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14 / 18 de mayo del 2024

Llegar a Roma era como aterrizar en un sueño. Las calles antiguas, el aire cargado de historia y esa sensación de estar en el centro del mundo se sentía irreal.

El vuelo había sido largo, pero la emoción lo hacía pasar rápido. Guido, Pato, Gasti, Meli, Lucía y yo habíamos llegado a la capital italiana en pleno mayo, cuando el clima estaba perfecto y la ciudad brillaba con todo su esplendor.

Nos hospedamos en un hotel increíble en el centro de Roma. Al llegar, nos repartimos las habitaciones: yo compartía con Guido, Lucía con Gasti, y Pato con Meli. La idea era pasar unos días recorriendo la ciudad y disfrutando de todo lo que Roma tenía para ofrecer.

La primera noche salimos a cenar a un restaurante que Gasti había encontrado caminando por ahi. Era un lugarcito escondido en una callecita, con luces colgantes y una terraza que daba a una plaza. La comida estaba increíble, y entre risas y anécdotas, la noche se fue volando.

De vuelta en el departamento, la sensación de jet lag nos pegó a todos. Mientras Pato y Meli desaparecían en su habitación, Lucía y Gasti se sentaron abrazados en el sillon, probablemente con la intención de ver una película pero que, al final, terminarían durmiéndose en el acto.

Guido y yo subimos a nuestra habitación. Estaba emocionada por estar ahí, con él, en Roma. El viaje había sido una idea espontánea de Guido, que dijo que necesitábamos una escapada después de meses de trabajo y rutina.

-¿Qué te parece Roma hasta ahora? -me preguntó Guido, mientras nos preparábamos para dormir.

-Es mágica -respondí, sin poder dejar de mirar por la ventana el paisaje urbano iluminado.

Después de cambiarme, salí al balcón para disfrutar del aire fresco. Guido me siguió, en cuero, con el pelo atado. Me apoyé en la baranda, mirando el cielo.

-Mirá esas estrellas, es increíble -dije, sacando mi cámara para capturar el momento.

Guido se paró junto a mí, en silencio,mirando el cielo. Sin pensarlo, le saque una foto. La imagen era perfecta: él, con la mirada perdida en las estrellas, y Roma como telón de fondo. Capturé su expresión serena, la que me había cautivado desde el primer momento.

Después de unos minutos en silencio, Guido rompió la calma.

-More, vení, quiero decirte algo -dijo, su voz un poco más seria de lo normal.

Lo miré, curiosa. Había algo en su mirada que me hizo prestar atención.

-¿Qué pasa, Guido?

Él se tomó un segundo, como buscando las palabras correctas.

-Desde que te conocí, supe que había algo especial entre nosotros. Todo este tiempo, cada momento, me hizo darme cuenta de que quiero estar con vos -dijo, y vi un brillo honesto en sus ojos-. ¿Querés ser mi novia?

Me quedé sin palabras por un momento. El mundo pareció detenerse. Roma, las estrellas, el balcón, todo se desvaneció, dejando sólo a Guido y su pregunta en mi mente.

-¿Estás hablando en serio? -pregunté, una sonrisa comenzando a formarse en mi rostro.

-Re contra en serio, More -dijo, sonriendo de esa manera que me derretía.

Le respondí con un beso, sin poder contener la felicidad que burbujeaba dentro de mí.

-Sí, Guido. Me encantaría ser tu novia.

Pasamos el resto de la noche hablando, riendo y soñando despiertos bajo el cielo estrellado. Me sentía más viva que nunca, más conectada con él, y sabía que este era el comienzo de algo hermoso.

𝑆ℎ𝑎𝑑𝑒𝑠 𝑂𝑓 𝐶𝑜𝑜𝑙- 𝐺𝑢𝑖𝑑𝑜 𝑆𝑎𝑟𝑑𝑒𝑙𝑙𝑖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora