DIECINUEVE: El Sangre Eterna

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                                                                                         ~Alaska~

Cain y yo entramos a la bodega, y de inmediato me dirigí hacia la mesa donde teníamos nuestros mapas y documentos esparcidos. Podía sentir la intensidad de su mirada mientras comenzaba a explicar lo que había descubierto.

—Leon quiere mi sangre por algo más que el mineral —dije, dejando que las palabras se hundieran. Cain me miraba con una mezcla de confusión y preocupación—. Cree que puede desbloquear un poder antiguo con ella. Algo que podría hacerlo invencible.

Cain frunció el ceño, sus ojos oscuros con sospecha y preocupación.

—¿Un poder antiguo? —repitió, claramente escéptico—. Alaska, esto suena como una fantasía. ¿Quién te dijo eso?

—Un informante en el bar —respondí, cruzándome de brazos—. Sé que suena increíble, pero tiene sentido. Leon no es el tipo de persona que se obsesionaría con algo sin una razón poderosa. Y hemos visto cosas extrañas antes.

Cain negó con la cabeza, pasando una mano por su cabello en un gesto frustrado.

—¿Y qué esperas que hagamos con esta información? ¿Buscar un poder mágico? Tenemos que ser realistas, Alaska. Ya tenemos suficiente con la gente de Leon tras nosotros.

Sentí un brote de ira y frustración burbujear dentro de mí. No podía creer que Cain estuviera siendo tan obtuso.

—No se trata de buscar un poder mágico —dije, mi voz subiendo un poco—. Se trata de entender lo que estamos enfrentando. Si Leon realmente cree que mi sangre puede darle ese poder, entonces es una amenaza mucho mayor de lo que pensábamos.

Cain golpeó la mesa con su puño, haciendo que los papeles saltaran.

—¿Y qué? ¿Vamos a quedarnos aquí discutiendo sobre leyendas y mitos mientras él se acerca más a nosotros? —gritó—. ¡Tenemos que salir del país, ahora!

—¡No voy a correr toda mi vida! —grité de vuelta, la ira encendiéndose en mi pecho—. No soy una maldita dama en apuros, Cain. Soy una ladrona profesional. He enfrentado peligros mayores que esto, y no voy a esconderme.

Cain me miró, su rostro una máscara de furia y frustración.

—Alaska, si te pasa algo, yo... —Su voz se quebró un poco, y vi el dolor en sus ojos—. No podría vivir con eso.

Me suavicé un poco, entendiendo de dónde venía su miedo.

—Cain, entiendo que tengas miedo. Pero no podemos dejar que el miedo nos controle. Tenemos que enfrentarnos a esto. Juntos.

Cain tomó una respiración profunda, sus hombros relajándose un poco. Finalmente, asintió.

—Está bien. ¿Qué propones que hagamos?

Tomé su mano, mirándolo con determinación.

—Necesitamos más información. Tenemos que descubrir exactamente qué es ese poder y cómo planea Leon usarlo. Y la única manera de hacerlo es encontrar a alguien que conozca más sobre esta leyenda.

Cain frunció el ceño, claramente aún preocupado, pero dispuesto a seguir adelante.

—¿Y dónde encontramos a esa persona?

—En la Universidad —dije, una idea formándose en mi mente—. Hay un profesor de arqueología que he oído mencionar sobre leyendas y artefactos antiguos. Si alguien sabe algo sobre este poder, será él.

Cain asintió, aunque su expresión seguía siendo seria.

—De acuerdo. Pero prometo que no dejaré que te pongas en peligro innecesariamente.

La Chica De Los LazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora