003: Lollipop

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     Es sábado. Las ocho y media de la noche del sábado, para ser precisos. JungKook y su familia están sentados en la primera fila del templo, como de costumbre, pero esa vez el hijo mayor de la familia Jeon no está de mal humor.

     No del todo, al menos, y no tiene nada que ver con estar sentado en la iglesia, preso de su propio aburrimiento. Lo único que le impide estar de un humor radiante es esa fiesta a la que irá después y la red de mentiras que ha tejido durante la semana para logar conseguir el permiso. Eso y que hay una diabólica capa de polvo sobre los pétalos de flores artificiales que adornan cada lado del altar.

     No sabe quién está a cargo de la limpieza del templo, pero se lo comentaría a su padre más tarde, definitivamente.

     JungKook esa tarde hizo la cena temprano, también los deberes pendientes de la casa pese a que nadie se lo pidió y hasta ayudó a Faith a escoger su atuendo. Fue más complaciente de a lo que sus padres están acostumbrados, pero no le han dicho nada al respecto. Lo agradece en silencio.

     Sin embargo, ni haber estado a punto de meter a Faith a la ducha él mismo para que esté lista a tiempo y así llegar temprano al servicio lo deja tan en ridículo como las dos hojas y media llenas de garabatos y números sobre su biblia. Sabe que a sus padres les parece algo extraña esa afición suya, pero lo relacionan a lo inteligente que es.

     Aunque tal vez está un poco fuera de control esa noche.

     —... Si los sumo, me da treinta —murmura para sí, mientras su pie taconea—. Y si multiplico el primero por tres y resto el segundo, el resultado es diez. Tengo que hallar "x" y "y". —Escribe rápidamente en la mitad de la hoja que tiene en blanco y su mano izquierda se une al taconeo de su pie, pero ésta sobre la silla—. Despejo "y"... Reemplazo... y simplifico. Listo, ahora solo quedan "x" —balbucea. No ha notado que todo están de pie para entonar las alabanzas—... "x" vale diez, entonces, si reemplazo su valor en esta otra ecuación...

     —JungKook.

     —... Veinte.

     Cuando despega la mirada de su desordenado ejercicio, se encuentra con los ojos imperativos de su padre; es entonces que cae en cuenta. Mira a su alrededor y todos están sobre sus pies y el grupo de músicos al frente, listo para comenzar. JiMin, como siempre, es uno de los que está en el estrado y le sonríe brevemente.

     —Uy, perdón —dice en voz baja.

     Su padre niega, pero no se le ve enfadado. El hombre vuelve sus ojos al altar y da un asentimiento para que el grupo comience a tocar. Park da unas palabras de inicio mientras JungKook termina de escribir el valor de "y" en su hoja. Al menos logró acabarlo, aunque era algo bastante sencillo.

     Se pone de pie, haciendo un bollo de papel con las hojas y Faith le pregunta si puede tomar el lápiz ahora. JungKook le hace una señal con los labios en dirección al lápiz y sale de su asiento, avisándole a su padre que iría a botar su basura.

     La música comienza y su nerviosismo ha cambiado de rumbo. Quizás exagera, pero existe ya un miedo de haberlo arruinado todo con ese llamado de atención que se ha conseguido por no poder controlarse. Debe encontrar otro modo de canalizar sus emociones.

     JungKook entra al baño de hombres y tira el bollo al tacho. Suelta un largo suspiro y se sienta sobre la tapa del retrete mientras tararea la canción que entona el grupo de alabanza. Tiene buen ritmo y, aunque no quisiera, escucharla tantas veces durante su estancia en América ha hecho que se la aprenda completa. One Way, de la banda Compassion. O al menos esa es la versión que él escucha cuando su madre pone música a todo volumen en casa.

Flor de Loto en Occidente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora