Capitulo 7: Deber

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«No es tan culpable el que desconoce un deber como el que lo traiciona»-. Concepción Arenal

—¿Traerás a tu hijo?

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—¿Traerás a tu hijo?

—No me queda de otra —dijo molesto Cassiano—. Es eso o tener otro hijo.

—¿Por qué no hacerlo? Tu esposa es hermosa, no creo que te hayas cansado de ella.

—Ella es solo terreno baldío. —Terminó de firmar los papeles de su escritorio. Debía equilibrar las finanzas lo mejor posible. Alaye fue un hueso duro de roer y terminó pagando algo más de lo que le gustaría haber hecho y pronto tendría que ayudar a financiar las pruebas. Maldito Ontrax y su incapacidad de aceptar las cosas, pero no por nada era uno de los Lores con mayor ganancia—. Tendría que divorciarme, casarme, embarazar a la chica y todo en tiempo récord, además de que el niño no tendría la edad necesaria para el reclamo.

—Solo queda Ahriman.

—No es algo que me guste.

—Naturalmente, poco se interesó en su juventud por la política. —Su compañero y consejero, Crame, encendió una cachimba con tabaco—. Y ahora debe regresar como ficha para tu ajedrez —se interrumpió un momento para soltar el humo antes de continuar—. Casi me compadezco de él.

—Trabajé mucho tiempo por estar en la posición en la que estoy y la aseguré con mi descendencia. No echaré mi trabajo a la basura solo porque él quiera vivir en el bosque como un puto Lysiano.

—¿Cómo lo harás volver?

Él no respondió, sacó una carta del cajón y un pequeño saco con monedas. No confiaba demasiado en lo que haría, no tenía idea si funcionaria lo que planeaba, llevaba años sin ver a su hijo. De tener razón, esto solo agrandaría el odio que le tiene su hijo hacia él, pero funcionaria como incentivo para regresar, por mucho odio que le pueda tener.

—Paga a un refugiado y pregunta por Ahriman —volvió a sentarse en su escritorio y continuó su anterior tarea—. Dicen ser fieles a sus líderes, pero la lealtad de un hombre flaquea con el precio correcto.

Crame asintió sin decir nada y se retiró del lugar con la misión encomendada. Conocía a un par de refugiados que ahora formaban parte de la guardia, no sería muy difícil dar con al menos uno dispuesto a hablar.

«Debí haber tenido otro apenas Ahriman se escapó» pensó Cassiano, pero seguiría sin tener la edad necesaria para el reclamo.

No importaba ya. Ahriman era un fantasma y como tal había desaparecido lo mejor posible de su radar.

Con la necesidad de distraerse del posible regreso de su hijo, hizo que trajeran a una de sus amantes. Sonya, ya acostumbrada al trato del hombre frente a ella, se quitó la ropa apenas entró y esperó desnuda junto a la puerta.

Cassiano no la tomó en cuenta ni a su desnudes, terminó de verificar los gastos y fue cuando finalmente la miró. Se consideraba un hombre de placeres simples y Sonya era simplemente hermosa, seguía impune al peso de los años, algo que su esposa parecía sufrir con mayor frecuencia.

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