-¿Señor Clifford? La señorita Rords está aquí.
-Que pase, Gladis.
Michael vió como una chica morena, de pelo rizado entraba en la habitación. Iba embutida en unos ceñidos vaqueros cortos negros y llevaba unas converse a juego. En la parte de arriba llevaba una camiseta blanca muy pegada y una chupa de cuero encima. Su melena caía por debajo de su pecho y ella tenía una mirada fría como el hielo.
Profesional.
Se relamió, mordió su labio y miró al rubio con una mirada lasciva.
-Cristine Rords, señor –se acercó, contoneando sus caderas, hasta la mesa de Clifford -. Encantada -. Y le tendió su mano, a lo que él se levantó y la estrechó con fuerza.
-Se puede ir a casa por hoy, Gladis.
-Muchas gracias, señor -. La señora mayor, que era la secretaria de Mike, cerró la puerta y ninguno de los dos estuvo pendiente de ella por mucho más tiempo.
-Hágame el honor de que tome asiento, señora.
-Señorita. No estoy casada.
-Mucho mejor. ¿Algo de beber?
Interesante e inteligente, ella pensó. El hombre había utilizado una buena manera de saber si ella estaba pillada. Porque llevaba anillo en el dedo, pero era simplemente uno que tenía con sus amigas. Para despistar a los incompetentes.
Cristine, estás trabajando, se dijo a sí misma. Pero le resultaba difícil. El moreno era un maldito dios griego.
Se sentó en una de las sillas de cuero negro y contestó –Un Ron inglés.
-Buena elección. –El hombre se giró y abrió la mini-nevera para bebidas. Mientras él servía, la detective observó el despacho detenidamente. Consistía en una habitación blanca con cuadros pintados básicamente en negro, al igual que todos los muebles que había en el lugar. La pared contraria a la puerta por la que ella había llegado estaba acristalada entera y brindaba una bonita vista de lo que Londres era.
Por Dios, hasta el mueble del gran acuario era negro.
-¿Te gustan los peces?
-Por supuesto -. Él dijo y le dio a la morena su copa, mientras se sentaba paralelo a ella -. Son una pasión. Ellos y la música, aparte de la tecnología.
-Mucha gente los tiene por decorar. Pero no saben lo preciosos que son y el trabajo que conlleva tener un acuario bien cuidado. Yo tengo uno. Me gustaría tenerlo más grande, pero ya sabes, los funcionarios no ganamos mucho.
-El que más me gusta es el cirujano amarillo –él se inclinó hacia delante, haciendo que ella le mirara a los ojos. A esos bonitos ojos verdes -. ¿Y el suyo, señorita? –susurró seductor, en su cuello.
Cristine se mordió el labio y sonrió –Los corales. Pero no estamos aquí para eso, Clifford. Hay preguntas que le tengo que hacer.
El hombre se acomodó en su silla y colocó sus pies encima de la esquina derecha del escritorio, con su mano izquierda detrás de su cuello y la derecha sujetando su vaso.
-Dispare.
Ella se recolocó y le miró a los ojos -. En primer lugar, ¿es verdad que su hermano Ashton compraba y/o consumía drogas bajo su identidad cuando era menor de edad?
Él sonrió -. Eso es cierto. Pero es pasado, yo confío en mi hermano.
-¿Solo desaparece dinero de la cuenta de la sucursal francesa, o de la cuenta general de la empresa?