Athena.
Bajo las escaleras, mis pasos son pesados, y la ansiedad me consume. No puedo continuar así, necesito hablar con ella. Necesito saber, necesito escuchar sus palabras, o me volveré loca. Esta situación me está matando. No puedo dejar que me controle.-¡Bridgette! -llamo su atención, levantando la voz ligeramente al verla hablando con uno de los empleados.
Cuando me ve, sus ojos se suavizan al instante. Notó la pesadez en mi respiración, el palpitar acelerado de mi corazón. Mi mente daba vueltas, las dudas y los miedos me invaden. Eres mi única salvación, Bridgette, me repito en silencio.
El hombre nos deja solas para hablar tranquilamente, sin preguntar.
-¿Sucede algo, Athena? -Su tono refleja una preocupación genuina, aunque la tensión en su rostro es clara.
Respiro profundo, decido ser directa.
-Quiero hablar contigo -mi voz se escucha algo quebrada, aunque me esfuerzo por mantener la calma-. Es sobre Dorian.
Su expresión cambia en un parpadeo; la tensión la atraviesa, pero luego asiente, sabiendo que no hay vuelta atrás.
-Acompáñame -me dice, y la sigo hasta su camerino.
El camerino es modesto, pequeño. Bridgette aún comparte habitación con una de las chicas; el lujo llega solo después de conseguir una posición más alta. Ascender significa más trabajo, más demandas, pero también más sufrimiento. La compañera de habitación nos deja solas y me siento en la cama junto a Bridgette.
-¿Qué quieres saber? -Me mira directamente a los ojos, y aunque su tono es casual, la seriedad detrás de sus palabras no se me escapa. Sus ojos tienen esa chispa de quien ya sabe lo que va a decir, pero está esperando que yo me atreva a preguntar.
La ansiedad me consume, pero lo que estoy a punto de decir sale sin filtro.
-¿Cómo fue que te enamoraste de él? -Mis uñas se clavan en mis rodillas mientras espero su respuesta, sabiendo que lo que diga podría cambiarlo todo.
Bridgette suspira, se recuesta en el respaldo con una ligera sonrisa en los labios, y la tranquilidad con la que habla me provoca una mezcla de admiración y celos.
-Tenemos buena química, en el sexo. -Se encoge de hombros, sin mostrar incomodidad, como si hablara de cualquier cosa banal-. He ido varias veces a su departamento en Francia, y siempre regreso con algún presente. -Su sonrisa tiene algo burlón, como si supiera exactamente cómo hacerme sentir pequeña.
¿Presentes? Mi garganta se aprieta. En todo este tiempo, Dorian nunca me ha sacado de aquí. Siempre ha sido él quien viene a mí. Nunca me ha regalado nada. Y de alguna manera, escuchar esas palabras de Bridgette me hace sentir aún más vacía.
No soy como ella, me repito, como un mantra que intento aferrarme. No soy como Bridgette, no lo amo. Solo disfruto de nuestros momentos. Solo eso. Pero mis pensamientos empiezan a distorsionarse.
-¿Sabes? Creo que él comprará mi libertad para poder estar a su lado completamente. -Su voz me alcanza de nuevo, esa frase, me hace un nudo en el estómago. Envidio la forma en que lo dice, como si ya lo tuviera claro.
Mis manos tiemblan ligeramente, pero trato de mantenerme firme.
-¿Qué te hace pensar eso? -Pregunto, y mi tono suena más frío de lo que esperaba.
Bridgette no parece notarlo. Sigue con su sonrisa, pero ahora tiene un brillo triste en los ojos.
-He sido la única para él cada vez que viene a Francia. Pero últimamente te ha preferido a ti. -Su voz baja levemente, y las palabras se clavan con una precisión mortal-. Supongo que es por la novedad, después de todo. Cuando se canse de ti, te desechará, como a todas las demás. -Se encoge de hombros, pero sus palabras duelen más de lo que debería.
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El rubí del Emperador [+18]
Romance-¡Lang lebe der Kaiser! -exclaman al unísono una vez abajo. Athena Harrison había vivido cuatro años terribles trabajando en el club nocturno Heaven's; había perdido toda esperanza de vivir otra vez, hasta que, en una noche inesperada, su destino ca...