En el mundo hay muchas personas cuyas vidas no son lo que "normalmente" deberían ser. Uno de esos desafortunados personajes es Dilan; Un chico de diecisiete años cuya existencia nunca fue lo que debería haber sido. Desde muy joven Dilan tuvo que trabajar para ayudar a su abuela, la cual lo había criado. Desde los once años trabajó en la verdulería del señor Anderson: un viejo amigo de la familia. Justo en este momento es en donde está; transportando cajones de fruta desde la tienda hasta el almacén, el cual se encuentra en el fondo del callejón. El chico caminaba tarareando una dulce melodía, poniendo su mas grande esfuerzo en ganar su sustento, dándole una gran sonrisa a la vida. Gesto que fue devuelto, pero en forma de una lata voladora que golpea su nuca al pasar junto a un grupo de niños; estos se mofan muy estruendosamente por su vil acto; Dilan por su parte había caído de rodillas de forma seca en el viejo camino de roca y ve como las manzanas se despedían de su empaque, ruedan colina abajo y en la mente Dilan se repetían en bucle las palabras de su abuela: —"No guardes en tu mente las duras palabras, ni en tu corazón las crudas acciones, grávalas en tu alma y alimenta con ellas tu espíritu."— Agarrando fuerzas de esas enseñanzas se levanta, toma el cajón medio vacío, contiene la respiración unos segundos y luego suelta el aire con fuerza, para luego con una sonrisa de resignación correr cuadra abajo buscando las manzanas perdidas.
El peso de esas frutas había pasado desapercibido hasta que el dolor en las rodillas lo hizo más que consiente. Cojeando finalmente llega frente a las gastadas puertas de madera y chapa, deja el mandado en su lugar correspondiente y cierra con el pequeño candado oxidado, su trabajo estaba terminado, ya solo faltaba entregarle la llave al señor Anderson.
El tintineo de la campanilla golpeando la puerta de madera y cristal anunció la llegada de Dilan a "El rodeo frutal".
—¡Señor Anderson, ya terminé! ¡Aquí está la llave del almacén!—Pasa hacia atrás del mostrador de madera y levanta la áspera cortina roja con líneas blancas que lleva hacia la parte trasera de la tienda, donde normalmente el anciano suele habitar— ¿Señor Anderson?...
De pronto una voz gastada característica de un anciano se escucha desde el fondo —Ya te oí niño, no estoy sordo. Gracias por guardar los cajones de fruta, yo ya no habría podido cargarlos solo. Realmente has crecido mucho y ahora eres un muchachito muy fuerte.— Ante las palabras del mayor, Dilan sonríe. Se sentía bien al ser reconocido y agradecido por sus acciones, como si tuviera un peso menos en sus hombros. Después de un largo día de trabajo, esto hacía que el esfuerzo valiera la pena—Por cierto, hoy es tu ultimo día de trabajo, según especificaba la carta que tu me diste hace una semana, ¿Qué van a hacer tu abuela y tu si ya no trabajarás para mi?, ¿Tienen ahorros guardados?.
—Si señor, llevo ahorrando por años para poder mudarme de este pueblo con mi abuela, no es mucho, pero si lo sumamos con el dinero que obtendremos con la venta de nuestra casa, entonces podremos irnos muy lejos y vivir bien por un tiempo , ¿Tal vez en la ciudad?.—Dice con una mirada soñadora y una sonrisa que reflejaba alivio.
—Ya veo...en ese caso les deseo suerte y no olvides que siempre tendrás un lugar esperándote en mi tienda, por si en cualquier momento enloqueces y decides volver.—Bromea el señor Anderson con una sonrisa risueña mientras que su mirada reflejaba la emoción contraria.
Dilan se traga la angustia, conteniéndola en su garganta hasta que ardiera, hasta ya no lograr aguantar más y lanzarse a abrazar al hombre que por diecisiete años había considerado su única figura paterna. El sentimiento agridulce reinaba el ambiente, estaba feliz ya que finalmente iba a salir del pueblo en el que tantas penas había pasado por años, pero a la vez teniendo que dejar atrás también lo que más amó. El joven y anciano se separan secándose las lagrimas, el señor Anderson entrega con su mano temblorosa el sobre con el ultimo pago de Dilan. —Toma chico— Acerca su mano para tomar el sobre mientras sorbía; fue entonces cuando Anderson aprieta su mano con fuerza, teniendo el sobre en medio de ambas y con lagrimas en los ojos le habla— Sin mirar atrás...solo corre a casa. Corre a tu mundo soñado, a tu libertad.— Dilan asiente intentando forzar una sonrisa en su rostro mientras las lagrimas le caían a borbotones por las mejillas. Aprieta con fuerza el sobre y sale corriendo de la tienda, corre por las empedradas calles del pueblo, mientras que las personas lo miraban pasar, susurrando y mostrando miradas de rechazo hacia el chico, igual que habían hecho por años. Las lagrimas le dificultaban ver, pero siguió corriendo hasta llegar a su casa. Abrió la puerta de un golpe por la emoción causando un fuerte golpe que hizo caer un cuadro sin marco.
—¡Abuela...llegué!, ¡Abuela! ,¿Estas arriba?—Dilan sube rápidamente las crujientes escaleras, pero nota que ella no estaba en su habitación— ¿Ya preparaste las maletas?, Nos vamos esta noche, ¿Verdad?, ¿Abuela?.—Busca por toda la planta alta, pero al no encontrarla vuelve a bajar; La busca en la cocina pero tampoco estaba, es entonces cuando escucha el sonido del viejo televisor en la sala— ¿Abuela? ,¿Estás mirando la novela sin mi? ,que mala, me prometiste que veríamos el final juntos cuando lleguemos a la nueva casa.— Dilan se acerca por detrás y le toca el hombro, pero no recibe respuesta. El se arrodilla frente a ella mientras su sangre se helaba lentamente, su mente aún no había asimilado la magnitud de la situación, su rostro aún sonreía , pero su mirada ya había comprendido lo que sucedía, oscureciéndose por completo.
Ese mismo día y esa misma noche fue el funeral. Solo dos personas asistieron: Dilan y el señor Anderson, aunque en espíritu solo había asistido una sola; Dilan estaba perdido, completamente ido mientras se velaba el cuerpo de la mujer que desde siempre había sido una madre para el. Cuando la madrugada arribó el alba, el señor Anderson volvió a su casa por petición del chico; ambos se veían cansados y deprimidos. Dilan esperaba que en cualquier momento la abuela entrara por la puerta con bolsas de compras; con esa idea en la cabeza se derrumba sobre la cama, todavía con su suéter, pantalones cortos y zapatos negros puestos. Cierra sus ojos lo más fuerte que puede, frunce los labios y aprieta los nudillos, tratando de aguantar las lagrimas, cuando de pronto sin previo aviso una luz azul cegadora desorienta sus sentidos. Dilan abre lentamente los ojos cuando cesa la intensa luz , entonces nota que está en una habitación que no era la suya; el lugar era espacioso, de paredes empapeladas de azul marino, muchas ventanas grandes con cortinas de seda blanca y muebles de la madera más oscura que haya visto nunca; olía a primavera lluviosa. En el centro de la habitación había una cama de esa misma madera, con dosel blanco que cubría delicadamente una figura en su interior. Dilan se acerca lentamente y..... CONTINUARÁ.
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Dearmad
FantasyUn chico de 17 años el cual es odiado por un pueblo entero, viaja a otro mundo donde su suerte no corre de forma diferente. Conoce seres fantásticos en un reino élfico azotado por la guerra, ¿Cómo se las arreglará solo en un nuevo mundo tan roto?.