Mis músculos dolían y ya tenía el trasero entumecido. Para colmo, los mosquitos no dejaban de molestarme e intentar picarme por todo el cuerpo.El Jeep que me llevaba no dejaba de sacudirse por los huecos que había en el sendero disparejo que cumplía la función de "calle", solo que hecha de tierra. Volviendo mí dolor de cabeza una maldita pesadilla.
— Estamos por llegar. — Avisó el conductor desde los asientos delanteros. Era un tipo barbudo y viejo, con un peculiar hedor a cebolla que por desgracia podia llegar a percibir desde mí lugar.
— Ya era hora… — Ni siquiera me gaste en observar alguna posible reacción de su parte ante mí amargo comentario. En este momento no podía resultarme más irrelevante.
Por el contrario, lo que no dejaba de perturbar mis pensamientos era el cambio tan grande y rudo que estaba atravesando mi medianamente normal y sencillo estilo de vida.
El familiar sentimiento de rabia e impotencia me golpeó de nuevo. Mis caninos se apretaron y no pude evitar cerrar con fuerza los párpados por un momento.
Para que entiendan mí reacción, me encuentro viajando (obliga) desde hace más de un día completo. Con destino a una especie de campamento de Karate.
¿Porque? Básicamente por un dramático delirio, digno de una habitación en un buen hospital psiquiátrico, que les dio a mis pacíficos padres al ver que me salté un par de clases en la escuela.
Bueno, puede ser que tal vez demasiadas clases… y puede ser que tal vez la dirección tuvo que llamar porque casi no asistí en todo el semestre…
Pero en mí defensa, ellos no ponían de su parte. Nos exigen que estemos a las siete en punto en la escuela y yo vivo a veinte minutos de ella. Si de verdad tuvieran la intención de que asistieramos lo habrían organizado en un horario coherente. Vamos, es que te están prácticamente invitando a no ir.
Pero, eso mis padres no lo entendieron. Así que como castigo por eso y por algunas otras inofensivas pequeñeces, decidieron que era hora de dejar todo atrás y asistir a una especie de internado de Karate en Corea del Sur.
Mencionaron algo sobre que aquel Sensei, un tal "Kim-no se que", fue su antiguo mentor cuando ellos fueron jóvenes y que era un hombre duro e impenetrable que sabría exactamente como "disciplinarme".
Puras estupideces.
Lo único positivo que le sacaba a todo este brote psicótico de su parte, es que podría aprender un poco más a fondo sobre Karate. Ya que por lo visto tendría bastante tiempo libre estando en esta enorme selva.
Por suerte, una de las pocas cosas buenas que hicieron mis padres por mí fue tomarse el tiempo de instruirme en el mundo del Karate desde niña. No es por presumir, pero de todos mis primos yo soy la mejor luchadora.
Por acto reflejo, levanté la pantalla de mí teléfono para ver la hora. Pero como era de esperarse, estaba absolutamente muerto y nada cambiaría eso. Era como la tercera vez que me pasaba y ya estaba extrañando la tecnología.
Estaba comenzando a plantearme si aquel hombre de verdad estaba llevandome hacia donde debía o si tal vez solo estaba secuestradome, cuando vi por la ventana un viejo y casi imperceptible cartel con extraños símbolos tallados.
Probablemente eran palabras Coreanas. Porque si, me habían obligado a viajar sola por primera vez desde Estados Unidos hasta Corea del Sur, un país en el que nunca había estado, solo para terminar en un hueco en medio de la jungla.
¡Ni siquiera sabía Coreano!
Era obvio que no era una buena idea enviarme aquí. Pero a mis padres claramente no podía importales menos los problemas que pudieran surgirme. De todas formas la que tiene que sufrir y pasar vergüenza en un país que no conoce era yo, no ellos.
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Magnetic rebellion | Kwon Jae-Sung
RandomEncontró a su alma gemela. Lo encontró a él... Solo que aún no lo sabía. Aria Johnsson es una joven estadounidense de a penas diecisiete años, la cual es obligada por sus padres a viajar hacia Corea del Sur para estar reclutada en el imponente y anc...