El tráfico me hace reflexionar un poco más sobre los sucesos de hace poco. Incluso media hora más tarde al llegar frente a la gran casa, soy consciente de que quizá no sé con exactitud lo que voy a hacer.
Abandono el interior del vehículo y agradezco ser recibido incluso si mentí sobre ser enviado por mi padre para dejar un recado. Me incomoda bastante el hecho de que cada dos pasos, un personal nuevo de servicio me salude.
¿Tres personas necesitan tanta gente trabajando para ellos?
Mi padre y yo solo tenemos 4 y a veces pienso que es demasiado.
Una vez dentro de la casa intento subir las escaleras pero dos mujeres me detienen, una de ellas intenta tocarme pero la persona a su lado la golpea no tan discretamente para que evite hacerlo. No tengo que pensarlo mucho para darme cuenta de que son las personas que cuidan de Kessie desde que era una niña.
Más trabajadores rondan por la planta baja y con disimulo, prestan atención a la situación frente a las grandes escaleras.
Resoplo, un poco cansado.
—¿Me van a dejar pasar? No es la primera vez que estoy aquí. —digo.
Ambas se ven entre ellas con pena y luego niegan al mirarme.
—Lo siento joven, esta vez la señorita Kessie nos pidió que no...
Sus palabras cesan de inmediato cuando unos tacones resuenan al bajar por las escaleras. Las mujeres se hacen cada una a un lado y dejan abierta la vista para mí. Kessie se detiene frente a mi cuerpo sin ninguna expresión y en el momento menos esperado, sonríe con malicia.
El sonido del impacto se escucha por todo el lugar y paraliza a los empleados, mi cabeza da vueltas y me quejo en silencio antes de mirar el objeto en su mano con el que he sido golpeado.
Kessie levanta nuevamente el libro de psicología y me lo muestra.
—¿Ves esto? —pregunta—. Te acabo de ahorrar la visita al psicólogo.
***
Hay un silencio entre ambos mientras nos encontramos sentados en el mismo banco, uno en cada esquina pero mirando al mismo punto del jardín trasero donde una gran fuente llena los espacios vacíos con el sonido del agua al caer. De vez en cuando toco mi cabeza intentando calmar el dolor palpitante que me invade cuando hago mucho esfuerzo, producto de los múltiples golpes que me fueron propinados y que decidí soportar con tal de que Kessie se sintiera un poco mejor.
—¿Viniste a humillarme en mi propia casa también? —ella es quien decide hablar primero.
Nunca lleva sus ojos a mí pero aun así puedo darme cuenta de que evita llorar.
—Lamento haber dicho todas esas cosas de esa forma. —confieso—. Realmente te aprecio y eres importante para mí, pero no de forma romántica, te aprecio como a una hermana pequeña.
El destello de ilusión que aparece en sus ojos desaparece de inmediato ante mi declaración.
—Uhm, entiendo.
Llevo mi vista hacia ella y aunque lo pienso un poco, mi mano se eleva temblorosa y da una pequeña palmada sobre su hombro intentando reconfortarla. Sus ojos se abren con sorpresa y por fin me mira, sin poder creerlo.
La incomodidad empieza a crecer en mí por lo que alejo mi mano con prisa y toso discretamente antes de volver a hablar.
—Kessie, realmente me gusta esta persona. Eller, realmente me gusta. Y no creo que otra persona pueda hacerme ver el mundo desde una mejor perspectiva como lo ha hecho ella. Ella me ha dado el empujón que necesitaba para tomar la decisión de salvarme de aquello que me atormenta tanto.
ESTÁS LEYENDO
Quizá, el próximo octubre
RomanceMichael Stewart no solo destacó por su inteligencia, belleza y su posición en la sociedad al ser hijo del abogado penal más famoso de la ciudad, sino también por el rumor de que este... tiene un miedo irracional hacia las mujeres que no le permite s...