parte 1

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En el lejano reino de Eldoria, donde las montañas nevadas se funden con verdes valles y los ríos cristalinos susurran secretos antiguos, vivía una elfa maga llamada Thalindra. Con cabellos dorados que caían como cascadas de luz y ojos azules que brillaban con la intensidad del cielo despejado, Thalindra era una figura solitaria y enigmática. Era conocida como la Guardiana de las Llamas Eternas, un título otorgado por su dominio sobre la magia del fuego, una habilidad rara entre los elfos.

Desde temprana edad, Thalindra había mostrado un talento innato para la magia. Sus maestros en la Gran Torre de Arcana, la academia más prestigiosa de Eldoria, se sorprendieron por la facilidad con la que controlaba los elementos. Sin embargo, fue su afinidad con el fuego lo que realmente la distinguió. Donde otros elfos manejaban la magia del agua, el aire y la tierra con elegancia y precisión, Thalindra podía invocar llamas con un simple gesto, moldeándolas a su voluntad.

En una fresca mañana de primavera, Thalindra se encontraba en su torre de piedra, situada en un acantilado que dominaba el valle de Eldoria. La torre era un refugio de tranquilidad, llena de libros antiguos, pergaminos y artefactos mágicos. Se despertó con los primeros rayos del sol, que iluminaron su habitación a través de las grandes ventanas arqueadas. Se levantó de su cama, una estructura sencilla de madera, y se acercó a su escritorio, donde un pergamino sellado yacía esperando.

Con delicadeza, rompió el sello y desenrolló el pergamino. Era una carta del Consejo de Magos de Eldoria, convocándola para una misión urgente.

- "Estimable Thalindra, Guardiana de las Llamas Eternas," comenzaba la carta. "Nos encontramos en tiempos oscuros. Un mal antiguo ha despertado en las tierras del norte, y su sombra se extiende sobre nuestro reino. Necesitamos tu sabiduría y tu poder para enfrentarlo. Ven al Gran Consejo en la Torre de Arcana sin demora."

Thalindra frunció el ceño. Era raro que el Consejo solicitara su ayuda directamente. Sabía que esto significaba que la amenaza era grave. Se preparó rápidamente, vistiendo su túnica de batalla, un manto rojo y dorado que simbolizaba su dominio sobre el fuego. Se aseguró de llevar su báculo, un bastón de madera negra incrustado con un cristal rojo que pulsaba con una luz cálida y constante.

Antes de partir, se dirigió a la sala de la torre donde guardaba una llama eterna, un fuego sagrado que ardía sin consumir su combustible. Era un regalo de sus ancestros, un símbolo de su linaje y su deber como guardiana. Tocó el borde del brasero y susurró una oración en el antiguo lenguaje élfico, pidiendo protección y guía.

El viaje a la Torre de Arcana fue tranquilo, pero Thalindra no pudo evitar sentir una creciente inquietud. Al llegar, fue recibida por los magos del Consejo, todos ellos figuras venerables y sabias.

- "Thalindra," dijo el Archimago Elowen, una elfa de cabellos plateados y ojos penetrantes, "nos alegra que hayas venido tan pronto."

- "Archimago," respondió Thalindra con una inclinación de cabeza, "he recibido su mensaje. ¿Qué amenaza se cierne sobre Eldoria?"

Elowen la condujo a una sala privada, donde un mapa del reino estaba desplegado sobre una mesa. Señaló una región al norte, cerca de la frontera con las tierras desoladas de Nareth.

- "Aquí," dijo Elowen, "hemos detectado una actividad mágica inusual. Creemos que se trata de un antiguo nigromante, un ser que había sido sellado hace siglos. Su despertar podría significar la destrucción para nuestro reino."

Thalindra estudió el mapa con atención. Recordaba las historias de los nigromantes, seres oscuros que controlaban la magia de la muerte y los espíritus. Eran enemigos formidables, y su resurgimiento era una señal de tiempos sombríos.

- "¿Qué necesitan de mí?" preguntó Thalindra, aunque ya intuía la respuesta.

- "Tu dominio sobre el fuego puede ser nuestra mejor arma contra él," respondió Elowen. "Necesitamos que viajes al norte, encuentres su guarida y lo destruyas antes de que gane más poder."

Thalindra asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Aceptó la misión sin dudar. Pasó la noche preparando provisiones y reforzando sus encantamientos protectores. Al amanecer, partió hacia el norte, montada en su corcel blanco, que se movía con la gracia y la velocidad de los vientos.

Mientras cabalgaba hacia lo desconocido, Thalindra sentía la presencia de sus ancestros a su lado. Sabía que su destino estaba entrelazado con el de Eldoria y que, como Guardiana de las Llamas Eternas, tenía el deber de proteger su hogar y su gente, sin importar el costo.

La aventura apenas comenzaba, y el fuego en su corazón ardía con una determinación inquebrantable. Thalindra se dirigía hacia su destino, consciente de que cada paso la acercaba a enfrentar la oscuridad que amenazaba con consumir su mundo.

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⏰ Última actualización: Jul 21, 2024 ⏰

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