VI

609 69 4
                                    

Marta llegó a casa de Fina sin previo aviso y tocó la puerta repetidas veces. Al abrir, la menor se encontró con su amiga, luciendo un elegante vestido y unos tacones relucientes, entonces no supo que pensar.

-¡Marta!- exclamó, sorprendida. -No te esperaba aquí, ¿Cómo has entrado?

-Gaspar, el hombre que estaba en la pastelería, me ha dejado pasar al decir que era tu amiga y quería hacerte una visita.

-Siempre me hace lo mismo...- musitó.

-He venido a traerte esto.

La rubia extendió una bolsa donde, en su interior, se encontraba la muda de ropa que el día anterior había cogido prestada, lavada y doblada.

-Ah, gracias, pero no hacía falta tanta urgencia.- agradeció con una sonrisa. -¿Quieres pasar?

-Si... Osea, no puedo, lo siento.- corrigió. -Me voy a trabajar ahora, pero quería venir a darte la ropa y algo más.

-¿Algo más?

Marta extendió una entrada de teatro hacia su amiga, quien la miró, confundida, hasta que reconoció el objeto.

-¿Y esto?- preguntó, acompañado de un risilla nerviosa.

-Espero que no tengas planes para esta noche, porque pienso invitarte al teatro, en compensación por dejarme cenar contigo.

Un silencio se hizo presente mientras la menor miraba el papel y Marta la miraba a ella, asustada, pensando que quizás había sido una idea demasiado atrevida.

-Si no quieres, está bien, puedo devolver la entrada. No te sientas obligada a nada.- habló rápidamente.

-No, que va, claro que iré.

Finalmente, la rubia suspiró, antes de ver que en su reloj marcaba las siete. Tenía media hora para llegar a su trabajo.

-Me tengo que ir ya.- avisó. -Pero esta noche, a las nueve te recojo, ¿Vale?

-A esa hora estaré, pues.- se despidió con una sonrisa, viendo como su amiga se alejaba. -¡Y gracias!

-¡No hay de que!

Marta, una vez en la calle, suspiró, satisfecha de haber logrado sorprender a Fina. En ese momento estaba tan feliz, que no le importaba tener que trabajar todo el día, ya que luego vería a su amiga.

●●●

En la habitación de Fina, el caos reinaba. Ropa esparcida sobre la cama y el suelo mientras ella se encontraba frente al espejo, luciendo indecisa. Hacía un par de horas, nada más salir del trabajo, había empezado a probarse varios vestidos en un intento de decidir cual usar, pero ninguno parecía ser lo suficientemente adecuado para la situación.
Su rostro reflejaba perfectamente lo que sentía: una mezcla de frustración y ansiedad.

Fina, sin perder la esperanza, cogió un vestido negro que quedaba en su armario, clásico, pero al mirarse en el espejo con él puesto, le pareció demasiado sencillo.
Se lo quitó y optó por un vestido más colorido, con estampado llamativo. Y, aunque era vistoso, era demasiado atrevido para una noche en el teatro.

Se sentó en la esquina de la cama, cansada, aún con toda la ropa desordenada a su alrededor. La miró, ya que, aunque todas parecían tener sus propios méritos, ninguna parecía estar al nivel de la ocasión.

Su mente se llenó de dudas. Pensaba en como Marta, con su característica elegancia, la había invitado a una salida.
Quería estar a la altura de esa noche tan especial, pero no sabía como lograrlo.

Finalmente, tomó su teléfono móvil y envío un mensaje a Marta, con quien había compartido números la noche anterior.

"-No estoy segura de que ponerme. ¿Algún consejo?-"

Mientras esperaba la respuesta, decidió arreglar un poco el desastre que ella misma había montado. Por lo menos dejarlo amontonado todo en una esquina y no por el medio. Pero rápidamente le llegó la notificación de un nuevo mensaje.

"-Recuerdo que tenías una falda de girasoles, ¿Porqué no usas esa?-"

LA MUJER DE LA FALDA DE GIRASOLES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora