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Capitulo Diez.

— Vamos, Henry, debes concentrarte — Charlotte observaba cómo el pelinegro, experto en la arquería, no podía darle a la diana — ¿Qué te sucede hoy?

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— Vamos, Henry, debes concentrarte — Charlotte observaba cómo el pelinegro, experto en la arquería, no podía darle a la diana — ¿Qué te sucede hoy?

  Era un día soleado, tranquilo y sereno en la aldea de Elfos. Los dos principales guerreros de la Guardia Elfica entrenaban como solían hacerlo todos los días, cuando el sol estaba en su punto más alto, pero la mayor comenzaba a frustrarse cuando veía como su compañero era incapaz de efectuar un buen disparo; las flechas iban a gran velocidad, escapando o llegando por leves centímetros a dar en el objeto circular, pero jamás en el centro.

  Henry Lucenford agachó la cabeza con enojo, moviéndola de un lado al otro como si alejara pensamientos intrusivos de su mente. El mismo se sentía en una burbuja desde que se levantó aquel día sintiendose raro, con un sentimiento el cuál era incapaz de interpretar.

  La de ropas oscuras, con su atrayente melena blanquecina se paraba impaciente del viejo tronco en el cuál se encontraba sentada observando al muchacho practicar.

— Basta, detente— espetó ella, posando su mano sobre la mano del joven, quién iba a intentar nuevamente dar en el centro — No sé qué te sucede, pero hoy no creo que sea tu día.

—No me siento bien, no sé qué me sucede — el menor agachó la cabeza, intentando ocultar su rostro de la mirada de la guerrera.

— Está bien, fué suficiente por hoy, vamos adentro, es hora de comer.

  El muchacho asintió con la cabeza y los dos seres mágicos se dirigieron a paso lento hasta la entrada de su guarida, aquella que era muy difícil encontrar por otras especies gracias a su destacada posición estratégica y a la disposición que tenía dicho lugar.
  Frente a ellos, una enorme montaña cubierta por incontables arbustos y altos árboles, emanaba del centro sobre el nivel del suelo una tenue luz amarillenta.
  La entrada se mantenía abierta a horas del día, mientras guardias posaban en los alrededores atentos a cualquier intromisión ajena que pusiera en peligro el descubrimiento de su especie.

  Desde la distancia, una persona normal vería como una casa antigua, tallada en relucientes piedras, habitaba sobre aquella montaña, pero la realidad era que aquel hogar se mantenía casi en su totalidad bajo tierra.
  En dicha casa de piedra habitaba el despacho de Astrid Douglas, en dónde tenía un gran ventanal por el cual adoraba observar el panorama del bosque frente a ella.

  Las risas se escuchaban estrepitosas cuando los muchachos se adentraron al comedor, primer lugar visible al observar el interior de su guarida.
  Alrededor de las redondas mesas, Elfos platicaban animadamente, algunos comiendo y otros bebiendo. Sus ropajes eran en tonos oscuros, de verdes a negros, esto en forma de poder camuflarse en campos de batalla.
  Al pasar entre ellos, los guerreros notaron como muchos se frenaban a observarlos, algunos con respeto y otros con intriga.

°THE BOY IS MINE°   ||   Edward Cullen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora