Capítulo 2

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Ni siquiera cuando abrí los ojos.

Mi cuerpo estaba cubierto de perlas jugosas y saladas, de una temperatura aburrida, pesada.

Mis ojos se abrieron a la par, casi al instante después de que el autor de "la sonrisa dedicada a mi persona" desapareció al lado de la chica de cabellos color miel.

Algo era cierto: yo lo extrañaba.

¿Cómo poder querer a alguien a quien sólo has visto un momento?, ¿Alguien a quien no conoces?

No lo sé.

Esa absorbente pregunta me dejó tumbada boca arriba en mi cama, mirando hacia el techo a un mismo punto durante las horas que restaban antes del amanecer.

Me estiré un poco, haciendo a un lado la pesadez de mi cuerpo y de mi mente, tomando el reloj despertador y cerciorándome de que, efectivamente, era lunes.

El lunes tiene distinto color según la situación: cuando algo nuevo va a comenzar te sientes con toda la energía y todo el entusiasmo posible para poder rendir ante los nuevos retos, la frescura de la ocupación del tiempo; pero cuando estás en una lucha constante entre la monotonía y la frescura, sobran razones para pedir un descanso, no de la monotonía, sino de la lucha entre la monotonía y la frescura.

Para mí este lunes no tenía color, sólo un sabor, como aquel que te queda dos horas después de haber comido algo extremadamente dulce. Un sabor incómodo, nada agradable. Un sabor con el que te dan ganas de seguir comiendo cosas dulces. Y yo ya no tenía nada dulce a la mano, ni siquiera para mordisquear.

Siendo honesta me quedaban muchas ganas de fin de semana, de descanso, de mirar hacia un punto en el espacio pensando en miles de cosas irrelevantes. Ese era un momento perfecto para mí, un momento que se prolongaba tanto como nadie me interrumpiese.

Cuando era una niña pequeña me perdía dentro de mí pensando en un sinfín de cosas que a mi psicóloga le parecían poco comunes para una niña de esa edad.

Recuerdo que a ella le contaba algo sobre los lunes. Sí, concretamente sobre los lunes.

-Si la semana comenzara el martes y no el lunes, odiaríamos el martes y sucedería igual con el miércoles, el jueves o el viernes. Siempre odiaremos el comienzo de lo que odiamos hacer.

La mujer que me daba atención psicológica era una recién graduada de la Universidad pública y era muy bella. Cabellos color canela y ojos totalmente negros. Una sonrisa débil pero amable, como aquella brisa que te roza las mejillas mientras caminas solo durante la noche, y cada vez que le dirigías la palabra así fuera para decirle la cosa más absurda del universo entornaba los ojos con dulzura y te dedicaba esa sonrisa sobria, esa sonrisa superflua pero penetrante. Como si penetrara por cada uno de los poros de tu piel.

-Sí querida. Es la tercera vez esta semana que mencionas eso. Ya es jueves.- me sonrió- ¿Has pensado en algo más?

-Sí.

-¿En qué has pensado?

-En que quiero crecer ahora mismo.

-Lo siento.- volvió a sonreírme, esta vez con más intensidad- Pero tendrás que esperar algunos años.

-No crecer de "ser grande"... quiero crecer... quiero evolucionar...

¿Era normal que una niña de esa edad hablara tan seriamente acerca de ello?

¿Qué estuviera tan convencida de que quería ser alguien inteligente, independiente y segura de sí misma?

-Creo que eres una niña de la que todos estaremos orgullosos algún día.

"Esa fue la primera piedra que tuve que cargar sobre mi espalda, y a día de hoy sigo cargando con ella."

Aún somnolienta, con el peso de ese flashback todavía sobre mis hombros me levanté de la cama y con un enorme bostezo hice lo siguiente:

Estiré mis brazos y mis piernas con vigor (todas las mañanas lo hacía), me di una ducha, aún bostezando me puse ropa ligera y me preparé el desayuno. Dos crepes bien doradas con fresas frescas y una taza de té sin azúcar frente a mí en la mesa.

Vivía prácticamente sola. Fuera de la ciudad, siguiendo el sueño universitario independiente.

Me dispuse a desayunar mientras hojeaba un libro.

-¿Qué clase de Lunes será este? –me pregunté mordisqueando la última fresa que quedaba sobre el plato.

Ninguna respuesta nació de entre mis pensamientos, así que decidí dejar de pensar en ello y hacer lo que me hacía falta.

Mientras limpiaba un poco el desastre ocasionado por el desayuno y por la pereza de no ordenar para nada durante días decidí escuchar la radio

"...después de las debidas averiguaciones, la policía ha decidido anunciar la verdadera causa de la muerte de Lisa, la joven desaparecida durante las fiestas de año nuevo en la ciudad cuyo cadáver fue encontrado hace poco en las afueras de la residencia *****..."

Subí el volumen del aparato y mientras tallaba el cochambre de la estufa seguí escuchando con atención.

"...nuestra querida alcaldesa, apenada por los sucesos, dará una conferencia de prensa en la plaza principal, hoy a las 7pm, donde responderá todas las preguntas que los ciudadanos puedan llegar a tener sobre la inseguridad a la que nos enfrentamos.

(Voz de la alcaldesa) Es una verdadera pena que una chica tan joven, bonita y dedicada haya tenido que dar fin a su vida... en conjunto con el departamento de policía me aseguraré de tomar las medidas necesarias para reducir el miedo y la inseguridad en todos los ciudadanos. Quiero liderar una ciudad en la que los padres no teman por la seguridad de sus hijas, los esposos no teman por la vida de sus esposas, donde los amigos no tengan que llorar por la muerte de una de sus amigas...

(Voz del locutor) Esas fueron las palabras de nuestra Alcaldesa y será realmente interesante la conferencia que se dará esta tarde, les recuerdo a todos los radioescuchas, a las 7pm en la plaza principal. A continuación la declaración del jefe del departamento de policía sobre el asesinato de Lisa *****.

(Voz del jefe del departamento de policía) Después de una exhaustiva investigación, la cual conllevó recaudación de evidencias, interrogatorio de testimonios, toma de fotografías en los lugares donde se vio por última vez a Lisa ***** e incluso un sondeo a nivel regional, hemos llegado a la conclusión de que la causa de la muerte de la señorita fue suicidio. Su baja autoestima terminó por debilitar su voluntad de vivir en este mundo, así que decidió darse paso al otro mundo por su propia mano..."

Apagué la radio.

-Mentira...

No quería escuchar más mentiras pretenciosas inventadas por los políticos de esta ciudad Universitaria.

Una sonrisa para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora