02. NEGRO

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«They're just blowin' smoke
I'll say what they won't
I know everything they don't»

Blowing Smoke - Gracie Abrams

💛🖤💗

Soy una persona simple, básica, fuera de personaje no hay nada que resaltar de mí.

—Lila —repite Chandler a mitad de una carcajada—. No puedo respirar.

Excepto que tengo el mismo grupo de amigos desde los 16. El cual atesoro como el vaticano lo hace con sus secretos. Me tendrían que matar si quieren arrebatármelo. Una vez un tonto en el instituto lo intentó, no se volvió a saber de él.

«Vale, sueno un poco agresiva. Es que acabo de ver a West, tengo justificación».

En realidad, del único que puedo estar segura de que no me dejaría es al mismo rarito de siempre: el maniático, autoproclamado carismático, muy pasional y nada discreto, Chandler.

El hombre en una esquina del elevador, con la piel bronceada de más y el cabello café ya quizá demasiado claro se llama Chandler. Aunque en realidad ese es su apellido, lo usa como máscara y no es la única que tiene.

—¡Cállate! —le grito al subir al presionar el botón del piso 11—. Entré en pánico, fue lo primero que se me ocurrió.

—Decolorarte el cabello te quemó todas las neuronas —contiene la risa—. Pues entonces, está decisión ha sido perfecta, Lila. —comenta al señalarme la cabeza.

Nos tomamos las cosas tan en serio como solo un par de artistas frustrados pueden hacerlo. Una semana antes de la misión, me corté el cabello por los hombros y lo pinté de lila, tirando a celeste.

Nadie de mi ciudad me vio así y no harán. No regresaré hasta terminar este espectáculo, le daría un paro cardíaco a mi mamá.

—Esto se nos va de las manos —admito—. Somos buenos en la acción, pero planear no es lo nuestro. Tenemos que tener las variables cubiertas.

—Wow, de verdad quieres hacer esta pendejada. —resalta sorprendido.

—Creí que tú también.

—Estaba un poco en las nubes cuando acepté.

—Lo sé. —ruedo los ojos.

—Necesitaríamos a alguien que pudiera hacer mil escenarios en su cabeza por segundo.

—Lo sé.

—Y que no se vaya para atrás cuando escuche nuestra motivación poco moral o nuestra sed de asesinato.

—También lo sé.

Hay un ligero silencio en donde espero que arregle las cosas por arte de magia como suele hacerlo.

—Creo que conozco a la persona indicada. —responde luego de un rato.

Él presiona de vuelta el último piso, frunzo el ceño. Según nuestros estudios, los pilotos ya no se encuentran allí alrededor de este horario.

—No hagas preguntas aún. —murmura.

Su teléfono vibra en su bolsillo, lo cual me hace arquear una ceja, es de las pocas veces en más de media década que no lo tiene en silencio. Lo saca, me sonríe y lo pone en "no molestar".

—Se me pasó —explica antes de que pregunté—. Le dije a... alguien, que le iba a poner tono y me obligó a ponerlo enfrente suyo.

—¿No te interesa su mensaje?

No apto para cobardesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora