𝟐𝟖. las cosas siempre cambian

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Hector's pov

El mes pasado había sido un verdadero infierno. Entre la culpa por lo sucedido y la traición de Marc y Celina, no encontraba paz. Me había pasado los días entre el instituto, el fútbol y el entrenamiento, intentando mantener mi mente ocupada, pero era imposible.

Esa tarde de jueves, después de un largo entrenamiento, me senté en mi coche y, sin pensarlo mucho, busqué el contacto de Celina y la llamé. Sabía que teníamos que hablar, que no podía seguir evadiendo la situación.

El tono de llamada se alargó, y por un momento pensé que no contestaría, pero finalmente escuché su voz al otro lado de la línea.

—Hola, Ferraris. Siento no haberte contestado durante un mes. Necesito hablar contigo, por favor —dije, tratando de mantener mi voz firme.

—Por acá no.

—Vale... Estás en tu casa?

—Sí, por?

—Estoy yendo.

Y colgué.

Dicho y hecho, fui hasta su casa, y la volví a llamar para avisarle que estaba en la puerta. Celina no tardó en aparecer, abriendo la puerta con una mezcla de sorpresa y aprehensión en su rostro.

—Hola —dijo en voz baja, apartándose para dejarme pasar.

Entré en la casa, sintiendo un nudo en el estómago. Nos dirigimos al living y nos sentamos en el sofá. Durante unos instantes, el silencio fue insoportable.

—Mira, Fort, la verdad es que sé que está todo mal. Clara habló conmigo el otro día.

Abrí los ojos como platos al escuchar eso.

—¿Qué? ¿Qué te dijo? —pregunté, sin poder disimular la preocupación.

—Me contó sobre la noche en que te besó y sobre cómo se sintió después. Dijo que fue un error y que lamentaba haber causado tanto daño. No sé si confiar en ella, pero parecía que estaba muy arrepentida —explicó Celina.

—Lo fue. Fue un error. Clara me besó sin mi consentimiento, y la aparté de inmediato. Desde entonces, he intentado mantenerme alejado de ella. No tengo ninguna intención de volver con ella —dije, tratando de calmarla— Lo siento tanto por haberte ignorado este tiempo. No sabía cómo enfrentar todo esto. Necesitaba tiempo para pensar. Clara ha estado luchando con sus propios sentimientos y cometió un error al intentar intervenir entre nosotros.

—Yo también lo siento. Lo que pasó con Marc... No tendría que haber pasado. Estaba dolida y confundida, intenté buscarte a vos en alguien más. En... tu mejor amigo. La más hija de puta acá soy yo —dijo ella, su voz temblando ligeramente.

—No digas eso, Ferraris. No se trata de quien estuvo peor. Al final, los dos estuvimos mal. Por mi parte, por no haber cortado lazos con Clara, incluso sabiendo que no te gustaba mucho. Y también sé que lo que viste con Clara fue un golpe duro. Pero necesito que entiendas que yo no quise besarla. Ella se lanzó sobre mí, y cuando intenté apartarla, ya era tarde. Jamás volvería con ella.

Celina asintió, sus ojos llenos de lágrimas.

—Yo sé que te lastimé. Nunca me lo voy a perdonar, Fort. Pero quiero arreglar esto. Quiero aunque sea intentarlo.

—Pues al final no importa el daño que le hagamos al otro. Me di cuenta que te amo, Ferraris —confesé.

Lo dije.

—Yo también te amo, Fort. Imbécil.

Esas simples palabras fueron todo lo que necesitaba para saber que, a pesar de todo lo que habíamos pasado, había esperanza para nosotros.

El peso que había estado cargando durante semanas, la angustia y la incertidumbre, se fueron en un instante. Todo el dolor y la confusión se desvanecieron.

La miré a los ojos, y en ese momento, supe que podríamos superar cualquier cosa. Sabía que no sería fácil, que aún teníamos mucho por resolver, pero también sabía que juntos podríamos enfrentarlo todo. La abracé con fuerza, deseando nunca soltarla. La amo más de lo que las palabras y acciones pueden expresar. Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que todo iba a estar bien.

—Sin más secretos ni malentendidos —dije, tomando su mano.

—Te lo prometo. No quiero perderte —replicó ella, apretando mi mano con fuerza.

Celina se acurrucó sobre mí. Yo besé suavemente su frente, al mismo tiempo, le hice caricias en el pelo. El tierno momento eventualmente fue interrumpido, por los padres de Celina, que llegaron del trabajo.

Nos levantamos del sofá rápidamente.
Celina me lanzó una mirada nerviosa antes de que sus padres entraran al living.

—Qué tal? —dije, acercándome a saludarlos— Disculpen la molestia, solo vine a hablar con Celina.

Su madre nos observó con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

—No es molestia, Hector. Sabes que sos bienvenido acá —respondió, esbozando una sonrisa.

—Todo bien, hija? —preguntó su padre, dirigiendo una mirada a Celina.

Ella asintió, sonriendo.

—Sí, pa. Todo bien. Necesitábamos hablar de algunas cosas importantes.

—Bueno, me alegra que estés acá, Hector —dijo su padre— Estamos por cenar. Te quedas?

—Gracias, señor Ferraris. Me encantaría —respondí, sintiéndome un poco más relajado.

Pasamos la tarde ayudando en la cocina. Las conversaciones triviales sobre la escuela y el fútbol ayudaron a aliviar la tensión. Poco a poco, la atmósfera se volvió más cómoda y relajada. La madre de Celina nos dio tareas sencillas: cortar la carne y algunos vegetales, y poner la mesa.

La cena fue tranquila, con conversaciones ligeras y risas ocasionales. Los padres de Celina parecían aliviados de vernos juntos, aunque un aire de tensión no dicha aún flotaba en la habitación. Después de la cena, ayudamos a limpiar la mesa y lavar los platos. Cuando finalmente terminamos, nos dirigimos de nuevo al living.

Dentro de un rato me tenía que ir a casa, ya que al otro día sí teníamos clases. Así que aprovechamos el poco tiempo, abrazados en el sofá, simplemente disfrutando de la compañía del otro. No sabía lo mucho que necesitaba esto. Después de unos minutos, me animé a romper el silencio.

—Quizás deberíamos tomarnos un tiempo para nosotros mismos, lejos de todo el drama —sugerí— Podríamos planear una escapada de fin de semana. Un lugar donde podamos estar tranquilos.

Celina asintió lentamente, pensativa.

—Tenes algún lugar en mente?

—Podríamos ir a la casa de campo de mis abuelos. Está a unas dos horas de aquí, y es un lugar tranquilo y alejado. Nadie nos molestará allí.

—Me encantaría eso, Fort. Necesitamos un respiro de todo esto.

𝐃𝐄𝐋𝐈𝐂𝐀𝐓𝐄 | hector fortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora