El Comienzo de todo

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El 2 de febrero de 2024 fue un día soleado típico en Bogotá, Colombia. Las calles estaban llenas de gente que corría de un lado a otro, haciendo sus quehaceres diarios. En medio de este caos, una elegante camioneta BMW negra se detuvo en la entrada del Colegio Gimnasio la Montaña, una de las escuelas más prestigiosas de la ciudad. Las ventanas tintadas del vehículo reflejaban la brillante luz de la mañana y sus llantas cromadas brillaban con precisión.

En el interior del todoterreno, Julian David Ferrer Bernard, un muchacho de 15 años de pelo castaño y penetrantes ojos azules, permanecía sentado en silencio, absorto en sus pensamientos. Su modesto comportamiento desmentía la inmensa riqueza e influencia de su familia. La madre de Julian, Amelia Bernard, una ex esgrimista francesa convertida en empresaria de éxito, le había inculcado el valor de la humildad y el trabajo duro.

Cuando la camioneta se detuvo, el chofer y guardaespaldas de Julián, Hernando, abrió la puerta y permitió que Julián saliera a la acera. El joven respiró profundamente, se echó la mochila al hombro y miró hacia la imponente estructura de la escuela. Acababa de transferirse al Colegio Gimnasio la Montaña y era su primer día en el décimo grado.

—Buena suerte, señorito —dijo Hernando con una sonrisa amable—. Lo harás muy bien.

Julian asintió y escudriñó con la mirada a la multitud de estudiantes que se agolpaban en la entrada. Vio a un grupo de chicas que reían y susurraban, con los ojos fijos en él. El rostro de Julian se sonrojó y miró hacia otro lado, incómodo por la atención.

Al entrar, Julián fue recibido por la directora de la escuela, la Dra. Sofía Gómez. "Bienvenido, Julián", le dijo, extendiéndole una cálida mano. "Estamos encantados de que te unas a nuestra comunidad. Estoy segura de que sobresaldrás aquí".

Julián sonrió y sintió que una sensación de alivio lo invadía. "Gracias, doctora Gómez. Estoy ansioso por empezar".

La directora asintió y le hizo un gesto a Julián para que la siguiera. "Déjame mostrarte tu salón de clases. Estarás en décimo grado, sección A. Tu maestra, la señorita Rodríguez, te ayudará a instalarte".

Mientras caminaban por los pasillos, los ojos de Julián vagaban, observando el entorno desconocido. Se fijó en una chica de cabello dorado oscuro y ojos color avellana brillantes, sentada sola en un banco, leyendo un libro. Había algo en ella que lo atraía, algo que le hacía querer acercarse a ella.

—Doctor Gómez, ¿quién es esa muchacha? —preguntó Julián, señalando discretamente el banco.

El doctor Gómez siguió su mirada. "Esa es Natalia Avellaneda. Es una estudiante nueva, igual que tú. Una jovencita brillante y talentosa, por lo que he oído".

La curiosidad de Julián se despertó. Quería hablar con Natalia, conocerla. Pero antes de que pudiera reunir el coraje para acercarse a ella, el Dr. Gómez lo condujo a su salón de clases y Julián se vio obligado a dejar de lado su curiosidad.

Durante toda la mañana, Julián miraba hacia el banco con la esperanza de ver a Natalia. Cuando sonó la campana del almuerzo, se dirigió a la cafetería con el corazón acelerado por la anticipación.

Al entrar en la bulliciosa cafetería, Julián recorrió con la mirada el lugar en busca de Natalia. Fue entonces cuando la vio, sentada sola en una mesa, con su cabello dorado oscuro cayendo en cascada por su espalda como una cascada.

A Julián el corazón le dio un vuelco. Sintió una repentina necesidad de acercarse a ella, de hablar con ella, de conocerla. Pero antes de que pudiera dar un paso, un grupo de chicas lo rodeó, charlando y riendo.

—¡Hola, Julián! ¡Eres tan lindo! —le dijo uno de ellos.

"Sí, lo sé, ¿verdad?", intervino otra chica. "¡He oído que tu familia es súper rica!"

El rostro de Julián se puso rojo de vergüenza. Odiaba ser el centro de atención, odiaba la forma en que esas chicas lo adulaban.

—Disculpe —murmuró, intentando separarse del grupo.

Pero no lo dejaron ir y lo bombardearon con preguntas y risas.

Mientras tanto, Natalia observaba desde su mesa, con los ojos fijos en Julián. Vio cómo se sonrojaba, cómo intentaba escapar del grupo de chicas. Había algo en él que la intrigaba, algo que la hacía querer saber más.

Cuando la hora del almuerzo se acercaba a su fin, Julián finalmente logró separarse del grupo. Miró a su alrededor, buscando a Natalia, pero ella ya no estaba.

Decepcionado, Julián regresó a su salón de clases, con su mente consumida por pensamientos sobre la misteriosa chica de cabello dorado oscuro.

Esa noche, mientras Julián estaba sentado en su espacioso dormitorio, practicando con la guitarra, su mente no dejaba de pensar en Natalia. No podía quitarse de la cabeza la sensación de que tenía que hablar con ella, de que tenía que conocerla.

—Mamá —gritó, dejando la guitarra a un lado—. ¿Puedo hablar contigo un minuto?

Amelia Bernard, la madre de Julián, entró en su habitación con una cálida sonrisa en el rostro. "¿Qué tienes en mente, hijo?"

Julián respiró profundamente. "Hoy conocí a una chica en la escuela, Natalia Avellaneda. Es muy dulce y creo que me puede gustar. Pero el problema es que todas estas chicas me persiguen y no sé cómo hablarle".

La expresión de Amelia se suavizó. —Ah, Julián, eres un Ferrer Bernard. No puedes evitar llamar la atención. Pero si estás interesado en Natalia, necesitas ser genuino, ser tú mismo. No dejes que las otras chicas se interpongan en tu camino.

Julián asintió y sintió que una sensación de determinación lo invadía. "Lo intentaré, mamá. Gracias por el consejo".

Amelia sonrió y sus ojos brillaron de aliento. "Lo harás muy bien, hijo. Sé fiel a ti mismo y el resto vendrá solo".

Mientras Julian volvía a su guitarra, sus dedos rasgueando una suave melodía, sabía que haría lo que fuera necesario para conocer a Natalia, para que ella lo viera como realmente era. El juego del destino acababa de comenzar y Julian estaba listo para jugar.

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⏰ Última actualización: Jul 28 ⏰

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