41: Yo soy su esposa

347 19 0
                                    

Ni Mónica ni Hermione podían viajar aún por sus recientes embarazos, así que ni modos, permanecerían en el barco hasta llegar, pero los que si habían llegado a Londres eran Blaise y Luna, viajando en un traslador, de inmediato llegaron al departamento del moreno

Sin duda, Blaise la levantó en brazos para meterla dentro de la casa, hasta la sala, dejándola en medio de aquel enorme salón, por primera vez la rubia contempló la casona en la que vivía Blaise, sin duda, nadaba en oro.

-Bienvenida a tu casa Luna…

-Gracias – Sonrió mirando a su alrededor

-Puedes decorar a tu antojo, cambiar lo que desees, por lo pronto, te aviso que he cambiado por completo nuestra recámara, ya que quería una nueva, en la que nadie más se halla acostado

-Está bien – Asintió Luna

-¿Te muestro todo lo que se pueda o estás muy cansada?

-Quiero conocer tu casa…

-Nuestra casa – Apuntó Blaise y tomando de la mano, recorrieron los salones, las habitaciones, la cocina y todo lo que la pequeña mansión poseía, un enorme retrato de la madre de Blaise adornada la estancia principal

La madre de Zabini no era de color, el padre de éste había sido de color, el cual había sido el primer esposo de la madre del moreno, claro que ésta ya descansaba en paz desde hacía un par de años, por una desconocida enfermedad, aunque Blaise sospechaba que había sido castigo divino

¡Después de no se cuantos maridos echados al plato!

En fin, ese es otro tema… Finalmente, Blaise se llevó a su esposa a la habitación, la cual estaba recién decorada, luciendo distinta y con una cama enorme sin estrenar, los dos compusieron su ropa en el clóset, y al final, los dos terminaron exhaustos en la cama.

Dormitaron un rato, hasta que anocheció, al despertar, Blaise se metió primero al baño mientras que Luna se cambiaba, la dulce muchacha, se puso una batita de dormir decente (Nada que ver con la de las noches de bodas muggles) y se peinó el cabello, costumbre ya adquirida…

Lo que pasa es que como Blaise acostumbraba a pasarle los dedos por el cabello siempre, ella no quería que se topara con nudos, por eso lo alisaba bien y ahora lo tenía un poco mejor cuidado, se había cortado las puntas y estaba parejo, su larga cabellera dorada le caía hasta la cintura.

Su flamante y sensual marido, salió del baño solo con una toalla en la cintura, yendo hacia ella que estaba de pie a un lado de la cama, terminando de cepillarse, Blaise se sentó y la asió por la cintura jalándola hacia él

-¿Te gusta tu casa?

-Es enorme – Dijo Luna mirándolo con sus enormes ojos azules brillantes

-Te ves tan tierna e inocente – suspiró el moreno acariciando sus hombros, deslizando con picardía uno de los tirantes de la batita de dormir, la cual era holgada y eso sí, corta, hasta las rodillas

-Estoy enamorada de ti – Respondió Luna mirándolo a los ojos con intesidad

El moreno le jaló el rostro y le dio un beso de esos cachondos, como ya eran más subidos de tono, con lengua y todo, la rubia se estaba acostumbrando con facilidad a esos besazos, claro que su esposo era caliente por naturaleza, una vez que comenzaba no deseaba parar

Luna soltó una risita cuando el hurgó en su pecho, encontrando dos poderosas razones para entretenerse, haciendo que Luna lo deseara con muchas más ganas, pero antes…

-Blaise, tengo que ir al baño – Apuntó deseosa

-¿Por qué?

-Es una emergencia – sonrió la rubia

Un Dragón bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora