Andrea:
Después de tres días algo frustrantes, el miércoles por la tarde y la cena de ese día fueron maravillosas. Finn era otro hombre, más dulce de lo habitual, divertido, aunque siempre era así cuando estábamos solos.
Esta vez, sin embargo, fue increíblemente romántico, algo que no se le daba muy bien, o sí, en realidad, su romanticismo era diferente: eran otros detalles mucho más originales. Pero esta vez fue como en esas escenas de películas románticas que me hacían suspirar, solo que lo estaba viviendo en carne propia.
El jueves por la mañana se fue una hora antes de lo habitual, iba a practicar con Elijah su intervención, la investigación que ambos habían hecho por años para ayudar a una mujer a poder quedar embarazada. Me sentía orgullosa de él y de Elijah.
Me hacía feliz saber que, si tenían éxito, alguien como yo, que soñaba con ser madre, haría su sueño realidad. Era grandioso, me hacía feliz por ella y por ellos, porque sabía que tendrían éxito y podrían ayudar a cientos de mujeres más.
Pero no fue solo eso. Casi no hablamos en todo el día porque estábamos preparando la inauguración de la clínica en Nueva York, a donde viajariamos el sábado. Yo estaba tapada de trabajo, encargándome de todo lo administrativo.
Frederick había venido a ayudarme, Finn y Elijah estaban organizando el personal médico además de su trabajo habitual. Así que ambos regresamos a casa muy tarde, apenas si hablamos, y ambos respondíamos con monosílabos, no porque estuviéramos mal, sino por el cansancio.
Fue la primera noche que Finn no hizo su rutina de ejercicios; solía llegar de trabajar y encerrarse en el gimnasio por casi dos horas. Esta vez, cenamos y nos fuimos a dormir exhaustos.
- Ey... no, no, ¿qué haces? Duerme, puedes hacerlo dos horas más - Finn recién se despertó y se iba a la ducha cuando me vio levantarme.
- ¿Despertaste una hora antes? ¿Por qué? - Pregunté poniéndome de pie, y él se acercó a abrazarme.
- Voy a desayunar en la clínica, tengo mucho trabajo y quiero adelantar, para poder regresar más temprano que ayer - Respondió mientras me abrazaba y dejaba un beso en mi cabeza.
- Desayunamos juntos y nos vamos juntos. Tengo mucho que terminar. Quería aprovechar e irme contigo hoy - Murmuré casi dormida con mi cabeza pegada a su pecho.
- Estás exhausta, niña... Tuviste pesadillas anoche, ¿lo recuerdas? - Finn apoyó sus dedos en mi barbilla y me hizo mirarlo a los ojos, levantando mi rostro con delicadeza.
- ¿La verdad? No me acuerdo... Solo recuerdo que abrí los ojos dos segundos, me abrazabas, así que volví a dormir. Estoy bien, ¿podemos ducharnos juntos? Sería una forma fantástica de comenzar el día- le propuse, sonriendo de manera provocativa.
Me quedé mirándolo como una tonta enamorada. Su carcajada resonó por toda la habitación, y ver su risa fue contagioso.
- Quisiera que descanses, pero por más que insista, no lo harás. Y en cuanto a la ducha... - Finn hizo una pausa, y en un segundo me cargó en brazos, arrancándome una carcajada.
- Es una idea increíble, puedo ir una hora más tarde, que se pudran - me dijo mientras me llevaba cargando en sus brazos.
Apoyé mi cabeza en su pecho, sonriendo feliz. La sensación de cada momento juntos y a solas era la mejor del mundo.
Finn me llevó al baño y me dejó con cuidado sobre la alfombrilla antes de encender la ducha. El vapor empezó a llenar el espacio, creando una atmósfera cálida y acogedora.
Me desnudé lentamente, disfrutando de la mirada de Finn que no se apartaba de mí. Sus ojos me recorrían con admiración y deseo.
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Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro II
RomanceEn ocasiones, las ataduras que nos aprisionan nos sumergen en una oscuridad intrincada, donde solo los secretos más profundos de nuestros corazones encuentran refugio. Es entonces cuando el orgullo y la vanidad irrumpen, desatando la destrucción a s...