentirse de la decisión que había tomado.

Aunque solo se iba por unos meses, la despedida se sintió como si se estuviera yendo del país.

Sabía que ahora sus agendas no iban a coincidir tanto como lo hacían estando en el mismo club y en la misma división, pero los dos quisieron mantener la ilusión de que en algún momento de esos seis meses iban a poder juntarse al menos para tomar un café y charlar sobre cómo les iba en los entrenamientos.

Y así fue. Por lo menos dos veces en esos seis meses.

Al principio, Enzo no notó nada diferente en Julián, pero la segunda vez que se reencontraron, tres meses después de su traslado, lo notó cambiado.

Seguía siendo el mismo Julián que conocía, eso sí, pero había algo que lo hacía ver diferente. Más alegre, más abierto.

Ya no era igual de reservado y callado que cuando estaba con él.

No pudo evitar pensar que su distanciamiento le había hecho bien y que tal vez él lo apagaba de alguna manera.

Ese pensamiento no lo abandonó en los tres meses que le quedaron en el club e incluso se mantuvo con él cuando regresó.

El sol ya había caído y la noche ya empezaba a ser fría. Las luces del River Camp que apuntaban hacia la cancha donde habían estado entrenando eran lo único que permitían ver entre la tenue luz del resto del lugar y el resto de edificios fuera del complejo.

El grupo estaba regresando al vestuario para cambiarse después del entrenamiento regular que tenían de tarde. Enzo por su parte estaba nervioso. Ese había sido su primer entrenamiento después de que regresara, y estaba ansioso porque nadie le había dicho nada.

Sus compañeros lo habían saludado y le habían dado la bienvenida de vuelta al club, pero ninguno de sus dirigentes le había dicho nada sobre su rendimiento. Y eso era lo que más lo aterraba. Quería que al menos alguien le dijera que estaba entrenando bien o que podía mejorar.

Enzo sabía que no era la misma expectativa que tenían en un club como Defensa y Justicia, que en un club como River. La presión era aún mayor y Enzo amaba demasiado a su club como para no estar al nivel.

Por varios días intentó no traer al presente ese pensamiento que lo había estado atormentando, pero no podía evitar pensar en ello cuando veía a Julián conversando con los mayores del club, algo que no solía hacer con regularidad antes porque era muy tímido para eso.

"Tal vez creció y maduró", pensó más como un consuelo hacia sus propios pensamientos.

No habían hablado ellos solos desde que había llegado hace dos días, así que aprovechó que Julián solía ser de los últimos en bañarse para esperarlo y al menos ir juntos hasta sus autos antes de que cada uno se dirigiera a su hogar.

Excusas [Enzo Fernández x Julián Álvarez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora