054. El debut soñado

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El sol brillaba intensamente sobre San Sebastián, anunciando un día que quedaría grabado en la historia de la familia Le Normand. Habían pasado seis años desde aquellos días llenos de celebraciones y nuevos comienzos. Matteo tenía 9 años, Luka 7 y Leo ya contaba con 16 años, mientras que Robin y Alicia habían dado la bienvenida a otro pequeño miembro de la familia: Alex, de 2 años, nombrado en honor al gran amigo de Robin, Alex Remiro.

Era un día especial porque la Real Sociedad estaba a punto de hacer debutar a Leo en el primer equipo. La noticia había recorrido rápidamente, y la prensa estaba al tanto del evento histórico: un padre y un hijo compartiendo el campo en un partido profesional. La expectación era enorme, tanto para los aficionados como para la familia Le Normand.

En su hogar, Alicia estaba asegurándose de que todos estuvieran listos. Matteo y Luka, ambos con sus camisetas de la Real Sociedad, estaban llenos de emoción, mientras que Alex, aunque todavía pequeño, no quería quedarse atrás y también llevaba una camiseta del equipo, con su diminuto nombre en la espalda.

— ¿Están todos listos? —preguntó Alicia con una sonrisa nerviosa, ajustando la camiseta de Luka.

— ¡Sí, mamá! —respondieron Matteo y Luka al unísono, mientras Alex daba pequeños saltos de emoción.

— Vamos entonces —dijo Robin, abrazando a su familia antes de dirigirse al estadio—. Hoy es un gran día.

El estadio estaba lleno de aficionados, todos ansiosos por presenciar el debut de Leo. La familia Le Normand ocupó su lugar en las gradas, con una vista perfecta del campo. Alicia, con el corazón latiendo aceleradamente, mantenía a Alex en su regazo, mientras Matteo y Luka observaban con ojos brillantes.

En el vestuario, Leo estaba un manojo de nervios, mientras se ponia su camiseta la cual llevaba el dorsal 31 y ponia cono nombre de jugador "Le Normand Jr". Aunque había jugado innumerables partidos en su corta carrera, nada se comparaba con este momento. Compartir el campo con su padre era un sueño hecho realidad, pero también una enorme responsabilidad. Robin se acercó a su hijo, colocando una mano en su hombro.

— Leo, esto es solo otro partido. Haz lo que sabes hacer mejor y diviértete. Estoy muy orgulloso de ti —dijo Robin, mirándolo con orgullo.

— Gracias, papá —respondió Leo, tomando una profunda respiración para calmarse.

El momento llegó. Los jugadores se alinearon en el túnel de vestuarios, listos para salir al campo. Leo caminaba junto a su padre, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Al cruzar la línea que separaba el túnel del campo, el rugido de la multitud los envolvió. Los aficionados coreaban sus nombres, y los flashes de las cámaras capturaban cada instante.

En las gradas, Alicia no pudo evitar soltar unas lágrimas de emoción. Ver a Robin y Leo juntos en el campo era un sueño hecho realidad para toda la familia. Matteo y Luka animaban a su hermano mayor con entusiasmo, mientras Alex señalaba al campo con curiosidad.

El partido comenzó, y Leo rápidamente encontró su ritmo. Jugaba con una madurez y habilidad que desmentían su edad, mostrando por qué había sido elegido para el primer equipo. Robin, en su papel de líder, guiaba al equipo con la experiencia y calma que lo caracterizaban. La química entre padre e hijo era evidente, y juntos creaban jugadas impresionantes que levantaban al público de sus asientos.

Alicia, aunque nerviosa, no pudo evitar sentir un inmenso orgullo. Habían pasado por tanto para llegar a este punto, y ver a su familia unida en este momento era algo que nunca olvidaría. Matteo y Luka, absortos en el juego, seguían cada movimiento de su hermano y su padre, mientras Alex, en su inocencia, aplaudía cada vez que veía a Leo con el balón.

El partido se desarrolló con intensidad, y en el minuto 75, llegó el momento culminante. Robin interceptó un pase del equipo contrario y, con una visión impecable, envió el balón a Leo, quien, tras una serie de movimientos rápidos, se encontró frente al portero. Con una precisión asombrosa, disparó y anotó el gol que llevó a la Real Sociedad a la victoria.

El estadio estalló en vítores, y Leo, con el corazón a mil por hora, corrió hacia su padre. Robin lo recibió con los brazos abiertos, y en ese abrazo se condensaron años de trabajo, sacrificio y sueños compartidos.

Después del partido, la familia se reunió en el campo. Alicia abrazó a Leo con fuerza, mientras Matteo y Luka no dejaban de hablar sobre lo increíble que había sido el gol. Alex, aunque no entendía completamente lo que había sucedido, se unió al abrazo familiar, riendo alegremente.

— Estamos tan orgullosos de ti, Leo —dijo Alicia, con lágrimas en los ojos—. Eres increíble.

— Gracias, mamá. Esto es solo el comienzo —respondió Leo, mirando a su familia con una sonrisa radiante.

Con el futuro brillante por delante y el apoyo incondicional de su familia, Leo estaba listo para enfrentar cualquier desafío que el destino le presentara. Y en ese momento, en medio del estadio, la familia Le Normand celebró no solo un gol, sino la unidad, el amor y los sueños que los mantenían juntos.

El gol del corazón: La historia de Robin y Alicia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora