Capítulo 15: La Despedida y la Llegada

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Capítulo: La Despedida y la Llegada

Año 130 d.C.

El viento frío de Rocadragón soplaba con fuerza en el patio de la fortaleza, haciendo ondear las banderas y agitar las capas de los presentes. Rhaela, envuelta en un vestido verde plateado claro adornado con abalorios plateados que reflejaban el sol, se preparaba para su partida. Los seis dragones de su familia estaban alineados, sus escamas brillando como joyas bajo la luz de la mañana. El crujido de sus alas y los rugidos ocasionales llenaban el aire, señalando que la salida estaba cerca.

Aemond estaba de pie junto a ella, su semblante grave y su único ojo observando cada detalle con atención. Aunque la despedida era necesaria, Rhaela mantenía un aire de firmeza, sin revelar sus verdaderas intenciones. Se acercó a Aemond, su expresión era serena, pero sus ojos reflejaban una tristeza contenida.

—Aemond —dijo Rhaela, su voz llena de una mezcla de respeto y solemnidad—. Gracias por permitir que realice este viaje. Lo haré todo lo posible para proteger a nuestra familia.

Aemond, con una mirada que revelaba un conflicto interno entre el deber y el cariño, tomó la mano de Rhaela en un gesto de despedida. Sus palabras eran medidas y controladas.

—Ve con cuidado, Rhaela. Asegúrate de cumplir con lo que has prometido. Desembarco del Rey está en una situación delicada, y tu presencia será crucial.

Rhaela asintió, sin revelar el plan que había tejido con cuidado. No mencionó sus verdaderas intenciones de permanecer en Desembarco del Rey y proteger el nuevo reinado. En cambio, simplemente se dirigió hacia el lomo de su dragón, Ignis. Los otros dragones estaban listos y esperando la señal.

Con un último vistazo hacia Aemond, Rhaela dio la orden. Los dragones, en una sincronía perfecta, batieron sus alas y se elevaron en el aire con un rugido que resonó en toda la fortaleza. El vuelo de Rhaela hacia Desembarco del Rey comenzó, una danza majestuosa entre el cielo y la tierra.

El Vuelo y el Aterrizaje

El vuelo de Rhaela era un espectáculo impresionante. Los seis dragones surcaron el cielo con una elegancia y precisión inigualables. Sus escamas relucían bajo el sol, creando un espectáculo de destellos dorados y plateados. Desde las alturas, la vista de Desembarco del Rey se desplegaba como una vasta tela de lienzo, cada detalle visible y vibrante.

Rhaela, montando a Ignis, contemplaba la ciudad que se hacía cada vez más nítida con cada batida de alas. El aire estaba cargado de una mezcla de emoción y determinación. Cuando finalmente descendieron sobre la capital, el suelo se acercó con una majestuosidad que solo los dragones podían ofrecer.

La Recepción en Desembarco del Rey

Los dragones aterrizaron con gracia en una amplia plaza del centro de Desembarco del Rey. La plaza estaba llena de guardias alineados, listos para recibir a la nueva llegada. Los ciudadanos, atraídos por la magnificencia de los dragones y la noticia de la llegada de Rhaela, se aglomeraban alrededor, murmurando con asombro y admiración.

Los dragones hicieron una majestuosa fila en la plaza, sus escamas resplandecientes bajo la luz del sol. Rhaela descendió con elegancia del lomo de Ignis, rodeada por un grupo de guardias que la protegían mientras avanzaba hacia el corazón de la plaza.

El Pasillo de Ciudadanos

A medida que Rhaela avanzaba, los ciudadanos comenzaron a formar un pasillo a ambos lados de la plaza. Las calles se llenaron de un mar de rostros asombrados y reverentes. La noticia de su llegada se había extendido rápidamente, y ahora la plaza estaba inundada de una multitud que observaba con respeto y admiración.

Las personas se arrodillaban en señal de respeto, mientras otras se apresuraban a extender sus manos en un intento de tocar sus ropajes o simplemente observar de cerca la figura que representaba. La belleza de Rhaela, acentuada por el vestido verde plateado claro con abalorios plateados que capturaban la luz de manera deslumbrante, parecía ser un regalo de los dioses mismos.

El sonido de susurros reverentes y murmullos de admiración llenaba el aire. Algunos ciudadanos incluso se aventuraban a tocar las manos de los guardias que escoltaban a Rhaela, intentando establecer un contacto con la princesa. Las mujeres, con sus ropas elegantes y peinados elaborados, ofrecían flores en un gesto de homenaje, mientras los hombres inclinaban la cabeza en señal de sumisión y respeto.

Rhaela caminaba con dignidad y calma, manejando con maestría la atención que recibía. Cada paso estaba acompañado por una mezcla de reverencia y entusiasmo. La multitud seguía a Rhaela con miradas de admiración, y el pasillo que se formaba parecía interminable, extendiéndose a lo largo de la plaza y más allá.

Finalmente, Rhaela llegó a las grandes puertas del palacio. La plaza, que había sido el escenario de su llegada, estaba ahora en un estado de silencio reverente. Los ciudadanos, aún arrodillados o con la mirada fija en la princesa, esperaban ansiosos el siguiente movimiento. Rhaela se detuvo frente a las puertas del palacio, su presencia imponente y majestuosa.

Los dragones fueron acomodados en la plaza, y la seguridad se reforzó para proteger la entrada al palacio. La llegada de Rhaela marcaba el inicio de una nueva etapa para Desembarco del Rey. La ciudad recibía a la princesa no solo como una figura política, sino como una protectora y guardiana, una nueva esperanza en tiempos de incertidumbre.

Mientras el sol se ponía en el horizonte, la figura de Rhaela, rodeada por la reverencia de sus ciudadanos y la magnificencia de sus dragones, se destacaba como un símbolo de esperanza y cambio. La ciudad estaba lista para recibir a su nueva defensora, y Rhaela estaba preparada para cumplir con el papel que había asumido.

El último dragón: La casa del dragónWhere stories live. Discover now