René

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Mi primer cita en años, y ni siquiera parece una cita. Erik, dos amigos suyos y yo nos calzamos trajes militares falsos luego de la plática de inducción para jugar paintball. Florian y Julian son los amigos de Erik. El primero es gordo y bajito y el otro es alto, delgado y demacrado.

Erik se ve bien en uniforme. Parece un verdadero soldado con formación y todo. Incluso al sostener la pistola de pintura.

—René, ¿cierto? —me habla Florian—. Erik me habló de ti.

—Oh, ¿sí? Siempre me pongo nervioso cuando escucho esa frase.

—No tienes por qué. A sus ojos, eres un buen chico. Está embobado por ti. No le digas que dije eso.

—Él también es un buen chico...

—¡Bien, vamos a dividir el grupo en equipos de siete integrantes! —indica el encargado—. ¡Los equipos serán escogidos al azar!

Erik y yo terminamos en bandos distintos, pero permanezco junto a Julian. Nos dan los banderines rojos y el equipo de Erik y Florian ondean los azules. Las indicaciones son robar los banderines del equipo contrario y evitar ser eliminado por las balas de pintura.

—No nos conocemos formalmente —dice Julian, ambos con el casco puesto, mientras nos adentramos al campo con el resto de nuestro equipo—. Soy Julian Hofmann.

—¿Hofmann? ¿Vienes de familia alemana?

—¿Lo averiguaste por mi apellido o mi aliento a alcohol y salchichas?

—Mi actor favorito apellida así. Louis Hofmann. De la serie Dark.

—Sí, nací en Berlín —sonríe.

—Yo soy René Blacked. Encantado. Mi primo te adora. Escucha su programa.

—¿En serio? Wunderbar. ¿También me adoras?

—No escucho su programa y acabo de conocerte.

—Entonces un poquito.

El campo es enorme. Lleno de obstáculos y trincheras. Hay un árbitro aguardando desde la distancia. Erik y yo no hemos interactuado mucho desde que llegamos. Desalentador, siendo que es nuestra gran primera cita.

—Voy a odiar a Erik luego de esta campaña —dice Julian, recargando su arma tras el pitido del árbitro.

—¿Por qué? —cuestiono, imitando su acción mientras nuestros compañeros abandonan la trinchera para enfrentarse al bando contrario. Sólo oímos el sonido de disparos.

—Aún no lo conoces, Ren. Erik es muy competitivo. Es un psicópata dentro de un disfraz de niño bueno.

—¿En serio?

Nos descolocamos al ver caer a un compañero de nuestro equipo. Su pecho posee varias salpicaduras de pintura. Un chico del bando contrario se acerca para tomar su bandera, pero le disparo en el casco, y se queja, para luego fingir su muerte también.

—¡Ve por la bandera! ¡Yo te cubro! —ordeno a Julian, y obedece de inmediato.

Disparo a uno más que pretendía atacarme primero, y nos movemos.

—¡Eres bueno! ¡Ya le diste a dos! —celebra Julian.

—¡Gracias!

Una extraña emoción me invade. No pensé que me sentiría tan cómodo con esta ropa y en este ambiente. Me siento muy hombre.

Tomamos otra bandera.

Disparamos y esquivamos balas de pintura, para luego ocultarnos en otra trinchera. Allí se encuentra un miembro de nuestro equipo recargado en unos costales de arena, con pintura en el casco.

—Oh, viejo, ¿te dieron? —le pregunta Julian.

—Sí, pero no pudieron quitarme la bandera. Le dieron antes —señala a uno del equipo contrario, en el suelo.

—¿Sabes cuántos quedan? —le pregunto.

—Le di a dos. Más ese en el suelo...

—Tú le diste a dos más, Ren —dice Julian.

—¿Qué? ¿Sólo quedan dos?

—Pero esos dos casi han arrasado con casi todo nuestro equipo  —ríe.

Oímos el pitido del árbitro.

—¡Estás muerto! ¡Respeta las reglas! ¡Ustedes no le hablen!

—Vamos —digo, luego de tomar las banderas azules que tomó, y nos escabullimos tras unos autos abandonados—. ¿Cuántos quedan en nuestro equipo?

—Yo calculo que sólo nosotros. Recuerda que allí está el psicópata de tu noviecito suelto.

—Erik y yo no somos nada —comento con molestia.

—Que no te oiga o romperás su corazoncito.

—¿Él... te ha hablado de mí? Me refiero...

—Le gustas. Es todo lo que sé. Dice que eres muy listo y hueles bien.

—Huelo bien —repito entre risas—. Está bien.

—¿Y... él... no te gusta?

Honestamente no sé qué responder. Me agrada Erik, pero aún no lo conozco lo suficiente como para querer estar a su lado todo el tiempo. No me he permitido conocerlo aún, mas bien.

—¡Hey! —nos llama nuestro compañero que aún sigue de pie—. ¡Mantengan los ojos abiertos! ¡Logré eliminar a uno!

—Florian —adivina Julian.

—¡El que queda es el más escurridizo! —dice, y procede a correr.

—Erik —concluye Julian.

Oímos disparos. Nos movilizamos de inmediato. Vislumbro a Erik escabullirse tras una pila de neumático. Disparamos en su dirección. Devuelve los disparos. Incluso debo parar para confirmar si no nos ha dado.

—¿Por qué es tan bueno? —inquiero frustrado.

—Su papá era militar. —Responde Julian, aflojándose el casco—. ¡Ya me harté de esta porquería! ¡No veo nada! —se lo quita para inspirar hondo. Está muy pálido.

Una bala de pintura en su frente nos paraliza. Volteo, y Erik se acerca corriendo y disparando. Me tiro al suelo para evadir las balas y contraataco pecho tierra. Se queda sin balas y tiene que recargar. Aprovecho, pero se oculta tras costales de arena.

—¡Erik, qué hijo de puta! —se queja Julian—. ¡Esas balas duelen! ¡Te voy a partir tu madre cuando salgamos de este puto campo!

—¡Hey, cuida tu lenguaje o estás fuera! —exclama el árbitro.

—¡¿No ves que ya estoy muerto, pendejo?!

Aprovecho su acalorada discusión con el árbitro para correr en dirección al escondite de Erik. Ya no está. Oigo unos pasos. Volteo.

Erik parado frente a mí, apuntándome, limpio. No dejo de apuntarle también.

—¿Empate? —dice.

—¿Por qué? ¿Por mi lindo rostro? —repongo, desafiante.

—Ninguno de los dos ha disparado por algo.

Baja el arma.

—¡No bajes el arma! ¡No es justo!

—¿Te diviertes en nuestra primera cita?

—Ah, ¿era una cita? —bajo el arma también.

—Lo siento —ríe—, quería experimentar nuevas cosas. Sentí que la última vez que intenté ser romántico, sólo te había incomodado.

—No me incomoda que seas romántico... sólo... me sentía inseguro. Es todo.

—Y ahor... ¡Ay! —da un respingo. Le han disparado por la espalda.

—¡Ganamos, viejo! —celebra el miembro de mi equipo a lo lejos, que olvidé seguía en juego—. ¡Quítale la bandera!

Erik la desamarra de su brazo y me la extiende.

—Felicidades.

Reímos.

El libro de los hombres coloridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora