Después de aquel bello día en que ambas coincidieron y a medida que el tiempo pasaba, las miradas se prolongaban, las sonrisas se volvían más frecuentes y los momentos compartidos se llenaban de un silencio cómodo. Las dos chicas se encontraban atrapadas en una danza de sentimientos no expresados, pero profundamente sentidos.
Cuando ambas chicas estaban juntas todo el mundo se hacía pequeño y todo lo malo desaparecía, era como estar en el cielo, el aire se llenaba de una brisa dulce y calida como si el mismo universo quisiera que sus corazones palpitaran fuerte el uno con el otro.
Desde que Agatha descubrió esos sentimientos, su mente se disparó en un torbellino de emociones y pensamientos, ¿era acaso amor lo que sentía por Ophelia? ¿Era posible sentir algo así por una chica? La realidad es que no lo sabía, ninguna de las dos estaba segura de los sentimientos por la otra, ninguna se atrevía a hablarlo en voz alta. Lo único de lo que ambas estaban seguras era que cuando estaban juntas nada de eso importaba, nada les interesaba más que esperar la hora para verse y estar unidas, sin importar de que hablarán o que hicieran, solo querían estar solas una con la otra. Era como si temieran que, al pronunciar ese sentir, el hechizo se rompiera, y el amor que habían construido en silencio se desvaneciera como humo en el viento.
Así que continuaron viviendo en ese limbo de amor no declarado, disfrutando de los pequeños momentos, las miradas furtivas y los toques "accidentales". Y aunque el mundo a su alrededor seguía girando, para ellas, el tiempo se había detenido en un eterno presente de amor y posibilidad.
Con el pasar de los años, su "amistad" siguió creciendo más y más y cada vez ese sentimiento confuso para ambas, se fue intensificando, Ophelia y Agatha a menudo iban a la casa de la otra para divertirse un poco, tomaban el té juntas, horneaban juntas y hacían casi todo juntas.
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Era un hermoso día de verano, el sol iluminaba con fuerza al valle, mientras el rocio de las flores silvestres llenaban de alegría el ambiente y el aire corría suavemente como acariciando sus pieles.
Agatha despertó muy entusiasmada pues por la tarde se reuniría con su "amiga" a la orilla del lindo arroyo, ambas optaron por hacer un picnic donde cada una llevaría un poco de comida para compartir con la otra. -Yo llevaré fresas y un panque, madre- hablo la pelirroja dirigiéndose a su madre quien le había cuestionado anteriormente que llevaria a con su amiga. Después de esas palabras se dirigió inmediatamente a la cocina; su casa era un hogar modesto y lo suficientemente grande para que vivieran 4 personas en está, el interior estaba decorado de una manera muy hogareña, con tonos calidos y muebles de madera pintados a mano, cuadros en las paredes y algunos bordados por aquí y por allá, dentro de ella se sentía calidez y amor, era un lugar reconfortante sin importar el estado de ánimo en el que se encontrarán, había diversas ventanas al rededor las cuales dejaban entrar rayos de sol que iluminaban con fuerza el lugar. Ya en la cocina Agatha se dispuso a preparar aquel panque y mientras lo hacía pensaba en ophelia y en como se sentía cuando estaba junto a ella ~estar con ella es mi momento favorito del día, es como si los huecos que había en mi corazón se llenarán mágicamente hasta desaparecer, estar con ella me hace sentir cuál mariposa en primavera, cuando estoy a solas con ella mi mente se detiene y solo pienso en ella y en sus lindos ojos verdes como la pradera~ pensó para si misma hasta que metió el panque al horno.Al llegar la tarde ambas se reunieron en el lugar que acordaron, el clima era el ideal para pasar la tarde fuera, la brisa seguía corriendo mientras ellas se instalaban sobre una pequeña manta. Mientras colocaban la comida que cada una había llevado sus manos se rozaron accidentalmente provocando que ambas se sonrojaran al tacto, -¿Qué fue lo que trajiste, li?- hablo la pelirroja tratando de romper el hielo luego de ese pequeño momento "incómodo" -yo traje galletas, un poco de té y algunos emparedados, ¿y tú?- contesto la ojiverde con un ligero tono de nerviosismo, -yo hornee un panque de nuez y traje algunas fresas, ¡¡son mis favoritas en el mundo!!- contesto con entusiasmo, olvidando por completo lo que había pasado hace unos minutos, cuando estaba con ophelia sentía que podía hablar por horas de las cosas que le gustaban, se sentía libre, escuchada y amada.
Así pasaron el rato hablando sobre cualquier cosa que les parecía interesante en el momento hasta llegar al anochecer...
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El destino nos separa
RomanceUn romance lésbico en la época victoriana, dos mujeres que se aman y un destino les aguarda... ¿Qué podría salir mal? (este es un cuento del estilo romántico, al principio fue un proyecto escolar pero luego se convirtió en un proyecto personal que d...