1 - En las sombras de la cuidad -

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Durante la fría noche en la ciudad, Leonard caminaba por las calles sombrías y desoladas. El barrio era conocido por ser peligroso, pero sus habitantes ya se habían acostumbrado a su presencia.

A primera vista, parecía un hombre común. Alguien con una vida difícil o tal vez un criminal más en aquel lugar olvidado por la sociedad. Pero Leonard era mucho más que eso. ¿Quién dice que los monstruos no son reales? Si alguien preguntara cómo describirlo, "monstruo" sería la palabra adecuada. Un monstruo que buscaba refugio, un lugar donde pudiera lavar la ropa que siempre terminaba manchada cada vez que "comía".

Sus víctimas siempre intentaban defenderse cuando arrancaba el primer pedazo de carne. Aunque sucio y caótico, había algo en ese acto que Leonard disfrutaba: los gritos desesperados de súplica, la sangre corriendo de aquellos que alguna vez fueron personas. Era una adicción que no podía controlar. Ya no recordaba cuándo había comenzado, pero hacía mucho que había dejado de importarle. Cada vez que lo hacía, se sentía vivo. Sentía que, de alguna manera, devolvía el dolor que había recibido en su infancia. Era su retorcida forma de experimentar esa calidez que otros Ilamaban afecto, algo que nunca tuvo ni esperaba tener.

Leonard recorría las calles de su barrio, un lugar que había llegado a considerar su hogar. Siempre lo hacía de noche, para evitar llamar la atención innecesaria. Sin embargo, esa noche no sería como las demás. Desde hacía una hora, sentía que alguien lo seguía. No sabía quién era, pero estaba seguro de que pronto se uniría a la larga lista de sus "platillos". Confiado, Leonard fingió no darse cuenta, atrayendo a su perseguidor hacia una trampa perfecta, donde aprendería que seguirlo había sido un error fatal.

Caminó hasta un lugar apartado, su rincón favorito para comer y esconder los restos de sus desafortunadas víctimas. Para el caníbal, todo aquello era un juego de niños. Se escondió en su lugar de siempre, esperando pacientemente que su presa mordiera el anzuelo.

No tuvo que esperar mucho. El desconocido finalmente apareció; era más alto que Leonard, pero eso no lo inquietaba. Cuando su perseguidor bajó la guardia, Leonard saltó hacia él con una navaja afilada, apuntando directo a su cuello. Pero este no era como los demás. Al tocar la piel del sujeto, la navaja se hizo pedazos.

-Predecible-murmuró el desconocido, antes de agarrar a Leonard por el brazo y estamparlo contra el suelo. El dolor fue intenso, pero Leonard había pasado por cosas peores. Esto no lo detendría.

-Fascinante... eres más fuerte de lo que pensaba -dijo el chico, manteniendo a Leonard inmovilizado con su pie sobre su cráneo. No tengas miedo, esto será rápido.Leonard inmovilizado con su pie sobre su cráneo-. No tengas miedo, esto será rápido.

La presión sobre su cabeza aumentaba, pero en un movimiento rápido, Leonard logró rodar, derribando a su oponente al suelo. Se puso de pie, enfrentándose cara a cara con el desconocido, quien también se levantó con calma.

-Es un placer -dijo el chico, esbozando una ligera sonrisa-. Mi nombre es Eliot, aunque algunos me llaman el Ángel de la Noche.

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