Cobra kai

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Tori caminaba con pasos firmes hacia el dojo de Cobra Kai. Su mente era un caos, atrapada entre el dolor por la reciente muerte de su madre y la frustración de haber dejado Miyagi-Do, un lugar que nunca fue realmente suyo. Había intentado encontrar algo de paz allí, pero en lugar de consuelo, solo se sintió fuera de lugar. Ahora, de vuelta en Cobra Kai, buscaba redirigir esa ira que no podía apagar.

El dojo estaba más oscuro que antes, con un aire pesado que otros hubieran encontrado amenazante. Pero para Tori, era el único lugar donde podía liberar su rabia sin frenos, sin preguntas. Kreese, como siempre, la observaba desde un rincón, con esa mirada que nunca juzgaba sus decisiones, solo esperaba que peleara.

—Sabía que volverías —dijo Kreese, sin rodeos, como si hubiera estado esperando este momento desde el día en que se fue.

—Necesito esto. Miyagi-Do no era para mí —respondió Tori sin más explicaciones, sus palabras cortas y cargadas de una frustración que no se molestó en ocultar.

Antes de que Kreese pudiera añadir algo, un chico apareció a su lado, observándola sin mostrar mucho interés. Tenía los brazos cruzados y una expresión tranquila, pero no relajada. Era una presencia nueva, alguien que Tori no conocía.

—Nichols, él es Kwon. Kwon, esta es Tori —presentó Kreese, señalando al chico sin mayor entusiasmo.

Kwon se limitó a asentir.

Tori no dijo nada más. No estaba ahí para hacer amigos ni para buscar la aprobación de nadie. Sus pensamientos volvían a su madre cada vez que se quedaba en silencio, y en ese momento lo sintió más que nunca. La pérdida había dejado un vacío que intentaba llenar con su rabia y con su determinación en el dojo, pero nada realmente ayudaba. Las noches eran las peores, cuando el silencio se volvía insoportable y su cabeza no paraba de repetir los últimos momentos de su madre en el hospital. Los entrenamientos eran lo único que la mantenían en pie, y por eso estaba allí.

Las voces en el dojo, el ruido de los golpes contra los sacos y el constante sonido de los gritos de los entrenamientos eran su escape. No había lugar para la debilidad, y eso era exactamente lo que necesitaba. La tristeza no tenía espacio en un lugar donde solo importaba ganar, y ganar era lo único que se había prometido a sí misma después de todo lo que había perdido.

La relación con sus antiguos amigos de Miyagi-Do estaba rota; era como si hubieran muerto junto con su madre. No los odiaba, pero no podía soportar sus caras de lástima, sus intentos de consolarla con palabras vacías. En Cobra Kai, nadie trataba de entenderla, y eso estaba bien. Aquí, era solo una competidora más, y prefería que la vieran como una amenaza en lugar de una chica rota.

Cada puñetazo, cada patada, era una forma de liberarse del peso que llevaba encima. No era una solución, lo sabía, pero le daba algo que los demás no podían: una forma de sentir que aún tenía el control sobre algo. Y eso era suficiente, al menos por ahora.

𝔄𝔩𝔪𝔞𝔰 𝔡𝔢 𝔠𝔬𝔪𝔟𝔞𝔱𝔢-𝔉𝔞𝔫𝔣𝔦𝔠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora