Paul y Alister fueron invitados a la celebración de fin de semestre en casa de Horacio, también festejaban la reciente publicación de Coñadas, el segundo poemario de Santiago, publicado por la casa editorial de la Facultad. Horacio y Santiago eran amigos de Paul, miembros del comité de poesía. Paul y Santiago lograron congeniar bien después de un intento fallido para iniciar una relación sentimental.
Ese viernes, antes de abandonar la Facultad, Alister bebía con sus compañeros de clase, también fumaban marihuana. Paul había adquirido la mala tendencia de sospechar de alguna infidelidad por parte de Alister durante sus periodos de embriaguez, cuando lo recogió en el carro de Horacio después de clases, Alister estaba muy enfiestado.
Socializar en la terraza de casa de Horacio era un acto muy exquisito para Alister, se inclinó por mantener conversación con quienes fumaban marihuana en el jardín. Santiago también estaba abstraído de todo el profesionalismo, así que mantuvo plática con los mismos chicos en el jardín. Entre Alister y Santiago había confianza para expresarse con autenticidad. Paul notó el interés de Alister hacia la conversación que mantenía con Santiago, aunque estaba suficientemente ebrio para darle importancia.
Cercana la medianoche, Paul aseguró no sentirse bien para seguir bebiendo, deseaba abandonar el lugar para alcanzar el último pasaje en el transporte público. Alister se negó, le parecía peligroso. Horacio entonces se comprometió a llevarlos al domicilio de Alister.
Paul quería abandonar la fiesta a pesar de la insistencia de su novio y de sus amigos, actuaba bajo el influjo del alcohol. Horacio sugirió recostarlo en alguno de los sillones del lugar tras integrar un ansiolítico en la bebida caliente que preparó para él. Santiago ayudó a Alister, sólo tenían que esperar un poco. Santiago se comprometió a hacerle compañía.
Alister continuó bebiendo y fumando, mientras Santiago contaba anécdotas relacionadas a la publicación de poemarios por parte de los compañeros de su generación. Alister sonreía respondiendo al cariño y la preocupación sincera que sentía de parte de Santiago. Santiago, encantado de la ternura, respondió con un abrazo aún más cálido, su estado de embriaguez lo llevó a darle un beso en los labios.
Alister y Santiago se acercaron a uno de los rincones oscuros de la sala, estaban solos. Santiago comenzó a acariciar la espalda de Alister por debajo de la ropa, introdujo sus manos en el pantalón para apretar sus glúteos y presionaba sus genitales sobre la ropa. Alister acariciaba el cabello rizado de Santiago, delineaba con sus dedos los rasgos marcados de su mandíbula, y se sujetaba fuerte de sus hombros.
La excitación los dirigió al baño, la privacidad permitió que Alister fuera guiado por los estímulos más carnales de Santiago. No se deslindaron de su vestimenta a sabiendas que podría entrar alguno de los amigos de Paul. Las miradas de Santiago y Alister se cruzaban en el espejo frente al cual cogían, Santiago penetraba a Alister, besaba su cuello, acariciaba su pecho, su abdomen, sus ingles, sus genitales. No hizo falta condón, hizo falta tiempo, la embriaguez nublaba el entendimiento, el acto muy pronto llegó a su fin. Santiago subió sus pantalones y aseguró reencontrar a Alister de vuelta en el lugar de la reunión.
Alister tomó dos minutos para arreglar su vestimenta y enjugar el sudor de su cara antes de encontrarse de vuelta en la sala donde dormitaba Paul, quien parecía estar reincorporándose aunque no podía dar orden a sus palabras. Horacio volvió de la terraza en donde todos estaban bebiendo para confirmar que ambos estuvieran bien. Paul pidió disculpas por beber de más.
Un par de horas más tarde, Paul y Alister compartían un cálido abrazo debajo de las sábanas. Ambos recitaban algunas piezas de Coñadas.