Epilogo

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Cuatro meses después.

—Los nervios estaban pudiendo conmigo. Estoy tan ansiosa que voy a comenzar a comerme las uñas en cualquier momento.

—No seas exagerada, estás comportándote como si fueses al patíbulo.

—Pues permíteme decirte que así se siente. Me siento exactamente como si fuese a colocarme para que me corten la cabeza enfrente de todos. —Replicó ella.

—Amas a mi hermano? —Preguntó, tomando el rostro de Antonella entre sus manos. —Dime si amas a mi hermano y si estás dispuesta a compartir tu vida con él.

Antonella no lo pensó siquiera un segundo.

—Sabes que daría mi vida por la de él. —Le dice, sin bajar la mirada. —Es casi dolorosa la forma en la que le amo. —Admite ella sonriendo. — El amor que siento por Enzo es tan fuerte que no me deja pensar cuando él está cerca y soy capaz hasta de aceptar esta tontería con tal de hacerlo feliz.

—Nena, esta no es una tontería, estás renovando tus votos, estás casándote esta vez por amor verdadero.

Ella se quedó observando a Giovanni, cuatro meses habían pasado desde que ella había descubierto el infierno que su cuñada había pasado. Tres meses y medio había transcurrido desde que había decidido hacer borrón y cuenta nueva con ella y con su hermana.

Sin embargo, su hermana no había aceptado ir a su boda. Thalía estaba renuente a darle la cara a su esposo después de haberle estado robando durante todo un año.

Antonella sabía que tarde o temprano su hermana menor estaría de regreso en su vida. Eran sangre, eran hermanas, no podía alejarse durante todo el tiempo. En determinado momento ella se daría cuenta que había cometido un error y regresaría. Italia, Nápoles, aquel era su hogar y Antonella no pensaba marcharse, no ahora, cuando finalmente tenía todo lo que quería.

No, cuando finalmente tenía todo lo que había deseado.

—¿Sabes que te odiaba, cierto? Durante todo este tiempo odiaba que tú tuvieras a mi hermano, que tuvieras su afecto, que tuvieras toda su atención. —Giovanni se alejó de Antonella y cruzó los brazos sobre su pecho. Su vestido color rosado pálido le acentuaba el color claro de su piel. Casi no le quedaba ninguna magulladura de la golpiza que le habían pegado meses atrás. Su cabello negro, tan oscuro como el de su hermano, estaba atado en un moño alto con algunos flequillos que le salían a propósito. Destacaba en ella la clase y la elegancia aunque llevase el famoso moño al descuido.

—No comenzamos con el mejor pie, exactamente.

—No nos dimos la oportunidad de comenzar con ningún pie, me dejé engatusar por los pensamientos y las ideas de mi madre. No soy un snob, aunque la gente lo crea. Tengo corazón. Aunque hay que cavar bastante hondo para encontrarlo. Aún así, sé que tengo uno. Sin embargo, la forma en la que te he tratado durante este año y tanto que tenemos conociéndonos, no ha sido justa, y no me cansaré jamás de pedirte perdón.

—Gio, no puedo llorar o se me va a destruir el maquillaje.

—Mi intención es no es que llores, mi intención es que sepas cuán arrepentida estoy por la forma en la que me he comportado contigo. Ahora me doy cuenta de que eres un Ángel, de que eres la mujer perfecta para mi hermano, para que lo aterrices, para que le pongas los pies sobre la tierra. Tu y ese beb...

—¡Ssshh! — ella se acercó a su cuñada haciendo señas y le pidió callarse. —No le he dicho aun.

—¡Oh no! ¿Soy la única que lo sabe? —ella soltó un gritito emocionada al darse cuenta que era la única persona en aquella mansión que sabía que Antonella estaba esperando un hijo. —¡No puede ser! ¿Por qué yo?

EL ITALIANO VENGATIVO (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora