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•Sān•

Gaia abrió los ojos lentamente, y lo primero que divisó fueron esos iris de un color azul tan profundo como el océano, observando a su alrededor con una mezcla entre preocupación e intriga. Ella se dió cuenta en donde se encontraba rápidamente, pero antes de que pudiera accionar, una muy conocida voz llamó su atención.

—¿Decker? —la voz aterciopelada de Strange hicieron que ella tragara en seco, y los ojos de la morena se clavaron en los ajenos.

—¿Strange? —respondió incrédula y con la voz ronca; al instante pareció volver a la realidad porque sintió una de las manos de Stephen en su espalda y la otra bajo sus rodillas.

Él se quedó en silencio observándola con un semblante distraído, no fue hasta que Gaia hizo una mueca que él se dio cuenta nuevamente de lo complicada que era esa situación. Decker al instante comenzó a removerse entre sus brazos bastante disgustada.

—Bájame ya Strange, puedo caminar sola. —él apenas tuvo tiempo para bajarla y Gaia miró a su alrededor— ¿Mi bolso?

—Decker, no actúes así. —él descolgó el bolso azul que estaba en su hombro y lo dejó en el suelo.

—¿Que no actúe cómo? Porque, si mal no lo recuerdo, la última vez que estuvimos en el mismo lugar fue hace cinco años. —reclamó la jóven, manteniendo un tono de voz bajo— Y ahora, repentinamente, alguien intenta asesinarme ¿Y quién está detrás de todo ésto?

Chasqueó la lengua, mirándolo de arriba a abajo, implicando así la respuesta a su pregunta retórica.

—Nada de esto fue previsto, todo se salió de control. —Se escudó ladeando la cabeza tratando de transmitir algo de calma, pero se quedó en silencio apenas la puerta se abrió de par en par, mostrando a un chico de piel morena, rostro serio y mirando a ambos con una mirada poco amigable.

—¿Quién es éste, Gaia? —la pregunta iba dirigida a su hermana, pero sus ojos no se despegaron de los de Stephen. Gaia tomó el bolso del suelo y entró a su casa, sin siquiera molestarse en mirar atrás.

—No es nadie. Vuelve al Santuario Strange, ya he tenido suficiente de todo ésto. —gruñó desapareciendo inmediatamente del campo de visión del hechicero.

Mike, su hermano mayor, se hizo a un lado un instante para dejar pasar a Gaia, y luego volvió a bloquear la entrada a su hogar, examinando al contrario con sus brazos cruzados.

—Así que tú eres ese mago. —habló finalmente, dando un paso hacia afuera de su departamento y cerrando la puerta detrás suyo.

—Hechicero —suspiró con frustración al verla marcharse, atreviéndose a corregir a Mike.

—Lo que sea. —abrió la puerta un par de centímetros y lo miró fijamente, mientras que se disponía a volver a entrar a su hogar— ¿Crees que sea buena idea que estés aquí?

Los ojos de Strange se entrecerraron unos momentos, él era una persona brillante, pero cuando a asuntos sociales se trataba… no tanto. Tardó unos momentos en recordar que Gaia tenía un hermano mayor, pero al hacerlo su semblante se relajó notoriamente, dejando atrás la fachada de hechicero supremo y mostrándose de forma más honesta: como alguien preocupado por una vieja amiga.

—Creo que tu hermana puede estar en peligro, hace unos momentos sufrió un ataque de un hechicero y…

—¿¡cómo!? —la explicación de Strange se vió interrumpida por la reacción de Mike, pero el hechicero puso una de sus manos en el hombro del contrario para tranquilizarlo un poco antes de volver a hablar.

—Lo siento, pero temo que un hechizo llegó al organismo de Gaia, y necesito revisarla para corroborar que sólo me estoy equivocando y ella está a salvo ¿si?

•SUPREME• |Stephen Strange| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora