★ Capítulo 11 ★

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Cuando llegó la mañana, consiguió fuerzas para entrar a la bañera, donde se quedó más tiempo del necesario solo mirando a la nada. Por más jabón que usará sabía que siempre se sentiría sucio. Quizá parecía ilógico pero el hedor de Bill lo acompañaba a cada movimiento haciéndolo querer vomitar. Sabía que Bill lo estaba esperando fuera de la habitación y que lo seguiría fuera donde fuera.

Necesitaba darle a Jake la carta que había escrito de parte de Leandro para él, pero no podía enfrentarlo. Tenía miedo, estaba lleno de chupetones y tenía el labio partido. No sabía cómo iba a cumplir la promesa que le hizo a Leandro.

Como pudo se vistió, guardó la carta en sus pantalones y salió a la taberna.

Bill lo observaba todo el tiempo, podía sentirlo y simplemente le asqueaba la idea.

El dueño de la taberna, Jackson, le había demostrado ser un buen tipo, o al menos, no tan perverso como la mayoría de la gente de Bitter Creek, así que quizá él podría ayudarlo.

Debajo del vaso, colocó la carta y un billete, deslizándolo hasta él. Jackson asintió sin necesidad de palabras. Tratos así eran comunes en la taberna, y nadie hacía nunca preguntas. Cuanto menos se supiera, mejor.

Silva aprovechó la visita para tomar dos copas y tratar de olvidarse de la culpa que sentía. No quería estar tanto tiempo fuera de la habitación por temor a encontrar a Jake pero tampoco podía ir a ella por temor a Bill. Se sentía sin salida, preso sin necesidad de una celda.

~-~

Durante dos largos días, Jake estuvo demasiado ocupado como para poder visitar a Silva, aunque todos sus pensamientos eran para él.

Parecía que lo estaban distrayendo con trabajo inútil, empezaba a sospechar que Bill, con ayuda del alcalde, estaba hostigando pequeños robos y revueltas para mantenerlo ocupado.

Cuando al fin pudo sentarse en su oficina, tenía los pies destrozados, las caderas doloridas de cabalgar y necesitaba un café. Dan le trajo uno, junto con una carta.

—Perdón, sheriff. Me había olvidado de darle esto. Lo trajo el mozo de la posada.

—Gracias, Daniel...

El chico se fue para dejarlo leer en paz y Jake dio un sorbo a su café para comenzar a abrir el sobre. La letra era muy familiar.

Eran dos páginas repletas que comenzaban con una presentación de su autor, Leandro, y una indicación de que debido a su ceguera alguien había escrito la carta por él. Narraba cómo él había llegado con su amante al pueblo buscando un lugar tranquilo donde asentarse, cómo Bill Morstan se había enseñado con la pareja de Leandro, acabando con su vida una noche después de una partida de cartas, y cómo desde entonces había estado aprovechándose de Leandro. La carta terminaba suplicando a Jake que volviera a abrir el caso del asesinato de Erik Bingley para poder llevar a Bill a juicio.

Jake sabía de quién era la letra. La hubiera reconocido donde fuera, lanzó con rabia la hoja al suelo y trató de mantener la calma. Él conocía a Leandro, era un muchacho amable y aunque no sabía lo que había pasado con su pareja sintió un dolor en el pecho de tan solo imaginar lo que es quedarse sin amor.

Sabía que Bill era un miserable, pero no sabía que hablar llegado tan lejos. Guardó la carta a buen recaudo como prueba y se colocó su sombrero, saliendo con rapidez de la oficina.

Silva estaba con ese indeseable vigilándolo las veinticuatro horas. ¿Cómo podía haber dejado que aquello ocurriera? Tenía que sacarlo de su lado como fuera. Ya inventaría una excusa, pero iba a llevárselo esa misma tarde.

~-~

Silva subió rápidamente a su habitación cuando el sol comenzaba a caer, cerrandola con llave, rogando por qué Bill estuviera tan ebrio que no se acordara de molestarlo, pero todas sus esperanzas se hundieron cuando tocaron a la puerta. Sabía que no tenía sentido atrincherarse y que si intentaba resistirse Leandro pagaría las consecuencias, de modo que se armó de valor y abrió la puerta mientras se decía a sí mismo que su cuerpo era solo una carcasa hecha para sufrir.

Almas perdidas ~Strange way of life~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora