04

251 9 1
                                    

08 de marzo del 2024

Era un viernes cualquiera y yo había salido con unos amigos a un bar del centro. Después de todo el drama con Ludmila, me había dedicado a disfrutar de mi tiempo con Morena y mantener las cosas simples. La noche avanzaba entre cervezas y charlas, y me sentía relajado, como hacía tiempo no me sentía.

Estaba en la barra pidiendo otro trago cuando, de repente, la vi. Ludmila estaba al otro lado del bar, charlando y riéndose con un grupo de amigas. La reconocí al instante, su risa inconfundible resonando por encima de la música. No pude evitar sonreír un poco, pensando en lo diminuto que era el mundo.

No pasó mucho tiempo antes de que nuestros ojos se cruzaran. Ludmi alzó las cejas, sorprendida de verme, pero me dedicó una sonrisa de saludo.

Yo levanté mi vaso a modo de respuesta, pensando que tal vez podríamos charlar un poco. Al final, éramos adultos, ¿no?

Un par de tragos después, Ludmila se acercó, con ese andar medio torpe, encima se iba chocando a todo lo que se cruzaba.

—¡Guido! Justo pensaba en vos, ¿qué hacés acá? —me preguntó, apoyándose en la barra para no perder el equilibrio.

—Nada, tranqui, vine con unos amigos a tomar algo.  ¿vos? —respondí, intentando mantener la conversación lo más casual posible.

—Salí con las chicas. Necesitaba distraerme un poco... vos sabés, después de todo lo que pasó —dijo, soltando una risa que sonó más triste que feliz.

Asentí, sin querer meter el dedo en la llaga. Pero antes de que pudiera decir algo más, Ludmila continuó.

—Che, Guido... tengo que decirte algo —dijo, con una sinceridad que sólo el alcohol podía traer—. Te cagué, ¿sabés? Con Santi y, bueno, con algún otro más. Fue un desastre todo.

Me quedé en silencio por un momento, sorprendido por su confesión directa, pero luego simplemente sonreí.

—Mirá, Ludmi, está todo bien. Yo tampoco fui un santo. Te gorreé con Morena. Supongo que al final estamos a mano, ¿no? —respondí, tratando de alivianar la situación.

Ludmila soltó una carcajada, una mezcla de sorpresa y alivio.

—¡¿Con Morena?! Ay, Guido, qué locura todo esto —dijo, sacudiendo la cabeza—. Pero sí, creo que estamos a mano. Al menos ya no hay secretos.

Nos quedamos en silencio un momento, dejando que la música llenara el espacio entre nosotros. Era un alivio, de alguna manera, saber que habíamos sido honestos el uno con el otro, aunque fuera tan tarde.

—¿Sabés qué? Al final, creo que lo mejor fue que todo esto pasara. Aprendí mucho de todo el lío, y espero que vos también —dijo Ludmila, con una madurez que me sorprendió.

—Sí, totalmente. Fue un quilombo, pero creo que salimos mejor de todo esto —asentí, sintiéndome en paz con el cierre que esta charla nos daba.

Ludmila sonrió y me dio un abrazo. Un gesto amistoso que nos dejó claro que, aunque no funcionamos como pareja, podíamos seguir adelante sin rencores.

Mientras nos separábamos, sentí la necesidad de hablar un poco más. Después de todo, había cosas que, aunque sabíamos, nunca habíamos dicho en voz alta.

—¿Viste que nunca llegamos a entendernos bien, no? Creo que desde el principio cada uno estaba en su mundo —le dije, mirando a sus ojos, tratando de ser sincero.

Ludmila asintió, bajando la mirada por un momento antes de responder.

—Sí, puede ser. Yo también tuve mis inseguridades, y en lugar de hablarlas, hice cualquiera —admitió—. Pero lo importante es que aprendimos, ¿no?

—Totalmente. Y bueno, creo que nos deseamos lo mejor, ¿no? —dije, con una sonrisa sincera.

—Por supuesto, Guido. Espero que seas feliz con More, se nota que te hace bien —dijo Ludmila, genuinamente.

—Gracias, Ludmi. Y espero que vos también encuentres lo que estás buscando. Te lo merecés —respondí, sintiendo que finalmente habíamos llegado a un punto de entendimiento mutuo.

La noche continuó, pero con una ligereza nueva. Sabía que había dado un paso importante al cerrar este capítulo de mi vida con Ludmila, y ahora todo quedaba en el pasado. Era hora de mirar hacia adelante, con más claridad y menos cargas.

Mientras volvía con mis amigos, no pude evitar sentir una mezcla de alivio y emoción por el futuro. Tenía a Morena, con quien las cosas iban mejor que nunca, y había dejado atrás cualquier rencor o malentendido con Ludmila. Había aprendido mucho, y estaba listo para seguir creciendo.

𝑆ℎ𝑎𝑑𝑒𝑠 𝑂𝑓 𝐶𝑜𝑜𝑙- 𝐺𝑢𝑖𝑑𝑜 𝑆𝑎𝑟𝑑𝑒𝑙𝑙𝑖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora