1

535 79 24
                                    





Izuku estaba sentado, su mirada gacha trataba de desviarse constantemente del hombre frente suyo. De pronto, un folder negro se deslizó sobre la pulida mesa y se posó con claridad ante su visión. Izuku mordió sus labios, la tristeza que sentía en ese momento amenazaba con revelarse, lo sabía, el conocido picor que invadió sus ojos le avisó. Sin embargo, no era el momento.

—Ehm, ¿Kachan? —musitó bajo, casi con miedo.

—¿Estás listo? —el mencionado preguntó en un gruñido.

Izuku no quería responder un sí, probablemente, porque sabía que si lo hacía en ese momento, no habría una próxima vez en el futuro en el que pudiera establecer un intercambio de palabras con la persona mas especial de su vida, aún así, exhaló con pesadez y se forzó a tragar el nudo que se atoraba en su garganta hasta el punto de asfixiarlo por completo. Dio un último vistazo al que alguna vez fue su hogar, y decidido, contestó:

—Lo estoy —dijo con firmeza. —Estoy listo.

Aquellas palabras salieron de sus labios, tan rígidas y tan amargas que le revolvieron el estómago, pero en definitiva, Izuku no tenía el poder de prolongar el tiempo, tampoco la respuesta.

—Entonces lárgate de aquí —Bakugou le contestó. Sus ojos fieros estaban sobre los suyos llenos de un profundo odio. Eso no hizo más que entumecer su cuerpo.

Izuku mordió sus labios y asintió con resignación, tomó la última caja de cartón con sus pertenencias y comenzó a caminar. Cuando llegó hasta la puerta, se detuvo en el umbral, y con el dolor de un corazón herido miró hacía atrás. Allí dejaba al amor de su vida, a la única persona a la que se permitió y se permitiría abrir su corazón.

Le dolía. Quizás como jamás le dolió algo, y vaya que su vida había sido lastimosa.

—Adiós Kacchan... —dijo y se marchó.
.
.
.
.
.

El sonido de la puerta cerrándose lo derrumbó por completo.

Katsuki estaba destrozado, y a estas alturas nada sacaba con fingir que no. Si Izuku lo conocía lo suficiente, seguramente habría notado que estaba devastado. Esa fachada fría y rabiosa, no era más que un esfuerzo espantoso por disimular que permanecía inquebrantable sentado en el sofá.

Katsuki lloró, lloró como jamás antes lo había hecho en la vida. Porque tenía el corazón roto, porque le dolía y porque sabía que jamás iba a dejar de doler.

Izuku Midoriya era su todo.

Su primer amor, su mejor amigo, su héroe número uno.

Se suponía que ambos se amaban, que permanecerían juntos hasta el final de sus vidas, pero el muy maldito no había sabido serle fiel y eso era algo que Katsuki no podía permitirse perdonar.

¿En qué momento todo el amor que Izuku le profesó se volvió una mentira?

"¡Toda mi vida te he amado, ¿de verdad crees que te engañaría?!" Fue lo que le escuchó decir al muy imbécil, aquel día en que lo confrontó.

Katsuki se encabronó con la vida en aquella ocasión, con el destino, porque fue él mismo quien descubrió la traición de la persona que más amaba en el puto universo, y sólo fue por una jodida casualidad.

A Katsuki nadie le contó nada, sino que fueron sus propios ojos los que vieron a su jodido esposo follando con otra persona en el escritorio de su oficina. Así fue como se enteró, y no por las cientas y cientas de muestras anónimas que lo probaban y que habían estado llegando a su puerta seguido en las últimas semanas.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 25 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Eres mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora