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Cuando Plex llegó a México, conoció de inmediato a los papás de Mariana

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Cuando Plex llegó a México, conoció de inmediato a los papás de Mariana. Junto a su perro salchicha; Tilin.

Mariana lo hacía llamar su perrhijo, cosa que le causó gracia a Plex, pero no dijo nada al respecto, sus modalidades eran demasiado distintas a las del mexicano, por su clara diferencia de país, así que no podía opinar por el hecho de no saber si aquella palabra era común.

Tilin estuvo encantado de conocer a aquella persona nueva en su casa, incluso le pidió jugar llevándole una pelota para que la lanzará y él pudiera salir corriendo trás de ella para tomarla.

Aunque, con el pasar del tiempo, a Tilin dejaba de agradarle Plex. Y la razón era que él recibía muchas más caricias que él por parte del castaño, incluso lograba olfatear la inmensa felicidad de su dueño al hacer aquellas acciones.

Tilin se sentía remplazado, aunque en su vida ha pasado mucho más tiempo con "su abuela" que con su dueño, le era frustrante saber que ahora no era el único, y que su humano tenía un perro nuevo.

Ó al menos así lo veía él. Ninguno era discreto, él podía ver cómo ambos se "lámian" las caras.

Trataba de llamar la atención de alguno de los dos fingiendo que aquello no le importaba y en cambio iba con su dueña para pedirle cariños, cosa que recibía.

La molestia del perro fue en aumento cuando en una ocasión, ambos humanos acaparaban el sillón, impidiéndole subirse.

Y mientras él se acostaba sobre su cama, observó al español ponerse encima de su humano, lo que le alarmó. Estuvo apuntó de levantarse y atacarlo, pero se mantuvo en su lugar al ver cómo ambos empezaban a "lamer se las caras".

Inevitablemente gruño, llamando la atención de ambas personas, que lo miraron con sorpresa.

─¿Por qué gruñe?─ Preguntó el menor sin dirigirle la vista al contrario, solo mirando al perro.

─No sé, a veces es así. Es muy territorial, tal vez no le gusta que estemos en el sillón.─ Tomó las mejillas de su contraparte, haciendo que le volviera a dirigir la mirada.

─¿Nos vamos entonces?─ Cuestionó, dejó un leve beso en los labios contrarios, siendo correspondido. ─También están tus papás y tú hermano, si vamos a.. Bueno, amarnos, no quiero que sea en silencio.─ Dejó otro beso en la frente del mayor, bajando hasta el cuello de éste para empezar a dejar besos húmedos.

Inevitablemente, tuvo que detenerse al escuchar al perro ladrar, ambos chicos lo miraron confundidos; y el mexicano entendió en seguida que era lo que inquietaba al perro.

─No te quiere.─ Empezó a carcajearse, demasiado divertido al ver cómo el perro ladraba mirando al español.

─¿Qué?, ¿por qué no?─ Se sentó sobre sus piernas, viendo como el can le seguía ladrando.

TilinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora