MEMORIAS DE UN ADICTO

¿Por qué pienso tanto en ti?

Es inexplicable las ganas que tengo de hacerlo. Cada segundo sin hacerlo parece eterno. Miro por la ventana, y pienso en eso, me como unas galletas, y pienso en eso, hablo con gente y pienso en eso... Todo me hace volverte a querer hacerlo. No puedo sacármelo de la cabeza. La satisfacción, la sensación, la incertidumbre, la curiosidad por la primera vez... Siempre recordaré mi primera vez; Las gotas de sudor deslizándose por mí frente, el sentimiento de inseguridad y el récord de la mayor irresponsabilidad que he hecho... fue maravilloso... y adictivo. 

No podía parar. Las semanas parecían meses, los meses parecía años, los años parecían lustros, y seguía, y seguía, y seguía... No podía parar. Hecho de menos esa independencia de la cual podía presumir antes. Hecho de menos esa curiosidad por hacer cosas nuevas. Hecho de menos a mis amigos, a mi familia, mi casa, mi mascota... Lo hecho de menos todo. Y todo ha sido por tu culpa. Tu has sido la responsable de traer este sufrimiento a mi vida, la culpable de hacer que, de estar en lo más alto, pase a los más bajo. Las miradas de la gente y el miedo que noto en sus miradas al verme, la falta de contacto con mis seres queridos, las grandes oportunidades que me he perdido gracias solamente a ti, mi vida entera ha sido saboteada, y tu eres la culpable de ese gran delito. No te puedo perdonar, pero yo te amo, y no quiero perderte. Eres la única que me sostiene cuando me caigo, la única que está ahí para mí cuando lo necesito. Me regalas momentos de relajación que nunca nadie me ha podido brindar. 

No quiero perderte. No a ti también. No después de tantos años y tantos momento vividos. Pero debo mejorar. Vivo atado a ti. Debo evolucionar. Debo ser mejor persona. Debo ser feliz, me lo merezco. Por ti hecho cosas que me quitan el reconocimiento de ser un ser humano. He robado, he agredido, he traficado... He matado. He llegado al extremo. He jugado a ser dios y decidir quien vive y quien muere. Cuando maté por primera vez por ti, me sentí algo confuso y apenado, por que pensé que tal vez le había quitado la madre a una hija, o la tía a una sobrina, o la profesora a algunos alumnos. No soy dios. No soy quien para decidir quien vive y quien muere. Pero la dejé ahí, tirada en la calle como si de una lata de refresco usada se tratara. Era una persona, con toda una vida por delante, con un sinfín de recuerdos habidos y por haber. 17,46€, asesine a esa chica por diecisiete con cuarenta y seis euros. Ese numero es ahora el código de mi vida. El recuerdo de que una asesiné a alguien.

He bajado 23 kilos desde que estuve contigo esa noche. 1746. ¿Por qué tengo arrugas si no tengo más de 40? 1746. ¿Por qué no me puedo ni sostener en pie? 1746. No entiendo nada. Cualquier sitio a donde voy me hace recordar a las diecisiete personas que he arrebatado de sus familias y sus seres queridos. 1746. Y pensar que todo empezó ese día que nos presentaron.1746. ¿Quién diría que tú y yo íbamos a durar tanto? ¿Por qué ya no recuerdo ni como era antes de conocerte? ¿Qué me estás haciendo? ¿Por qué me haces tanto daño si yo te quiero?

Es la hora, sabía que llegaría este día. Debo ser fuerte y aprender a decir adiós. Hoy han fallecido cuatro de mis mejores amigos por un tiroteo en su trabajo. Yo les llamaba los ''doctores de la felicidad'' por qué mejoraron las vidas de varios chavalines haciéndolas más felices. Hicieron que esos chavales tuvieran más dinero, más amores... más de todo.

Hoy he cumplido cuarenta años. No pensé que llegaría. Después de cuarenta largos años, ¿Qué he conseguido con mi vida? Me doy la vuelta y desearía nunca haberte conocido. Eres lo peor que he visto en mi vida. Ojalá que no encuentres a nadie más y te quedes sola. Pero te quiero, y eso nunca va a cambiar. Estaré contigo hasta el final de mis días...

-Hoy estamos aquí presentes para honrar la memoria de Gerardo Martínez, alguien que no supo llevar su vida y separarse a tiempo de las malas compañías. ¿Hay algún familiar, amigo o conocido de Gerardo aquí presente? -dice el cura.

-No, aquí no hay nadie. - dice el sepulturero.