Consecuencias de estar (demasiado) enamorada

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Liam me había dejado a escasos metros de mi casa, ya que hacía demasiado frío y estoy segura de que me habría congelado de no ser por su atención hacia mi. Entro en casa y la encuentro vacía y en silencio. Era innecesario siquiera mencionar que mamá no se había percatado de mi ausencia aún. No sabría decir con certeza si eso me decepcionaba o me alegraba, ya que no me apetecería responder a ningún interrogatorio de madre preocupada. Aunque supiera que eso nunca iba a pasar, ya que ella llevaba meses sin preocuparse por mi. De hecho, ni siquiera recuerdo la última vez que se refirió a mi como a su hija.

Yo siempre he sido un torbellino de emociones. Siempre he tenido mucho para dar, pero en cambio, siempre parecía como si las personas no pudieran quererme de la misma forma. Y eso era una bala directa al corazón. Sin anestesia. Todos los días me torturaba tanto con esa realidad, que deseaba dejar de pensar, de sentir. Lo único que podía hacer al respecto era dormir y estudiar. Creo que fue así como terminé aprendiendo a hablar inglés, francés, italiano y tailandés, aparte del español.

Fui directa al baño para darme una ducha con agua caliente, pero no podía dejar de pensar en Liam. En ningún momento. ¿Y si no podía ofrecerme lo mismo que yo a él? ¿Y si era al revés? No podía dejar que volviera a pasar. No iba a volver a amar a nadie con tanta intensidad hasta dejarme sin fuerzas suficientes como para quererme a mí misma. No después de aquello. Me lo prometí a mí misma después de aquella fatídica noche, que aún recordaba cómo si fuera algo de lo más reciente, aunque ya hubieran pasado varios meses.

Intenté alejar esos pensamientos, fui a servirme una taza de té caliente y me lo tomé tranquilamente, mirando fijamente a la pared, sumergiéndome en mis recuerdos más profundos...

11 meses atrás

- ¿Sabes que te quiero más que a nada en este mundo, verdad? - le dije. Creo que era la primera vez que me sinceraba tanto con alguien en voz alta. Pero realmente creía estar decidida de que no me arrepentiría al pronunciar aquellas dolorosas palabras.

- Yo también. - respondió al otro lado de la línea telefónica. - Aunque a veces siento que eres la intensa de la relación. - soltó.

¿A qué venía eso?

- No entiendo que quieres decir. - repliqué, confusa.

- Necesito que me des mi espacio. No puedo irme ni 5 minutos sin que me envíes mil mensajes. Es agotador, Margot. No puedo seguir de esta forma. Tu energía constante me agota. Y tus problemas también. He encontrado a alguien que no se pasa el día hablando sobre si misma y que tiene algo más que un buen culo. - dijo, con un tono amargo pero decidido, como si decir aquello hubiera sido lo más sencillo que hubiera hecho jamás.

- Tienes razón. Perdóname por quererte demasiado. Perdóname por no haber querido escuchar la mucho que te jodía que tu ex tuviera una nueva pareja que no eras tú. De verdad, lo siento, y no por ti, sino por mi, siento muchísimo no haberme dado cuenta antes de lo cabrón que eres.- acto seguido, colgué el teléfono, con las lágrimas peleando por salir y el corazón retorciéndose bajo mi pecho. Debí haberlo sabido desde la primera vez que miró a otra chica de la forma en la que él juraba mirarme solo a mí.

A la mañana siguiente, desperté con una cantidad increíble de mensajes de mis amigas más cercanas, preguntándome si me encontraba bien. Entré en el perfil del que por aquel entonces era mi novio, y se me congeló la sangre que recorría mi cuerpo. El mismo cuerpo, desnudo, que aparecía en el vídeo más reciente publicado en su perfil. Eran un sinfín de fotos, una tras otra, reproduciéndose, al mismo tiempo en el que mi mundo se caía a pedazos ante mis ojos. Era tarde para poder evitarlo. Tenía más de 500.000 visitas y 300.0k likes en TikTok. En la descripción del video ponía:

<< Apuesto que muchas personas estaban deseando ver estas imágenes. Lo siento mucho, Margot, pero ahora tienes verdaderos motivos para llamarme cabrón :) >>

Iba a llamarle, pero sabía que no me iba a responder la llamada. La decisión estaba clara, tomé un taxi, que me condució hasta la puerta de su casa. Empecé tocando el timbre, impaciente. Pero me vi obligada a tener que golpear la puerta con violencia. Segundos más tarde, la puerta se abrió ante mis ojos y una figura, alta y robusta, me miraba directamente a los ojos, sin ningún tipo de remordimiento, como si no me hubiera arruinado la vida solo con pulsar un simple botón.


Intentaba no pensar en lo sucedido continuamente, aunque rara vez lo conseguía. Esa noche me hice jurar a mi misma, que nunca volvería a darle nada a nadie, si esa persona no tenía nada que ofrecerme a cambio. Por eso llevo 11 meses sin demostrarle el más mínimo afecto a nadie. O más bien, llevaba. Esta noche había roto la racha.

Si has llegado hasta aquí, ¡muchas gracias! Recuerda seguirme en TikTok: @unanuevavidaenlasafueras

Una Nueva Vida En Las AfuerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora