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‣ Gojo aprovechará cualquier excusa para tumbarse y ver cómo intentas hacer frente a su longitud. Esa mirada de suficiencia en su cara mientras te sacas su polla, tosiendo y limpiándote los labios con esa mirada de decepción en tus ojos. Se burlará de ti, "¿eso es todo?", te dará ganas de hacerlo mejor, de llevarlo más lejos durante más tiempo. Esos bonitos ojos azules que te miran, analíticos, mientras le lames de la base a la punta y chupas la cabeza de su polla para prepararte para más.
"¿Necesitas ayuda, guapa?" Un tono tranquilizador como el suyo es malvado cuando está usando el mismo aliento para empujar tu cabeza hacia abajo en su polla, chasqueando las caderas hacia arriba a la par. Tal vez sea una cuestión de ego, ver cómo te esfuerzas por recibir más de dos tercios de su polla; tal vez sea un sádico cariñoso, pero se correrá dos veces en tu garganta antes de darte un respiro.
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‣ A Geto le gusta el control, no hay quien cuestione sus formas y aflicciones. No te sorprende que cada vez que rodeas su gruesa polla con tus labios, sus manos venosas se acerquen a tu nuca. Siempre está deseando empujarte hacia abajo, controlar el ritmo de tus caricias, como si fueras un juguete con el que masturbarse. Puede que estés recibiendo su polla, pero él tiene todo el control.
Manteniendo la cabeza baja cuando estás en la base, intentas concentrarte en respirar a través de tu ruido y él se concentra en tu falta de contacto visual. "Mírame", una orden severa. "¿Qué otra cosa tienes que mirar? ¿Ahogándote con la polla de otro, muñeca?". Un mandón, pero te comerá hasta que se le trabe la mandíbula después para compensar.
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‣ Nanami es casi quirúrgico con la precisión que tiene cuando se trata de ti. Te conoce por dentro y por fuera, como la palma de su mano, y tus límites no son una excepción. Incluso cuando se deja llevar, perdido en la nebulosa frontera del placer a la que a menudo le llevas, descubrirás que sólo empuja hasta cierto punto dentro de tu boca, lo justo para evitarte el dolor de garganta y las toses ahogadas cuando se retira.
Es cuando le ofreces tu garganta, insistiendo en que puede ser un poco más duro contigo, un poco más áspero, cuando pierde todo el respeto por sí mismo. Gemidos jadeantes y sartas de palabrotas salen de sus labios mientras le penetras tan profundamente como puedes. Y a pesar de lo blanco de sus nudillos al correrse en tu boca, sigue siendo muy suave con sus manos mientras te echa el pelo hacia atrás con un "Dios, eres preciosa cuando me tomas de una forma tan lasciva".
