AFTER HOURS | Enzo Fernández.

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N/A: Voten, comenten y disfruten 🩷

RAFAELA

—No te lo puedo creer.

Asiento con efusividad cuando Martina, mi amiga, se tira sobre mi cama mirándome curiosa. Le había contado sobre el tema de Enzo, pues pese a que ella estaba acá en Chelsea, no nos habíamos visto y ambas preferíamos contar las cosas en persona.

—Yo tampoco, boluda. Me quiero morir —me lanzo a su lado en la cama y tomo mi cabeza en clara señal de frustración —. Encima la hija es preciosa, es igual a él.

Marti me mira con una mezcla de sorpresa y cautela.

—¿Y qué vas a hacer ahora? No creo que quieras ser la moza.

—No sé —niego arrugando la nariz —. Ni en pedo me meto en una familia, Marti, sabés que no me gustan esas cosas —la observo, dándome media vuelta en la cama para apoyarme en mi estómago —. Todo esto es tan complicado. Y además, Joao está más cerca que nunca. Estoy en medio de todo.

Ella se queda en silencio, analizando la situación.

Martina era una de las pocas amigas que tenía, súper humilde y, al desactivar su cuenta de Instagram cada vez que algo malo le pasaba, era la última en enterarse de todo.

Aún así, ella era la persona más racional que conozco hasta ahora. Si le contaba algo tarde, Martina me tiraba la solución más rápida.

Se acomoda en la cama, pensativa, y luego de un momento me mira como si algo se le hubiese ocurrido.

—Rafa, ¿tú sabes que todo esto está fuera de tu control, verdad? Me refiero al comportamiento de Enzo, no puedes andar detrás de él buscando que cambie como es —me encojo de hombros tan pronto como escucho su pregunta. Marti bufa —. Levántate, tienes que salir.

Le echo una ojeada sonriéndole con burla.

—Ayer salí y mi ex me comió la boca.

—Ayer saliste con tu ex y te comió la boca.

Me quedo callada, sin poder refutarle nada. Tenía razón, ni cómo quejarme. Yo tampoco lo había alejado y eso me hacía sentir peor.

—No tengo ganas de salir, Marti.

Ella niega.

—¿Te acuerdas que Joao te invitó a comer? No lo vas a dejar plantado a él. Si no te levantas ahora, no te levantas nunca —se levanta de la cama y se cruza de brazos, reprochándome —. ¿Desde cuándo pierdes la oportunidad de salir a comer?

Me río, resignada por su insistencia. Si le decía que no, me iba a seguir insistiendo hasta que cediera, y esta vez no sería la excepción de eso. Con un último suspiro, me levanto de la cama y empiezo a arreglarme bajo la atenta mirada de mi amiga.

—¿Tendré que ir formal? —le pregunto con una ceja alzada —. No me dijo si tenía que vestirme formal o no.

Hace un gesto de indiferencia fingida—. Mándale mensaje —reprime una sonrisa.

Me muerdo la parte interna de mi mejilla, soltando la puerta del placard y caminando hasta la mesita de noche en donde estaba mi celular. Lo desbloqueo con el Face ID y me meto a los mensajes directos.