14. Órdenes y poder de la Loba Blanca

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Mi cabeza me pesa mucho y la mirada no puede enfocar bien veo como las imágenes se mueven a mi alrededor, pero distingo que sigo en la casa de Agatha, por el aroma de las flores. Mi cuerpo está dormido, no me puedo mover bien, creo que estoy en una cama, la sensación es muy similar a mi casa en el clan. Cuando trato de moverme, aunque sea un moco no puedo, hay una fuerza extraña que no me lo permite. Y pronuncio lo único que puedo decir o recordar.

— Agatha.

— No pensé que estarías moviéndote tan pronto - me dice.

Reconozco su rostro con dificultad, ella es el peso que esta encima de mi.

— ¿Qué me paso?

— Caiste en un sueño producto de algunas hierbas que comiste y bebiste — me responde con calma — Tranquilo, será temporal, pero te necesito así para seguir nuestra velada.

¿Ella hizo esto? ¿pero por qué? nunca hice nada malo en contra de ella y de sus lobas. Quería protestar pero me era muy difícil hacerme cargo de mi cuerpo o decir frases tan largas.

Y de pronto siento algo en mi pecho. El pie delicado y blanco de Agatha está sobre mi y puedo distinguir de manera borrosa su pierna que sale de su abrigo blanco.

— Velkan, me han encantado las conversaciones que hemos tenido — me dice sin cambiar el tono de su voz – Es tan raro ver lobos como tu... y lo digo por distintos motivos.

La punta de su pie se mueve alrededor de mi pecho bajando cada vez más mientras ella habla.

— Un lobo que ha criado a su hija loba fuera de su clan que evitó la muerte de esta.

Siento el su pie bajar por mi ombligo, me doy cuenta que me ha quitado la camisa .

—Y busca cualquier manera de cuidarla.

Su pie está frío y empieza a seguir un camino lento hasta el inicio de mi cadera.

—Aunque también eres algo testarudo, parece ser un rasgo tuyo cuando alguien te importa. Me han llegado reportes de como cuidabas a ese cachorrito que tenemos cautivo. Tienes madera de buen padre... me agrada eso.

Su pie está encima de la entrepierna y no puedo evitar quejarme cuando hace un poco de presión. El cuero de mi ropa y su pie generan una fricción incómoda que ante mi estado actual hace que mi cuerpo reaccione de la manera que no quiero.

— No me toques - le hablo apenas ante mi estado.

— No estás en posición de negarte y veo que lo agradeces.

Jadeo cuando ella mueve su pie de manera circular por ese bulto que ya estaba sobresaliendo. No quiero esto, mi cuerpo siempre ha reaccionado así cuando yo lo deseo y quiero hacerlo, pero ahora es incómodo y vergonzoso.

Es la primera vez que siento tanto miedo. Veo la mirada cerúlea de Agatha que no se aparta de mí. Ahora su cara es nítida gracias a la luz de las velas y mi gradual recuperación de visión.

La Búsqueda de VelkanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora