Un llamado al corazón

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Leonardo y Beatriz, se dirigen a toda prisa hasta llegar a la casa de la pequeña Lía, la niña había invocado una runa para pedirle ayuda a Beatriz y una vez frente a su casa, la bruja decide abrir la puerta lentamente.

—¿Niña? —Beatriz entra a la casa y para su respuesta no hay nadie a la vista y añade. —¿No hay nadie en casa?

—Huele a muerte. —dice Leonardo con seriedad.

—¿Qué? No puede ser...

—Vallamos a los plantíos, huelo a la niña del otro lado de la casa.

—¿Está viva? Entonces...

Beatriz y Leonardo, se en caminan al otro lado de la vivienda y se sorprenden al ver la triste escena, Lía está hincada recargada sobre la tabla en la que reposa el cuerpo de su padre, él había muerto hace varias horas atrás debido a la enfermedad tan avanzada que tenía, dejando a su niña sola.

—Mocosa... —Beatriz la mira con pena ¿Cómo es que una niña de su edad pudo cargar el cuerpo demacrado de su padre sin ayuda? Se nota deshidratada, cansada y desorientada, la tristeza le corroe su pequeño cuerpo.

—Vinieron...mi papá necesita un funeral, necesito que alguien lo cuide de los perros para poder ir por flores —Lía, se pone de pie con dificultad pues no ha comido bien en varios días, utilizó sus últimas fuerzas para invocar aquella runa, pero está tan débil que en cualquier momento puede perder el conocimiento.

—¿Qué crees que haces? ¡No te muevas! —Beatriz corre hacia la niña para auxiliarla.

—Necesito... flores... si no le traigo flores mi papá se pondrá triste... los perros intentan llevárselo y le han lastimado su piel, quieren comérselo...

—¡Espera! ni siquiera puedes caminar. —Beatriz trata de detenerla, pero Lía se resiste.

—¡Déjame ir! ¡Necesito ir por flores! —Lía llora amargamente y jala de los cabellos a Beatriz mientras la patea repetidas veces, uno de esos manotazos ha hecho que la nariz de Beatriz comience a sangrar.

—¡Que me sueltes!.—gritó Lía destrozada.

—No lo haré... ¡No te soltaré! —declaró Beatriz mientras la abraza con fuerza.

Lía reacciona al sentir a la bruja estrujarla con sus brazos y se da cuenta que le ha golpeado la nariz y se pregunta en sus adentros.

—¿Por qué se aferra a mí de esa forma? ¿Por qué está llorando?

Beatriz la estaba consolando a su manera, Lía era solo una niña de cinco años, una indefensa niña huérfana y no había nadie mejor que Beatriz para entender su dolor, finalmente Lía se rinde y se refugia en los cálidos brazos de Beatriz a lamentar la muerte de su querido padre.

Después de un rato y aun recostada bajo el regazo de la bruja, Lía es invadida por un fresco aroma, Leonardo ha acercado a su rostro una flor blanca.

—Vallamos a darle a tu padre el funeral que se merece. —dice Leonardo con una tierna sonrisa.

La pequeña está asombrada al ver la belleza de Leonardo pues ante ella se ha quitado la máscara que cubría su gentil rostro y al desviar la mirada se da cuenta que hay muchas flores alrededor de su papá.

—¿Cómo te gustaría despedir a tu padre? —le pregunta Beatriz con voz suave.

—Él... pidió ser cremado mientras su cuerpo flotaba en el agua.

—¿Crees qué?... —pregunta Beatriz a Leonardo.

—Estoy seguro de que ellas entenderán.

Beatriz junto a Lía y Leonardo se dirigen al lago alcatraz para cremar a su difunto padre y una vez que han llegado a su destino preparan el cuerpo para ponerlo en el agua, pero unos sonidos extraños hacen que llamen su atención y la pequeña voltea hacia el lago y se estremece al ver a un grupo de sirenas que se han acercado a la orilla.

El amante del pantano de Nil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora