Capítulo: Unión y Tensión: La Noche de Bodas y la Verdad Oculta
La Ceremonia
El 127 d.C. se inició con una ceremonia nupcial llena de solemnidad y esplendor. La Fortaleza Roja estaba adornada con tapices y flores, y el aire estaba cargado de una mezcla de expectativa y nerviosismo. Rhaela, de catorce años, entró en la sala con un vestido de boda blanco, bordado con hilos dorados que reflejaban la luz de los candelabros. A su lado, Aemond, de diecisiete años, vestía una túnica de seda marfil que acentuaba su estatura y presencia.
El rey Viserys, aunque debilitado por la enfermedad, presidía la ceremonia con dignidad. La unión de Rhaela y Aemond se consideraba un paso crucial para consolidar la paz y la estabilidad en la casa Targaryen. La ceremonia fue solemnemente oficiada por un sacerdote, y los votos fueron intercambiados con formalidad y emoción contenida.
El Banquete
La celebración continuó con un banquete fastuoso en el Gran Salón. Los asistentes disfrutaron de una abundante selección de manjares y bebidas, y la atmósfera estaba llena de una mezcla de alegría y tensión subyacente. Aegon, visiblemente afectado por la bebida, comenzó a cuestionar la legitimidad de los hijos de Rhaenyra, desafiando abiertamente la pureza de su familia.
—¿De verdad creen que los hijos de Rhaela y Aemond serán aceptados? —preguntó Aegon con sarcasmo, su tono imbuido de desprecio. —La madre de Rhaela siempre fue motivo de escándalo. ¿Qué legitimidad pueden tener estos hijos cuando la sangre de Rhaenyra está manchada?
Daemon, sentado cerca, se tensó al oír estas provocaciones. Aunque intentó mantener la calma, la situación se volvía cada vez más incómoda.
—No permitas que el vino nuble tu juicio, Aegon —dijo Daemon con frialdad. —Esta noche es para celebrar la unión, no para desenterrar viejas rencillas.
Aegon, sin embargo, continuó provocando a los miembros de la familia Targaryen, contribuyendo a un ambiente de creciente tensión.
La Noche de Bodas y la Consumación
La noche tras el banquete de bodas, los aposentos de Rhaela y Aemond estaban preparados para la consumación del matrimonio. La habitación, adornada con velas y flores, tenía un aire de lujo y solemnidad. La luz cálida de las velas proyectaba sombras suaves en las paredes, creando un ambiente íntimo y privado.
Rhaela, de catorce años, entró en la habitación con una mezcla de nervios y anticipación. Su vestido de boda, de un blanco inmaculado con bordados dorados, se deslizaba con gracia mientras se movía. Aemond, a los diecisiete, estaba igualmente vestido para la ocasión, con una túnica de seda de color marfil que acentuaba su figura esbelta. Su rostro, a pesar de su juventud, mostraba una mezcla de determinación y ansiedad.
—Hoy comienza nuestra vida juntos —dijo Aemond con voz suave, intentando aliviar la tensión en el aire. —Espero que podamos encontrar alegría en esta noche y en el futuro que compartiremos.
Rhaela asintió, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de emoción y temor. La ceremonia de la noche era un rito esencial para la legitimidad de su unión, y la presión de cumplir con las expectativas tradicionales era palpable.
Cuando ambos se despojaron de sus ropajes ceremoniales, la intimidad de la noche se hizo más evidente. El lecho, decorado con sábanas de seda, estaba preparado para recibirlos. Rhaela y Aemond se acercaron lentamente, sus movimientos cuidadosos y conscientes del peso del momento.
Aemond, con un gesto de precaución, tomó un pequeño cuchillo afilado que había escondido en su ropero. Mientras Rhaela se acomodaba en la cama, él ejecutó su plan con precisión. Hizo un corte superficial en el brazo de Rhaela, uno que no era peligroso pero que mancharía las sábanas con un poco de sangre. La herida era intencionada, un medio para asegurar que al día siguiente, las doncellas pudieran verificar la pureza de la princesa.
Pese a la intrincada preparación, la noche de bodas se realizó con respeto y pasión. Aemond y Rhaela se entregaron al acto de consumación con una intensidad que reflejaba tanto el compromiso como el deseo. La conexión entre ellos, aunque marcada por la tradición y la expectativa, también estaba impregnada de una intimidad genuina. Sus cuerpos se movían con un ritmo que combinaba la ternura con la pasión, creando una experiencia que era tanto física como emocional.
Una vez concluido el acto, Aemond y Rhaela se acurrucaron en la cama, rodeados por la calidez de las sábanas. El ambiente estaba cargado de un silencio reverente, una pausa en el tumulto que había precedido a la noche. A pesar de la artificialidad de la herida, ambos encontraron en la noche una forma de unión que iba más allá de la mera formalidad.
La Revisión de las Sábanas
En la mañana siguiente, las doncellas entraron en los aposentos para realizar la revisión de las sábanas. Procedieron con precisión, examinando las manchas de sangre para verificar la pureza de la princesa Rhaela. Las sábanas, manchadas por el pequeño corte realizado por Aemond, fueron revisadas minuciosamente.
Las doncellas llevaron las sábanas a los aposentos de la reina Alicent, quien recibió las pruebas con una mezcla de curiosidad y escepticismo. Alicent examinó las sábanas, y sus comentarios reflejaron una mezcla de sorpresa y desdén.
—Pensé que la hija de Rhaenyra sería igual que su madre —dijo Alicent con tono despectivo. —Una furcia sin pureza. No esperaba que la niña realmente fuera pura, pero parece que me he equivocado... al menos en apariencia.
Alicent continuó con una mezcla de cinismo y desdén. —Rhaenyra siempre ha sido un escándalo y una mancha en nuestra familia. Creí que su hija sería un reflejo de ella, pero esta prueba es sorprendente. Aunque la pureza aparente de Rhaela no cambia mi opinión sobre la familia, al menos hay algo de verdad en la apariencia.
El Desayuno Familiar
El desayuno del día siguiente se llevó a cabo con un aire de cordialidad y formalidad. La familia se reunió en el Gran Salón para compartir la primera comida del día tras la boda. Aunque la noche anterior había estado cargada de tensión y confrontaciones, el desayuno se llevó a cabo con una aparente calma.
Viserys, con una sonrisa cansada, levantó su copa. —Por la felicidad de Aemond y Rhaela. Que su unión traiga paz y prosperidad a nuestra casa.
Alicent, intentando suavizar la atmósfera y con una sonrisa tensa, comentó. —Espero que esta unión fortalezca a nuestra familia. Los futuros hijos de Aemond y Rhaela serán la esperanza de nuestra casa.
Rhaela y Aemond, a pesar de la intensidad de la noche anterior, se esforzaron por mantener un comportamiento digno y sereno. La conversación giró en torno a planes para el futuro y esperanzas para los futuros hijos, en un intento de proyectar una imagen de estabilidad y unidad.
El desayuno continuó en un tono cordial, con sonrisas y gestos amables que ocultaban las tensiones subyacentes. Aunque el pasado reciente había estado marcado por conflictos y desacuerdos, este momento buscaba ser un recordatorio de la esperanza y el compromiso de la familia Targaryen.
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El último dragón: La casa del dragón
Novela JuvenilEl último dragón: La Saga Targaryen ofrece una mirada profunda a las complejidades de la política familiar, el amor y el poder en la casa Targaryen. A través de los ojos de Rhaena, la novela explora la tensión entre el deber y el deseo, la lealtad y...