Una semana en Nueva York y todo parecía más difícil de lo que se imaginó.
Cuando tomó la decisión de irse a probar suerte al otro lado del mundo, creyó que sería suficiente con sentirse independiente y llevarse todos sus ahorros para sobrevivir en lo que conseguía un buen trabajo que le dejara las ganancias suficientes como para mantenerse.
Y es que, en realidad, Sunoo ya pensaba seriamente en regresar a Corea porque las cosas en Manhattan no estaban saliendo como las esperaba.
Quizá era por su constante negativa al rechazar empleos con salarios tan miserables como golpearse el dedo meñique del pie.
No podía simplemente aceptar cualquier cosa, necesitaba juntar todo lo necesario para poder pagar su universidad, no quería depender de sus padres siempre o hacerles gastar lo que no tenían. Por ello, creyó que lo más prudente sería empacar y tratar de conseguir algo estable por su propia cuenta, porque necesitaba hacer su vida y vivirla a como el gustara.
Pero las cosas no siempre salían como eran planeadas y ahora estaba ahí, en una cafetería de Park Avenue, comiendo una hamburguesa asquerosamente deliciosa, con papas fritas y una malteada de chocolate, sin importarle que la combinación más tarde le causara dolores de estómago severos.
Su buen humor era inexistente hasta ese momento, no estaba tranquilo, necesitaba juntar lo suficiente para pagar el segundo mes de renta en su apartamento y aún no lo tenía, no podía perder ese lugar, era bastante lindo y a un costo accesible, le costaría mucho encontrar algo similar y a buen precio.
—¿Se te ofrece algo más?— el hombre mayor que atendía el lugar, se acercó a él con una sonrisa amable.—¿Una rebanada de pastel para aliviar los malos ratos?—Uhm, no, gracias—respondió, levantando las comisuras de sus labios—, con esto es más que suficiente, incluso creo que lo pediré para llevar.
—Si gustas lo pongo en un recipiente, tú me avisas—indicó, antes de regresar al área de atención, dónde un par de personas esperaban pacientemente pedir su orden.
El pelinegro ya no tuvo tiempo de agradecerle el buen trato, así que solo se encogió de hombros, llevando el popote a su boca para darle un sorbo a su exquisita malteada. La saboreó con los ojos cerrados, hasta que el estruendo de un puño, golpeando una mesa cercana a él, y luego una serie de risas escandalosas irrumpieron su calma.
Con la mayor discreción posible, miró en dirección al espacio que produjo el sonido, y pudo notar que se trataba de tres muchachos que platicaban muy felices acerca de quién sabe qué cosa. Su vista no le ayudaba mucho, por ello no consiguió distinguir muy bien las caras.
Agudizó su oído, para intentar escuchar la conversación ajena.
—Bien, yo apuesto treinta al cáliz de fuego—un chico de cabello negro, depositó unos cuantos billetes sobre la mesa.
—Yo voy con la piedra filosofal—otro de ellos, quién portaba una gorra, dejó la misma cantidad dicho al centro.
—Estoy tan seguro de mi, que voy con la cámara secreta y subo la apuesta a cincuenta—masculló el restante y aventó con gracia los dólares.
—Cincuenta entonces.
Como si nada, el par de amigos sobrantes sacaron más dinero de sus carteras, acumulándolo en el sitio establecido.
Sunghoon sonrió, mostrando los dientes antes de tomar su celular e introducir en el buscador, "¿Cuál es el filme más largo de Harry Potter?". Todos estaban atentos a la respuesta y cuando en su pantalla, cargó el nombre de la película por la que él había dado su confianza, otro grito se hizo presente de su parte, sacándole un bufido a sus acompañantes.
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Club Bengala || Sungsun
Fiksi PenggemarSunoo disfrutaba de su empleo, realmente lo disfrutaba. Se esforzaba al máximo para mejorar cada día y sus compañeros lo trataban bien, brindándole la orientación que necesitaba. Menos Sunghoon. Ese chico maldito, con sus ojos color café y sus pómu...