Santiago.
Cinco años atrás.
Y entonces pasó.
—¡Eres un maldito irresponsable, Santiago! —grita aquella castaña.
Mientras yo solo me río de nervios.
—Tranquila, estoy vivo, por desgracia.
—Mira, mejor cállate o te romperé el otro brazo —me fulmina con la mirada.
El hombrecito de traje blanco que se hace llamar doctor se acerca a nosotros.
Nunca es un gusto volverlo a ver. Doctor Milan
—Mira, Figueroa, no es la primera vez que vienes al hospital en estado de emergencia —me mira duramente— La otra vez fue porque ingeriste fresas, fruta a la cual eres alérgico. ¿Se puede saber por qué intentas matarte?
—Es fácil, porque mi vida es una mierda y ya no sé que hacer con ella —bromeo, rodando los ojos.
—Esa no es una respuesta coherente —me regaña mi compañera.
—Lo fuera si supieras todo lo que pasa por mi mente.
—Necesitas un especialista, Santiago —interrumpe el doctor.
—No necesito esa mierda —ruedo los ojos— ¿Ya me puedo ir?
El doctor asiente y sale de la habitación, dejándome a solas con la chica que siempre ha estado ahí para mí.
—No me mires así, pareciera que me quieres arrancarme la cabeza.
—Oh, te la quiero arrancar, Santiago.
Niego y sonrió.
—¿Por qué sigues aquí si me quieres matar?
—Porque pareces un niño pequeño y estoy segura que si te dejo solo estarás montado en aquella cosa del diablo.
—¡Se llama motocicleta!
—¡Y una mierda!
Aprieto los labios, creando una línea recta con ellos.
Fernanda Mendéz, la chica con aquellos ojos cafés tan claros y con ese brillo especial que tanto me gusta.
¿Cómo alguien como ella que siempre pareciera que está feliz puede estar al lado de alguien como yo?
Y la odio por eso, la odio porque la tengo tan adentro de mi alma, pensamientos y corazón que si se llega a ir, me arrancaría una parte de mí y se la llevaría consigo.
—¿Qué tanto piensas…?
La miro.
—En lo que me dolería si te llegarás a ir.
Sonríe débilmente.
—Nunca me iría, al menos que me llevaran en contra de mi voluntad.
Llevo mi mano a su mejilla y la acerco. Puedo sentir su respiración pausada tan cerca que si me inclinó un poco más hacia adelante podría besarla. Cierro los ojos intentando disfrutar el momento, pero una punzada se hace presente en mi cabeza.
—¿Qué…pasa? —me quejo abriendo los ojos lentamente.
—Levántate de ahí, imbécil —la voz de mi mejor amigo se hace presente.
¿Qué?
—¿Qué diablos te pasa?
—No, qué te pasa a ti —me grita —¡Una sobredosis más y podrías estar muerto! ¡¿A caso no piensas?
—Pero…
—¡Pero nada, Figueroa! ¡Ella ya no está, supéralo!
Entonces como un balde de agua fría, la realidad cae sobre mí y volviéndome a la realidad.
Pero no quiero vivir esta realidad, dónde ya no está ella.
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SERENDIPIA... [EN PROCESO]
Teen FictionHallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual.