El camino de vuelta en el coche comenzó silencioso, así que temí que se haría más largo y pesado que de costumbre. Will conducía más despacio que a la ida, por lo que al menos pude ir más tranquilo con él al volante. Yo, por mi parte, no quité la vista de la ventanilla durante la primera mitad del trayecto. Disfruté viendo cómo la lluvia volvía a hacer acto de presencia en forma de pequeñas gotas que chocaban contra el cristal y se deslizaban hacia abajo. Comenzó como algo flojo, hasta que un trueno se escuchó a lo lejos, entonces la lluvia fue ganando intensidad.
Will no iba a hablar a menos que yo lo hiciera primero. Permaneció con la mirada impasible en la carretera, con expresión seria y una extraña sensación en su cuerpo. Sinceramente podría haber aprovechado eso y no decir ni una sola palabra, pero tampoco me pareció bueno, ni para él ni para nuestra relación.
―¿Estás bien? ―pregunté, pero obviamente no obtuve respuesta―. Will, has hecho lo correcto.
―¿En serio, Barry? ―dijo sarcástico―. Oh, vaya, genial, he hecho lo correcto. Mira qué feliz que estoy. He dejado vivir a un cerdo miserable. ¿Cuándo recojo el Novel de la paz?
―Muy gracioso... ―dije, devolviendo la vista a la ventanilla.
―¿Gracioso? Gracioso va a ser cuando te des cuenta de que, cuando reúna el dinero, si es que lo reúne, claro, se lo volverá a gastar en sus pervertidas mierdas pedófilas. O cuando vea a una cría por la calle y la viole. O, mejor aún, cuando la secuestre para volver a crear material para distribuirlo. Eso sí va a ser gracioso, ya verás. Me lo voy a pasar pipa repitiendo una y otra vez "te lo dije".
Yo no dije nada, no sé si porque no sabía qué decir o porque, muy en el fondo, pensaba que Will estaba en lo cierto. Sí, creía firmemente en las oportunidades, y no rectificaría lo que dije, hay personas que no tienen la voluntad suficiente para cambiar hasta que no se ven hundidos en la mierda. Pero, en el caso de Bob... Era más que evidente que ya había tocado fondo, así que quiero pensar que simplemente no lo veía.
―¿Sabes cuál es tu problema, Barry? ―continuó―. Que eres un blando. No tienes el valor suficiente para tomar las decisiones que son duras, pero correctas.
―¿Eso crees? ―le miré con algo de desprecio y guardé un tiempo de silencio para ver si contestaba, pero no lo hizo―. Muy bien. ¿Por qué me escogiste entonces?
―¿Cómo dices?
―Que por qué me contrataste, Will. Si tan mal crees que voy a hacer tu trabajo, ¿por qué yo? Había, literalmente, miles de aspirantes al puesto. Pero conmigo apenas sí dudaste. Quiero saber por qué.
―Ya te lo dije, chico ―respondió, sin apartar la vista de la carretera.
―Vamos, William, no me vengas con esas gilipolleces de mi alma y todo eso. Quiero la verdad ―respondí, alzando la voz más de lo que pretendía.
―No, no lo comprendes ―dijo, dibujando una sonrisa―. Verás, todo el mundo, absolutamente todos, tienen maldad en su interior. Rezuma muchas veces por todos lados, como una herida supurando infección. Es hasta asqueroso de ver ―hizo una pequeña pausa y continuó―. Cuando te dije que sé calar a las personas rápido, no mentía. Puedo ver el interior de cada uno de vosotros, Barry, en el sentido literal. Y, cuando te dije que tú brillabas, también era cierto.
Yo reflexioné durante unos pocos segundos, porque seguía sin responder a mi pregunta. Fuera real o no lo que me estaba diciendo, ahí había algo más. Y por supuesto que me lo quería contar, pero quería que le presionara un poco.
―De acuerdo, digamos que es cierto. ¿No es eso justamente lo que te tendría que tirar para atrás? Me estás demostrando que en este negocio hace falta oscuridad. ¿Por qué yo entonces?
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Deja que el mundo arda
ParanormalneCuando Barry Goldman acepta trabajar para el joven y multimillonario empresario, William Taylor Winslow, no se imagina que el mundo en el que está a punto de entrar, es más oscuro de lo que cree.