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❛❛ Te puedo yo jurar, ante un altar, mi amor sincero

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❛❛ Te puedo yo jurar, ante un altar, mi amor sincero

A todo el mundo le puedes contar que sí te quiero. ❜❜

Nayeon se dirigía corriendo hacia la florería más cercana

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Nayeon se dirigía corriendo hacia la florería más cercana. Estaba llendo a ver su linda futura Omega, y quería comprarle un ramo de rosas como siempre lo hacía.

Termino comprando un ramo grande de las flores más bonitas que pudo encontrar y un peluche de oso, luego se dirigió al trabajo de Jeongyeon.

Yoo tenía un pequeño trabajo como costurera, pues debía ayudar a su madre con algunos gastos. Le daban 2 descansos al día, los cuales duraban aproximadamente media hora, y en esos minutos Im siempre la iba a ver.

Al llegar vió a la rubia sentada sola en una banca mientras comía, por lo que fue hacia donde estaba para poder entregarle lo que le había comprado.

— ¡Linda Jeonggie! — gritó haciendo que la Omega diera un pequeño saltó por el susto.

— Creí que hoy no ibas a venir, Im.

— ¿Cómo vas a pensar eso? Yo siempre voy a venir a verte, porque eres mi amada Omega.

Jeongyeon volteó los ojos y dió un suspiro pesado.

— ¿Cuántas veces te tengo que decir que no soy tu Omega?

— Todavía no, pero lo serás en un futuro. Y tendremos una lin-

— ¡No! — puso su mano en la boca de Nayeon haciendo que guardara silencio — No soy tu Omega y nunca lo seré, tampoco tendremos una cachorra que se llame Winter.

— No, ese es el apodo.

— El punto es que nunca pasará, Nayeon.

La Alfa como respuesta solo sonrió con cinismo. Ella tenía 18 años y Jeongyeon 17, apenas eran unas adolescentes, y ninguna sabía lo que pasaría en el futuro.

Pero Nayeon sabía con seguridad que aquella linda rubia sería la persona con la que pasaría el resto de su vida.

Ese pensamiento era muy loco.

— Eso ya lo veremos Jeonggie.

Le extendió los regalos que todavía tenía agarrados. Jeongyeon se sorprendió un poco por el detalle, al mismo tiempo un pequeño sonrojo atacó sus mejillas, debía admitir que Nayeon era un amor de persona.

— ¿Muchas gracias? — recibió las bellas rosas rojas y el pequeño peluche, y por primera vez en todo este tiempo, la alfa castaña pudo ver la linda faceta de Yoo, pues la de mechas mostraba una bonita sonrisa.

— ¿Muchas gracias? — recibió las bellas rosas rojas y el pequeño peluche, y por primera vez en todo este tiempo, la alfa castaña pudo ver la linda faceta de Yoo, pues la de mechas mostraba una bonita sonrisa

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Nayeon se encontraba dirigiéndose al trabajo de Jeongyeon en su bicicleta. Ese día le iba a regalar una carta que había escrito ella misma la noche anterior.

Cuando llegó no encontró nadie cerca del lugar, lo que se le hizo extraño pues la rubia

siempre se encontraba por esa área en su tiempo de descanso.

Con algo de extrañeza fue hacia la tienda donde la Omega trabajaba para preguntar donde estaba.

— Disculpe, ¿Sabe dónde puedo encontrar a Yoo Jeongyeon? — le preguntó a la jefa de la mencionada.

— Oh, Jeongyeon no asistió hoy a trabajar. Me comentó por llamada que había amanecido con un resfriado.

Nayeon asintió con la cabeza mientras agradecía y daba una pequeña reverencia. Salió de el lugar y se subió a su bicicleta nuevamente.

Iría a la casa de Jeongyeon para ver cómo estaba y poder entregarle la carta. No sin antes comprar algunas ricas galletas para que su Omega se sintiera mejor.

Sabía la dirección pues una vez había acompañado a Yoo cuando salía de su trabajo en la noche.

Estacionó su bicicleta en la entrada de la vivienda y fue a tocar rápidamente. Pasaron varios minutos para que la puerta fuera abierta.

Una Omega con cabello desordenado, nariz roja y pijama de gatos se encontraba dentro de la casa.

— ¿Que haces aquí Nayeon?

Su voz terminaba de confirmar que efectivamente, Jeongyeon estaba enferma.

— Oh, vine a ver como te encontrabas pues tú jefa me comentó que estabas resfriada. — respondió mientras le daba la caja de galletas que le había comprado.

— Bueno, gracias por preocuparte por mi.

Le regaló una sonrisa tierna mientras agarraba el obsequio.

— Y también te hice esto. — le extendió la carta a la menor, la cual agarro el detalle rápidamente. — Cuando regreses a trabajar me dices que te pareció. Ahora ya tengo que irme.

Besó rápidamente la mejilla de la rubia y fue corriendo a por su bicicleta para irse rápido de ahí.

Jeongyeon solo rió por tal escena. Se metió a su hogar, cerró con seguro y se dirigió a su habitación.

Al entrar fue directamente hacia su cama y se acostó boca arriba para poder leer lo que Nayeon le había escrito. Abrió el bonito sobre color rosado y saco la hoja que tenía dentro para comenzar a leerla.

Mientras más leía, su bella sonrisa se hacía más grande. Tanto era su felicidad que se le había olvidado que se sentía mal por su resfriado.



adaptación. todos los créditos corresponden a © songkinney

contigo 𔘓 2yeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora