Paranoias - SportaRobbie

Malhumorado

- Siempre he visto a Robbie de mal humor - comentaba Stephanie guardando su cámara en su mochila -, nunca sonríe.

- Tal vez - Sportacus pensaba el por qué Robbie apenas sonreía -, puede que las personas «malhumoradas» sean en realidad reservadas.

- Eso no tiene nada que ver Sporty - añadió la joven -. Conozco a personas del instituto que son muy reservadas, pero nunca los he visto de mal humor sino es que hayan tenido algún problema con alguien. En el caso de Robbie siempre me da la sensación de que está enfadado con el mundo. Cómo si alguien le hubiera hecho mucho daño.

Sportacus se rascaba la nuca, no sabía que responder al argumento de la pelorosa.

Puede que Robbie haya tenido una vida dura para ser tan joven

- Oye Sporty - dijo Stephanie jugando con los tirantes de su mochila -, ¿te apetecería quedar algún día a dar una vuelta?

- ¡Claro!

Aquella respuesta alegro a la chica, pero no a él. Aunque, nadie lo supiera o no se lo había pensado, Sportacus llevaba mucho tiempo que amaba en secreto a Stephanie y a la vez a Robbie. Quería a ambos; los dos era su perdición; su pecado más deseado y un tesoro muy sagrado.

- ¿El sábado te gustaría quedar?

- Perfecto.

Sportacus acompañó a Stephanie a su casa para evitar que la chica se resbalara por el suelo gelificado. Un hecho curioso que nadie sabía sobre el héroe era que él deseaba desvirgar a Stephanie y tener una relación con Robbie.

En la cueva, el villano estaba tomando café tranquilamente. Tranquilamente porque necesitaba hacer desaparecer de su mente la situación con Sportacus en el lago. Removía la cuchara dentro del café, pero decidió terminar su bebida y lanzar el vaso contra la pared. 

Robbie Rotten había perdido las ganas de ser pacifista consigo mismo. Abrió el armario donde tenía los platos y empezó a lanzar uno por uno contra la pared hasta dejar el suelo lleno de cristales pequeños, grandes y medianos de color blanco. 

El chico se sentó en el suelo, quitando antes algunos cristales con el pie, pensando... En realidad, no pensaba en nada; absolutamente en nada; solo sentía un odio profundo en su ser y en cómo acabar de una vez el dolor que arrastró durante años en su malherido corazón. 

Robbie Rotten había sido un chico solitario porque la vida le había sometido a estar solo y odiar estar rodeado de personas.