Capítulo VI: Destino

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La luna se alzaba en lo más alto del cielo, las nubes se trasladaban lentamente ocultando una pequeña parte de la misma, las estrellas destellaban y un viento frío sacudía las hojas de los arboles cercanos a la cabaña de los Arrow.

Dicha cabaña estaba llena de oscuridad y silencio, el abuelo de Jacob se encontraba tumbado en su enorme y suave cama, parecía estar sumergido en un sueño profundo, era la oportunidad perfecta para que nuestro joven arquero pusiera en marcha su plan de escape.

Jacob, quien estaba recostado en su cama, abrió los ojos y puso sus pies en el suelo, se colocó un pantalón stretch de color negro, un cinturón oscuro, unas medias grises, las botas altas, anchas y de cuero negro con cierre plateado, una camiseta blanca de mangas largas, una chaqueta de cuero negro y por último unos guantes de cuero con dedos descubiertos, con cierres plateados. Dio un par de pasos, tomó su bolso de una sola correa y se aseguró de que estuviera el reloj de los Darks adentro del mismo. Arregló un poco su cabello y salió de su habitación.

Se acercó en silencio a las escaleras y las bajó con cautela para cerciorarse de que cada paso que diera no causara el crujir de la madera.

Una vez en la sala de estar, se dirigió al ala de entrenamiento, abrió las puertas de madera empotradas con lentitud para entrar al ala de entrenamiento y buscar sus armas.

Atravesó la oscura habitación hasta llegar a un par de puertas corredizas que, al abrir, revelaron un gran muro con una ilustración pintada justo en medio de la pared, el dibujo era de un arco cuya cuerda estaba estirada al máximo con una flecha lista para ser disparada. Alrededor de esta imagen se encontraban arcos, aljabas, flechas, dagas, bastones, espadas y sogas para escalar; todos estos implementos estaban en la pared sostenidos por ganchos y perchas de acero inoxidable.

Jacob veía todos los instrumentos que tenía a su disposición, sabía cómo manejar todos y cada una de esas armas letales de combate, pero no podía llevárselo todo. Dio un paso adelante, tomó dos sogas de escalada y las guardó en el bolso, luego agarró dos dagas con una funda de cuero oscura, una la guardó con la soga y la otra la colgó de su cinturón.

Luego caminó hacia las aljabas y de entre los cinco carcaj que había, escogió uno de forma cilíndrica con cuero negro trenzado, la llenó de flechas talladas y con movimientos precisos, pasó la correa por encima de su hombro izquierdo y la ajustó en diagonal, asegurándola en su espalda. La aljaba descansó allí, cómoda y lista para la acción.

Después se dirigió a los arcos, también había cinco de estos colgados en la pared, pasó el dedo índice de su mano de izquierda a derecha tocando cada arco hasta llegar al que consideraba ideal, este era de madera tallada y el cuero de la empuñadura portaba el mismo estilo de cuero trenzado de la aljaba, lo tomó e hizo lo mismo que con el carcaj, pasando la cuerda por sobre su hombro izquierdo y dejando que reposara en su espalda.

Volvió a dar un último vistazo a todas las armas, sentía la necesidad de llevarse algo más ya que no estaba seguro de si lo que llevaba era suficiente, pero no podia perder más tiempo decidiendo.

Tomó las puertas corredizas y las cerró juntandolas en el medio. Levantó el bolso del suelo y sacó el reloj de los Darks, se lo colocó en la muñeca izquierda y cerró el bolso, posó la correa del mismo en su hombro derecho.

Respiró profundamente dándose ánimos y revelando una leve sonrisa de lado, dio un paso atrás para darse la vuelta, pero sintió un fuerte golpe en el pecho, impulsándolo contra las puertas corredizas. Golpeó su cabeza contra la madera de las puertas y cayó sentado en el suelo, trató de recuperar el aliento respirando y colocó su mano derecha en la nuca para intentar calmar sin éxito su dolor.

—¿Qué crees que haces? —preguntó amenazante una voz familiar.

Jacob levantó la mirada y observó a su abuelo con ropa oscura exepto por el sobretodo que tenía, el cual era blanco con bordes negros. Él estaba en una pose baja, una pierna más alante que la otra, rodillas flexionadas, su brazo izquierdo extendido hacia atrás, su pecho reclinado hacia delante y su otro brazo completamente erguido hacia el frente con la palma de la mano abierta. Su abuelo le lanzaba una mirada llena de furia al verlo tomando armas a urtadillas.

Jacob, el Último Arquero GuerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora