Capítulo 17: La Amabilidad y la Empatía

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Capítulo: La Amabilidad y la Empatía

Año 130 d.C.

Las calles de Desembarco del Rey estaban llenas de un bullicio animado. Los ciudadanos parecían estar más ocupados que nunca, sus rostros iluminados con la curiosidad y la esperanza de una nueva era. Entre las multitudes, una figura destacaba con elegancia y gracia: la Princesa Rhaela Targaryen. Vestida con un sencillo pero elegante vestido de lino en tonos suaves, sin adornos ostentosos, Rhaela se dirigía a una de las plazas más grandes de la ciudad.

Desde su llegada a la capital, Rhaela se había dedicado a ganarse el cariño del pueblo. Su objetivo del día era claro: distribuir cientos de raciones de comida para ayudar a aquellos que más lo necesitaban. Los guardias y servidores que la acompañaban cargaban con cajas y sacos llenos de víveres, mientras Rhaela, con su sonrisa amable y su actitud cálida, se dirigía hacia el centro de la plaza.

La multitud se congregó en torno a ella, sus rostros expectantes mientras Rhaela comenzaba a repartir los alimentos. Su presencia era como un rayo de sol en un día nublado; la gente, asombrada por su generosidad y su forma accesible, comenzaba a sentir un vínculo con la nueva heredera. Las palabras de agradecimiento y los murmullos de admiración eran constantes mientras Rhaela y sus acompañantes trabajaban arduamente.

Mientras se movía por la plaza, Rhaela notó a un grupo de niños jugando cerca de una fuente. Estaban inmersos en un juego improvisado, empuñando espadas de madera y luchando con entusiasmo. Entre ellos, una niña de cabellos rubios y ojos azules, de no más de siete años, se destacaba por su feroz determinación y habilidad en el juego. Los demás niños la animaban con vítores y risas.

Rhaela se acercó a ellos con una sonrisa amistosa, y los niños, sorprendidos por la presencia de la princesa, se detuvieron y miraron a su alrededor. La niña que estaba liderando el combate, llamada Elira, tenía una mirada desafiante mientras se mantenía en guardia.

—¿Puedo unirme al juego? —preguntó Rhaela con un tono juguetón y cordial.

Elira la miró con curiosidad y luego asintió con entusiasmo. Los otros niños, emocionados, se apartaron para darle espacio a la princesa. Rhaela se inclinó para recoger una espada de madera y, con un gesto divertido, comenzó a luchar suavemente con Elira.

La lucha era un juego amistoso, y Rhaela permitió que Elira ganara. Con cada golpe bien dado, la niña se veía más y más orgullosa. Finalmente, Rhaela, con una expresión de sorpresa exagerada, se dejó caer al suelo con un suspiro dramático, como si hubiera sido vencida por la habilidad de la pequeña. Elira, riendo y agitando su espada en señal de victoria, se inclinó sobre Rhaela con una sonrisa triunfante.

—¡Ganamos! —exclamó Elira, rodeada por sus amigos, que aplaudían y vitoreaban.

Rhaela se levantó con una sonrisa sincera, acariciando la cabeza de Elira con ternura.

—Eres una luchadora increíble, Elira. Estoy muy orgullosa de ti. —dijo Rhaela, sus palabras llenas de genuina admiración.

Los niños se agruparon en torno a la princesa, y Rhaela, con una sonrisa, comenzó a conversar con ellos. Preguntó sobre sus nombres, sus juegos favoritos y sus sueños. Cada niño, desde el pequeño Maelon, que a sus seis años estaba obsesionado con las historias de caballeros, hasta la tímida Nyra, que apenas hablaba pero observaba con atención, se sintió especial y valorado.

El sol comenzaba a descender, tiñendo la plaza con una luz dorada. Rhaela, satisfecha con el día y con la alegría que había traído a los rostros de los niños y sus familias, decidió retirarse. Los ciudadanos la seguían con miradas de afecto y respeto, y la princesa, a su vez, se despidió de ellos con una última sonrisa y un gesto de mano.

Mientras regresaba a su palacio, la figura de Rhaela en medio de la multitud, rodeada de admiración y gratitud, era prueba de que había comenzado a ganar el cariño del pueblo. La generosidad y la empatía de la princesa estaban dejando una marca positiva en los corazones de los ciudadanos de Desembarco del Rey.

El día había sido un éxito, y la conexión que Rhaela había establecido con el pueblo era un primer paso crucial en su misión de fortalecer su posición y consolidar su influencia en el reino.

El último dragón: La casa del dragónWhere stories live. Discover now