Capítulo único.

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Era una fría mañana de invierno. Dos cuerpos estaban tapados por una cálida sábana. El mayor de los dos era abrazado por la espalda por el menor. No habían hecho nada inapropiado, simplemente decidieron dormir juntos como lo haría una pareja normal.

Hace unos días habían comenzado su noviazgo. Todo iba bien. En realidad, ese amor había estado allí desde hace unos años, después de la guerra entre clanes, pero Tobirama no era capaz de admitirlo ni mucho menos decir públicamente que tenía una relación, independientemente de si fuera con un hombre o una mujer.

Pero ahí estaba, abrazando a Izuna como si por cualquier descuido este escapara. Era ridículo, pero se había vuelto demasiado sobreprotector, aunque Izuna era mucho más fuerte que él.

Mientras lo abrazaba, Tobirama comenzó a acariciar los finos cabellos negros de Izuna, sueltos y no recogidos en su usual coleta. Depositó un beso en ellos. Amaba su cabello; no era como el de Madara, que era sucio y alborotado. Izuna lo tenía liso y bien cuidado, algo que Tobirama adoraba en secreto.

Izuna se revolvió entre sus brazos. Tobirama lo soltó, sintiendo cómo sus mejillas se tornaban rojas. Izuna se dio media vuelta y lo observó con una leve sonrisa.

—Buenos días, amor. —Tomó las mejillas del albino y le dio un pequeño beso en los labios—. ¿Quieres algo para desayunar? —Se sentó en la cama, frotándose un ojo.

—No...

—Bien. —Cerró los ojos, mientras se rascaba la mejilla—. ¿Dormiste bien?

—Sí...

—Me alegra saberlo. —Sonrió dulcemente—. ¿Te gustaría que nos quedáramos todo el día aquí?

—Izuna... tengo trabajo.

—Pero yo quiero quedarme contigo. —Se levantó de la cama, haciendo un puchero.

—Yo también quiero, pero... —fue interrumpido por unos fuertes brazos que lo alzaron. Izuna lo había tomado al estilo princesa— ¡Izuna!... no seas infantil.

—Así te voy a tomar cuando nos casemos, tenemos que practicar. —Se acercó de nuevo a la cama y dejó al albino acostado. Se puso encima de él, acercando sus labios a su cuello y besándolo.

—Izuna... —Soltó un suspiro; el cuello era su parte más sensible.—Detente. Ya.

—Sé que te gusta aquí.~ —Ignoró las palabras de Tobirama y siguió besando su cuello, mientras metía sus manos debajo de su camisa, acariciando su torso.

—Vayamos a desayunar... ya tengo hambre... Izuna... —Cerró los ojos, mientras su cara ardía de vergüenza.

—Ahg... no puedo hacer algo que no quieras así que... está bien, está bien. —Se levantó, aún sonriente.


Una hora después, en la cocina...


—Creo que me cortaré el cabello —dijo Izuna, mientras se metía una porción de comida a la boca.

Tobirama se alteró, quedándose quieto y en shock, buscando algo que decir para desanimarlo.

—¿Y por qué?

—Me molesta en la batalla.

—¿Y eso? Puedes recogértelo.

—Ya lo tengo recogido.

—Nunca vi que te molestara.

—No quiero que usen mi cabello para hacerme sentir débil. Podrían tirarlo y cosas así. Prefiero cortarlo.

—Entiendo... —Bajó la mirada.

—¿Te molesta?

—No.

—Si quieres, lo dejo así.

—Haz lo que quieras. —Tobirama se levantó y se fue a su habitación bruscamente. Izuna lo observó asombrado y luego lo siguió.

—¿Quién es un osito malhumorado?—Pregunta Izuna, y al llegar, lo abrazó por la espalda.

—Déjame.

—¿Qué pasa? —preguntó, apoyando su mentón en el hombro del albino.

—Nada, déjame en paz.

—Osito...

—No me llames así.

—¿Qué le pasa a mi amorcito precioso? —Tobirama se sonrojó—. Dime.

—¿Por qué exactamente quieres cortarte el cabello?

Hubo un silencio. Tobirama se dio media vuelta y encaró al Uchiha, algo enojado.

—Pensé que te gustaría verme con el pelo corto.

—Eso no es cierto. Me gusta tu cabello largo.

—¿Por qué te enojas tanto por algo tan pequeño?

—Porque no quiero que te cortes el cabello.

Izuna sonrió; a veces su pareja podía ser totalmente infantil si se lo proponía.

—No me lo cortaré.

—Más te vale.

—¿Sabías tú que te amo mucho?

Tobirama desvió la mirada, alejándose de Izuna.

—Sí.

—Cuando tengamos un hijo, espero que madure antes que tú.

—Contigo no se puede hablar. —Tobirama puso sus ojos en blanco, exasperado, y se alejó, en dirección al baño.

—¿Dónde vas?

—A bañarme. —Entró, e Izuna se le iluminaron los ojos y fue por unas toallas.

—¡Espérame! ¡Yo te acompaño! ¡Así creamos a Jōkirama!

—¡Oye, pervertido, no entres!

cabello; izutobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora